Jia Zhangke… a examen (III)

Uno de los directores más prominentes en la Sexta generación del cine chino es Jia Zhangke, quien desde el inicio de su carrera ha centrado su visión cinematográfica en el realismo social y la observación de los cambios y transformaciones urbanos en la China moderna, desde el escepticismo individual. Influido por el neorrealismo italiano y por Bresson, de este último recogió una clara inspiración para su primer largometraje, de quien toma, en el título homónimo, la preferencia por intérpretes no profesionales y la premisa de un carterista que vaga por la ciudad.

Sin embargo, Pickpocket no es un ‹remake› del clásico “bressoniano”, y sus parecidos narrativos se reducen a la presencia de un personaje que se dedica a robar. Al fin y al cabo, Zhangke canaliza en su personaje otras preocupaciones, como un avatar de la incertidumbre ante los grandes cambios de la China de los años 90, la anexión de Hong Kong y el crecimiento urbano. Al contrario que su inspiración, a la película no le interesa retratar el modo de vida de Xiao Wu, sino explorar su condición de ladrón como una rémora que le mantiene como un inadaptado en una sociedad que ha crecido mucho más rápido que él. Predomina la sensación de que vaga a otro ritmo, sin rumbo, y que sus sentimientos, en una escala más grande, no importan. Uno de los momentos más íntimos y bellos de la cinta, en el que Xiao y una chica de compañía llamada Meimei conectan, sucede ahogado entre ruidos de motores y bocinazos.

El humanismo de Pickpocket no surge, por tanto, de un aislamiento artificial del individuo, sino que se revela de manera débil y patética en un personaje que se ha quedado demasiado pequeño para la trascendencia y el sentido de todo lo que le rodea. Por eso, Xiao no encaja: todos sus viejos amigos, ahora reformados, le observan desde una distancia cada vez mayor; se encuentra desconectado emocionalmente de su familia; y su única esperanza de una relación cálida y recíproca, la que parece desarrollar con Meimei, es un espejismo mantenido por su propia necesidad de hallar un significado a su rutina. La desazón existencial que transmite la cinta surge, precisamente, de lo poco relevante que es su protagonista en realidad. Él es solo un ladronzuelo más que no puede o no quiere reconducir su vida, en una estructura social y culturalmente mucho más significativa. Y Zhangke no pierde nunca la perspectiva de las grandes transformaciones sociales, del progreso de la ciudad y la trascendencia del momento histórico, pero este elemento permanece como una amenaza de fondo en una narrativa que, sin ensalzar su relevancia, se cuela en el espacio pequeño de las relaciones interpersonales y el caos emocional de Xiao.

Sin duda, de entre todos los méritos de este muy notable debut, el que más me llama la atención es la manera en que logra mantener, sin perder de vista el trasfondo, la escala de las cosas; y en ese sentido, creo inevitable tener una cierta reticencia con la trama de Xiao y su interés romántico, porque en la atracción y el enamoramiento, incluso desde la modestia, siempre se refleja una urgencia narrativa y emocional que se come y por mucho al resto. El resultado es que, mientras esta trama es central, el resto no se sienten tan relevantes, y eso, aunque forma parte de la sensación que da el personaje de estar en una burbuja y del significado momentáneo que adquiere su vida, termina por perder, aunque sea por unos instantes, la perspectiva de estar vagando, extraviado en la intrascendencia de pertenecer a un mundo en el que no es esencial y no importa que se quede atrás.

Con todo, es difícil no fascinarse por la contundencia discursiva y la claridad emocional que demuestra el director en uno de sus primeros esfuerzos, convirtiéndose en una de las puntas de lanza de preocupaciones contemporáneas y de una forma distinta de plantear la imagen de su país a través del cine. Rodado con un tono que por momentos se asemeja al documental, con interpretaciones que logran una mundanidad de las que difícilmente podrían alcanzarse con actores profesionales, el debut de Zhangke representa una perspectiva sin duda atrevida, enteramente personal y que exhibe con orgullo sus influencias. En un momento en el que el cine chino comenzaba a despuntar a nivel internacional por su exuberancia formal o trascendencia temática, Pickpocket representa una duda modesta en medio del desarrollo exacerbado del país, con escenarios reducidos y la perspectiva de un personaje que no es un héroe romántico ni una representación de lucidez sociopolítica, sino una víctima circunstancial de las transformaciones y el ritmo asfixiante del progreso en la China de las últimas décadas.

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