Entrevista a Pablo Lago, director de O auto das ánimas

Pablo Lago Dantas debuta en la dirección con O auto das ánimas, film producido por Diana Toucedo (Trinta lumes) que tuvo su premiere en Visions du Réel, uno de los festivales por excelencia en cuanto al género documental se refiere que se celebraba el pasado mes de abril, y motivo por el que tuvimos la ocasión de mantener una charla con él sobre su ópera prima.

Rubén Collazos: O auto das ánimas se articula desde una mirada muy específica; ¿el film se construye desde un primer momento a través de ella, o no hay una voluntad tan expresa hasta que se empiezan a desarrollar las conversaciones con los familiares?

Pablo Lago Dantas: Desde el inicio de la película, mi mirada como autor, y como personaje, pienso que ya está muy presente, puesto que la primera voz en off ya nos da las pistas para entender el punto de partida del personaje, sus miedos y motivaciones para iniciar el viaje. Además, las imágenes del prólogo son un reflejo de la memoria, de esa búsqueda introspectiva que nos transporta, como una especie de rito iniciático, hacia un espacio subjetivo que se mueve entre diferentes tiempos.

R.C.: A raíz su prólogo, especialmente a través de una imagen muy determinada, se nos invita a sumergirnos en un universo en aras de desaparición, ¿es una forma de introducir al espectador en ese mundo que se desarrolla en ocasiones como un imaginario propio?

P.L.D.: Pienso que son imágenes cargadas de subjetividad, y que por esto mismo se puede desarrollar como un imaginario propio. Para mí suponen una especie de inmersión en un mar de imágenes que particularmente han marcado mi memoria e identidad. Tanto por su iconografía, como por la conexión emocional que siento con ellas, o también por la proyección de mis propios temores.

R.C.: Del film se deduce una mirada en cierto modo de añoranza por lo perdido, por lo dejado atrás, ¿cómo se siente especialmente en las nuevas generaciones esa brecha respecto a una Galicia rural cada vez más invisibilizada?

P.L.D.: No pienso que sea exactamente una añoranza por lo perdido, sino más bien una despedida que carga con la conciencia del paso del tiempo. Pero creo que la película abraza una representación del tiempo, en cierta medida, lo suficientemente madura para aceptar la idea de la muerte. Tampoco sé si debo hablar en nombre de una generación, pero pienso que muchos y acentuados cambios sociales se han dado a una velocidad de vértigo en nuestra generación con respecto a la de mis padres y mis abuelos. Y este salto tan marcado, a muchos de nosotros, puede dejarnos una sensación extraña de orfandad de reglas y modelos de vida. Una necesidad de reinvención. Pero pienso que es necesario conectar con los valores, y reinterpretarlos, puesto que, a un nivel simbólico, las condiciones básicas que nos hacen humanos, se mantienen.

R.C.: Durante la película hay una estampa donde tras el cementerio de la aldea se alza un enorme puente, ¿nos podrías hablar un poco más sobre este contraste que se desliza a lo largo de O auto das ánimas?

P.L.D.: Un puente es un lugar de unión, y también un camino que hay que atreverse a atravesar. El mundo al que representa mi abuela, es una parte de mi identidad, que durante mucho tiempo se ha mantenido en conflicto con otra mucho más racional, utilitaria, individualista, escéptica… Pero las contradicciones son parte de la vida, y aceptarlas significa tender estos puentes. Atreverse a acceder a ese mundo de los espíritus en el que en parte habita mi abuela, es perder el miedo a comunicarse con los propios fantasmas de la mente.

R.C.: Ese contraste del que hablaba, se constituye también en la relación con lo familiar y la muerte, ¿cómo se percibe esa relación en tu regreso incluso habiendo crecido en ese entorno?

P.L.D.: Pienso que el punto de partida de la película pivota en torno al miedo a la muerte. A la muerte de la familia, a la muerte de una manera de habitar y de entender el mundo. Pero a medida que se desarrolla el relato, en el que mi abuela ejerce de una especie de guía espiritual, ese miedo se va transformando en aceptación, hasta llegar a una reconciliación identitaria, familiar, y con la propia idea del tiempo. Una reconciliación necesaria para perder el miedo inicial, que también marca el modo de relacionarme con mi familia.

