El mar no perdona (Richard Sale)

Tyrone Power es considerado una de las máximas e inmortales figuras del famoso «star system» del cine dorado de Hollywood. Casi todas sus películas fueron un éxito en taquilla. Se constituyó en uno de los héroes de la gran pantalla. Deslumbró en filmes de aventura, melodrama, comedia y thrillers. No obstante, el reconocido actor tuvo anhelos de producir filmes más personales o independientes, lo cual le era imposible si seguía dependiendo del sistema de los grandes estudios cinematográficos estadounidenses. Por ello en la década de 1950, optó por fundar Copa Productions para impulsar cintas de bajo presupuesto, en donde tenía más libertad para abordar otros temas o personajes alejados a los estereotipos que le dieron fama.

El mar no perdona

Una de las pocas realizaciones de Copa Productions fue, precisamente, El mar no perdona, la única cinta de esta productora en la que Power intervino como actor. Para el efecto, se encargó la dirección del filme a Richard Sale, un desconocido director de cine pero un muy hábil escritor de guiones.

La película evita presentar una larga introducción o antecedente de la tragedia marítima, apenas ubica en la historia al espectador con una especie de noticiero sensacionalista, en donde se advierte que un crucero con 1.156 personas a bordo chocó con una mina abandonada en el Atlántico Sur y que, en menos de 7 minutos, murieron casi todos los ocupantes del buque excepto 37 personas.

De manera inmediata, se presenta una escena con 4 sobrevivientes en una balsa, entre ellos un miembro de la tripulación: Alexander Holmes (Tyrone Power). Allí veremos el drama por la pérdida de familiares, por el hundimiento de la nave y…. fin del capítulo, ya que sólo aquí se revelarán estos sentimientos; el resto del filme se enfocará a otro análisis conmovedor, para ello la balsa con sus tripulantes quedará relegada y olvidada. Holmes decidirá ir a una pequeña canoa que avizoró a lo lejos, y que únicamente tiene capacidad para 9 personas, pero hay 26 en ella, la gran mayoría arriba y el resto en una situación más dramática, porque se encuentran con más de medio cuerpo sumergido en el mar, sujetos con sus manos a los filos de la nave, siendo potenciales víctimas de los tiburones y de la hipotermia.

Ante la muerte del capitán del crucero, sucedida en esta pequeña nave, Holmes asumirá el mando, y desde este instante la película sienta también al espectador en la barca, a través de una efectiva ubicación de la cámara, para hacerlo sentir como testigo privilegiado de lo que verá de aquí en adelante.

Power, con una magistral actuación, trazará un personaje ambiguo de principio a fin, víctima de una radical transformación. Iniciará como fue conocido en el mundo del cine: el líder humano y práctico, que actúa con firmeza cuando asume la responsabilidad de guiar a un grupo, en este caso, esperando un rescate ilusorio. No obstante, dos situaciones lo mutarán: el enterarse que el telegrafista del barco nunca pudo enviar la señal o mensaje de socorro, por daños en los aparatos, y el persistente consejo fatalista de un agonizante miembro de la tripulación para que no arriesgue la vida de todos los sobrevivientes, tratando de cuidar a quienes no podrían salvarse “por no estar aptos para ello”.

El mar no perdona

Holmes dará la pauta inicial del cambio de su personalidad cuando niegue, para no desperdiciar, un poco de agua a una mujer enferma. En ese instante, un fotograma más oscuro que la noche en alta mar dará la señal al espectador para que se aliste a presenciar un debate polémico, con acciones que pueden rayar lo inhumano y hasta lo inmoral. La lección darwinista de que sólo los más aptos serán los que sobrevivan, se elevará a su máxima expresión y preocupación.

En esta ocasión, las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos y hasta los inútiles no tendrán la primera opción de salvarse, sino todo lo contrario, deberán, “por el bien de todos”, ser desechados, pues los más idóneos son los que tendrán la oportunidad para sobrevivir.

Prácticamente, todo el filme se desarrolla en este espacio. La historia sienta su solidez en una creciente intensidad dramática por el buen uso del ritmo, lo que contrarresta cualquier falta de efectos especiales o espectacularidad del filme.

El mar no perdona también delata la doble moral humana, y como las personas modifican su comportamiento de acuerdo a los factores externos que se presenten. El rostro de Power, en el desenlace del filme, será el mejor ejemplo de cómo se simboliza el asombro ante este tipo de conducta.

Power realizó este filme un año antes de morir, y dejó entrever su gran capacidad para representar a un personaje difícil. Al final de la cinta, se hará una controvertida pregunta al espectador, a la que yo añadiría ¿Qué hubieras hecho en los zapatos de Holmes al mando de la nave?

El mar no perdona

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