No hace falta glosar desde estas líneas la carrera, por todos plenamente conocida, de Paco Plaza. Sin embargo sí cabe poner en consideración su trayectoria definiéndola como ascendente. Algo que tiene su especial importancia al hablar de su último trabajo, Hermana muerte. Y es que, de alguna manera, su último film tiene algo muy poderoso que a la vez es arma de doble filo: por un lado es puro Paco Plaza, lo que da la idea de estar ya ante un director no solo consolidado sino que deja su impronta personal. Por otro, sin embargo, se adivina un cierto estancamiento en la fórmula. No tanto por su despliegue formal como por su escasa capacidad de sorpresa.
De todos modos hay que tener en cuenta algunos factores que dejan este estancamiento en lo que podría ser un simple hiato ya que Plaza empasta una película que, lejos de caer en la simple ‹nunsploitation› busca un enfoque sobrio, casi inmaculado, dejando grietas por las que paulatinamente se cuele el horror al mismo tiempo que da contexto histórico sin necesidad de subrayar el mismo ni de lanzarse al terreno pantanoso de la ideología fuera cual fuere.
Todo ello no es óbice para que la película no sea exactamente un cocinado a fuego lento, sino que prácticamente desde el inicio se nos deja muy claro que este es un film de género puro y duro. Es por ello que, quizás, sea su primer acto (marcado claramente en la estructura capitular de la obra) lo más destacado del film. Los problemas llegan en su segundo acto, momento de transición y desarrollo donde se percibe una necesidad de profundizar en demasiados personajes, atrancando el ritmo y estirando el ‹momentum› algo más de lo preciso. No obstante esto sí sirve para poner de relieve que hay ciertamente un cariño, una preocupación por crear una comunión con los personajes, que verdaderamente importe lo que les está pasando.
Si acaso, ya en su desenlace, Plaza desata todo el horror contenido en un autentico ‹rock n’roll› del horror que se siente un poco descompensado a nivel de tono con la sobriedad vista hasta el momento. Algo que ocurre justamente con todo lo que habíamos comentado. Lo que se desata, aunque lógico argumentalmente, cae en ciertas exageraciones (muy del género, eso sí) al mismo tiempo que no sorprende en exceso. Aunque, ciertamente, es innegable su voluntad juguetona y disfrutona que desde luego, sí funciona.
Hermana muerte se constituye pues como un film que tiene una entidad propia, que no “vive” de ser una precuela, y que busca un relato, una narrativa personal. De hecho, aunque a modo de epílogo referencial, su “empalme” con Verónica podría ser del todo prescindible. Lo que nos habla mucho y muy bien de la voluntad del director de no querer crear una especie de “PlazaVerse” (ojo que hay potencial indudable ahí) sino de narrar historias por sí mismas. Relatos como este que, aunque algo descompensado y quizás no tan inspirado como otros, sí se muestra como sólido, casi como un cuento de terror que podría ser a la larga clásico.