En busca del Óscar (Octavio Guerra)

Esta es una crónica de un desencanto. De una decepción. Podría ser una nota al margen al respecto de los suburbios del cine, de ese entorno compuesto por festivales, acreditados, críticos, amistades interesadas y criterios difusos y dudosos que pueden elevar a una obra o hundirla en el desprecio en base tan solo a un capricho.

En busca del Óscar podría ser el artilugio, el vehículo con el cual Octavio Guerra daría rienda suelta a una diatriba, entre entrañable y sardónica, sobre el submundo de la crítica cinematográfica. Evidentemente algo de eso hay, no en vano el retrato de Óscar Peyrou, crítico de cine capaz de dictar sentencia sin tan siquiera ver la película, solo a través del póster o de la sonoridad del título y los actores, es un dibujo cargado de ironía, mala baba y, por qué no decirlo, también de un humor cargado de resignación y naturalidad ante el que es imposible contener la carcajada.

Se diría que Guerra busca la anécdota punzante, la frase entre filosófica y absurda con la que cargar las tintas contra cierta pedantería crítica. Sin embargo, es la suma de anécdotas y la libertad de filmarlas y montarlas la que da un resultado final más cercano a un estado de las cosas: un panorama del que el mundillo de los festivales y el análisis crítico no sale precisamente bien parado. Es más, finalmente, y aunque sea por su honestidad brutal, el más lúcido al respecto del significado de la crítica es el propio Peyrou.

Pero esto no es un documental sobre el cine. Ni tan siquiera sobre sus márgenes. Estos no son más que una excusa, un contexto que enmarca las razones de un desánimo. En busca del Óscar es en realidad una obra que versa sobre el agotamiento del idealismo, de cómo se consume el amor en todas sus facetas vitales. Es a base de pinceladas personales que descubrimos a un Óscar Peyrou cuya fachada trufada de cierto estoicismo se va derrumbando a medida que conocemos sus antecedentes vitales.

Octavio Guerra no necesita mostrar hechos ni recurrir a ‹flashbacks› sobreexplicativos. Es el poder de la palabra escueta la que dibuja y esculpe la personalidad de un hombre que tuvo que huir de una dictadura militar renunciando a ideales y traicionando con ello tanto a familia como a sí mismo. Es también la historia de un desenamoramiento global. Hacia el arte, hacia las mujeres, hacia uno mismo. Una caída (libre) en desgracia afrontada con la sonrisa ladeada del boxeador que, estando medio groggy, se niega a besar la lona.

En busca del Óscar es finalmente un film que parece querer hacer suya esa máxima que dice que la comedia es tragedia más tiempo. Por ello hay humor, amargo, pero humor al fin y al cabo. Aunque quizás lo que mejor resume esa tristeza, ese desencanto son las propias palabras de Peyrou que funcionan a modo de testamento vital impregnado de melancolía: «nadie me persigue». Ni tan siquiera los fantasmas del pasado, ni la cámara que lo retrata. La película no es más que el retrato del propio Peyrou: un lugar fronterizo entre la realidad y la ficción, entre persona y personaje, entre dos aguas que nunca llegan a encontrarse del todo.

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