El cuento de Antonia (Jorge Cadena)

En el nombre del Padre, del Hijo y de la interpretación libre.

El viento hace flotar la espuma del mar y las llamas con la misma intensidad. Son elementos naturales, arraigados a fuertes simbolismos y múltiples interpretaciones. Elementos que nos llevan a la tierra, al suelo firme donde damos rienda suelta a nuestras vidas, que en manos de niños pueden formular secretos. El cuento de Antonia tiene esos cuatro elementos vitales, y a partir de ellos nos habla de tradición y de superstición.

«Esta es la historia de la niña del vestido blanco en Bocas de Cenizas.»

Una frase conecta dos narraciones en el cortometraje: la inicial se basa en el fuego, en ritos paganos de barro y meditación, que nos empujan al pensamiento de ancestros y visionarios; la principal se basa en el agua, en un poblado lleno de pobreza donde la religión cristiana y el trabajo manual de los pescadores son los medios de vida. Allí encontramos a la niña del vestido blanco, ese disfraz que engalana la unión con un Dios cuya existencia desconocen los niños, pero que representa su pureza ante la entrega a un ser superior.

Antonia rompe con esa pureza pronto, y la historia emborrona ambas narraciones, las mezcla para así diluir lo real con lo referencial. No son importantes las palabras que se repiten alrededor de Antonia, una mera espectadora, el hilo conductor silente que quiere abrir a su paso nuevos caminos, muy distintos a los marcados por lo estipulado, ya sea por su condición de infante, de mujer o de pobreza. No hay límites en la evolución.

Jorge Cadena quiere rendir un homenaje a su tierra y lo hace desde el lugar que le vio crecer, rodando El cuento de Antonia en Barranquilla, Colombia, trabajo con el que ganó uno de los Tiger a mejor cortometraje en Rotterdam y que sorprendentemente era su proyecto final de estudios. La importancia del lugar va más allá del concepto de recuerdo, pues el realizador quiere hablar de lo terrenal por encima de todo, y a partir de ello entreteje una red que le permite evocar la vida actual en ese país.

Siempre defendemos que el cine no necesita basarse en un argumento lineal para expresar una idea sencilla. Jorge Cadena se aferra a esta opción y utiliza una visión artística, centrada en detalles que evocan esos conceptos, para así convertir una historia convencional en un cuento que ni siquiera espera a narrar una moraleja final, donde los elementos de la naturaleza obran a favor del relato sin romper con la realidad.

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