Entrevista a Bruno Dumont, autor de El imperio

Con motivo del estreno del último largometraje del ‹enfant terrible› Bruno Dumont, tuvimos la ocasión de entrevistarle a raíz de esta incursión en la ‹sci-fi› que supone El imperio.

Dani Rodríguez: Sorprende que a estas alturas de tu carrera propongas un relato tan fuertemente centrado en la ciencia ficción y su estéticas, un campo quizá inesperado para tu público. ¿Cuál es tu relación con el género del ‹sci-fi› y por qué recurrir a él de manera tan abierta en este momento?

Bruno Dumont: Pues porque no, ¿no? ¿Por qué no hacer una película de ciencia ficción en este momento? A mí lo que me gusta es la aventura del cine. Siempre estamos hablando de las mismas cosas, pero al mismo tiempo también hay que intentar decirlas de otra manera o reformularlas de otra manera, hay que intentar aventurarse. Es un poco como los géneros literarios, cada cosa tiene su carácter y hay que intentar abordarla de otra manera distinta, trabajar esas preguntas que ya hemos trabajado de modo distinto, e intentar encontrar siempre nuevos caminos; con esa voluntad de renovarme, también he hecho recientemente una película protagonizada por niños pequeños, y lo que quiero es eso, revitalizar el cine, revitalizarme a mí también, porque sino para qué seguir, ¿no?

D.R.: El imperio ofrece un recorrido paródico a los campos de acción habituales de la típica ‹space opera› norteamericana… ¿Pretendes con ese tono el jugar con las expectativas del público?

B.D.: Digamos que en este caso la parodia no es el objetivo. Está claro que el espectador que va a ver este tipo de películas, y va a ver la mía, va a precipitarse en otro mundo, en algo distinto a lo que buscaba, que encontrará el género, pero verá que está confrontado a otra cosa. Pero mi idea era revisitar el género de la ciencia ficción, en ningún caso quería caricaturizarla en el sentido de burlarme o despreciarlo, sino que quería simplemente confrontarlo a otro tipo de género, otro tipo de cine, para de alguna manera cuestionarlo. Quería mezclar estos dos tipos de cine que normalmente se miran a una cierta distancia como si no tuvieran nada que ver, y quería hacerlo sin emitir juicio alguno, porque realmente no creo en esta separación de categorías. Por ejemplo, hay mucho cine de autor, que me parece que es muy malo o muy aburrido, y al mismo tiempo hay muchas películas comerciales que me parecen muy buenas. O sea, en realidad no tengo ningún juicio de valor sobre los géneros, ni clasifico las películas en ese sentido. Para mí, una buena película es una buena película.

D.R.: Una de las cualidades que hacen de El imperio una obra muy singular es el proponer las composiciones escénicas habituales de películas “tipo Star Wars” dentro de un pueblo pesquero de la campiña francesa. ¿Cómo afrontaste la creación de este universo tan heterogéneo y singular? ¿Estaba pensado desde el primer momento?

B.D.: Bueno, en realidad este universo del norte de Francia es un universo que me es muy familiar porque he estado rodando allí desde hace mucho tiempo, y yo lo que quería era alterarlo de alguna manera. Del mismo modo que cuando introduje la comedia en mi cine, también era un elemento extraño que se infiltraba en ese universo que yo venía filmando desde hacía tiempo y lo alteraba. Aquí he querido ir un poco más lejos al coger un género que habla de las profundidades del espacio y transportarlo a este universo del norte de Francia que conozco tan bien. Mi idea era que ambos universos se enriquecieran, y que ese mundo que he ido filmando siempre se expandiera de alguna manera. Se dice mucho que los cineastas hacen siempre la misma película, y en mi caso, modestamente, he intentado enriquecerla abriéndola a otros espacios. De la misma forma, cuando introduje en mi cine actores profesionales, ya que antes había trabajado siempre con actores no profesionales, también fue una manera de expandir mi paleta de colores, de intentar pintar de una manera distinta a lo que vengo haciendo.

D.R.: En la película se nota que los actores están perfectamente conectados con el tono, que va desde la sofisticación escénica de las escenas de ciencia ficción, hasta sátira costumbrista propia de la vida rural. ¿Cómo fue el trabajo con ellos para que comprendiesen la naturaleza del proyecto?

B.D.: La verdad es que tampoco intenté mucho que entendiesen lo que yo quería. Me gusta que haya un poco de desorden, porque creo que en esa incomprensión natural que manifiestan los actores es más interesante que la comprensión que pudieran manifestar, porque creo que la actuación de un actor es más interesante cuando está un poco perdido que cuando se conoce el texto al dedillo, porque cuando no lo conoce muestra una fragilidad más interesante. El cine no es teatro, al fin y al cabo.

D.R.: ¿Nos podrías recomendar una película maldita o poco conocida para el gran público?

Hay una película coreana que me gusta mucho llamada La cantante de Pansori (Im Kwon-taek, 1993). El pansori es un arte tradicional coreano, y he olvidado por completo el nombre del director, aunque seguro que lo podéis encontrar.

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