R.C.: Con la aparición de los aguardienteros y la posterior celebración de la queimada, se establece un paralelismo entre esa forma de vida y un misticismo/espiritualismo imperante que también se asienta en lo formal, háblanos un poco más sobre esta relación.

P.L.D.: Creo que toda esa imaginería con la que crecí rodeado en mi infancia, al mismo tiempo que el propio paisaje montañoso de la ría de Vigo, y su clima tan particular, de alguna forma han ido conformando mi identidad. Como director de fotografía, al mismo tiempo que director, traté de rebuscar en mi memoria, y en mi subconsciente, y fueron emergiendo imágenes, a las que después fui encontrando un significado. Algunas de estas imágenes las entiendo como un legado que me conecta con generaciones anteriores, y que me ayudan a expandir mi representación simbólica del tiempo. A veces, el proceso de creación puede tener un sentido inverso, pero en este caso el aspecto formal de la película pienso que está muy ligado a la manera en la que de pequeño empecé a aprender a mirar.

R.C.: Sin ser propiamente un documental pero apelando a herramientas del género, en O auto das ánimas apuestas por recoger el testimonio de tu abuela desde una frontalidad evidente, ¿surge este recurso como un modo de romper los límites del medio, estableciendo una comunicación más transparente?

P.L.D.: Sí. Para mí era esencial hablar a mi abuela desde una distancia desde la que casi nos pudiésemos tocar, para alcanzar un alto grado de intimidad. Al mismo tiempo, darle a ella el espacio y la oportunidad para devolverme mis preguntas, y cuestionar mi punto de vista. Además, desde el inicio tenía muy claro que estas conversaciones tenían que entrar en la película en forma de plano secuencia.

R.C.: O auto das ánimas surge en cierto modo como una forma de exorcizar el propio recuerdo familiar, cuéntanos cómo se trabaja un tema tan universal desde un contexto más íntimo.

P.L.D.: Bueno, yo pienso que, para hablar de temas universales, y poder conectar con la experiencia del otro, es necesario hacerlo desde un lugar muy íntimo. Profundizando en los propios conflictos internos e intentando ser sincero con uno mismo, al final te das cuenta que tus preocupaciones son compartidas por más gente, y es cuando se produce la comunicación, que será seguramente el principal motor de la creación artística. En estos momentos, es cuando puedes conectar con más gente y sentirte un poco menos solo. En cambio, si quieres hablar desde la experiencia ajena, o desde un tema que no te afecta directamente, es posible que lo acabes haciendo de una forma más superficial, con lo que esa conexión con el otro puede ser más difícil que se dé.

R.C.: Sorprende también cómo el film enlaza determinados formalismos presentes en el documental con algunos fragmentos más atmosféricos, ¿nos puedes hablar sobre cómo surgió esta idea y cómo decidiste llevarla a cabo en el propio rodaje?

P.L.D.: La idea de combinar diferentes registros estaba ya desde el principio. El paisaje como memoria, la casa como hogar, los vapores como un medio que une dos mundos… La propia simbología de lo telúrico que tiene el aguardiente y la exploración de imágenes de la infancia, se prestaban mucho a este tratamiento más atmosférico, pero la necesidad de confrontación con el presente, añadía una capa más observacional o de cine directo. Combinar esto fue un reto que no tenía completamente claro que pudiese funcionar en montaje, pero la convicción de intentarlo era férrea, puesto que no veía otra manera de llevar a cabo la película que quería hacer.

R.C.: Por último, dado que somos una web que generalmente explora autores más desconocidos o con menos posibilidades en cuanto a distribución, ¿nos podrías recomendar la que tu consideres una película maldita (de esas generalmente ignoradas o al margen de los grandes autores)?

P.L.D.: Belovy es una película que me marcó mucho. A pesar de que Kossakovsky es un director muy conocido para los que nos gusta un cine más de autor, no creo que esta película haya tenido mucho acceso a los circuitos convencionales de distribución. Pienso que es una película dura y tierna al mismo tiempo, que profundiza en la naturaleza contradictoria del ser humano con una gran sensibilidad.

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