Corazón silencioso (Bille August)

Esther padece de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y ha decidido quitarse la vida antes de que el desarrollo de la enfermedad le imposibilite valerse por sí misma. La anciana mujer ha decidido convocar a sus dos hijas y el resto de su familia para que le brinden una buena despedida en su casa, como un último recuerdo que llevarse de ella antes de que llegue el momento de la verdad. Una reunión que a priori no es del todo placentera, habida cuenta de los viejos problemas que arrastran entre los miembros de la familia, pero todos intentarán dejarlos atrás por unos días para que Esther abandone este mundo con una sonrisa en la boca.

Corazón silencioso es la última película de Bille August, cineasta danés que dentro de su versatilidad siempre ha otorgado una especial atención al prisma de las relaciones humanas en el sentido dramático, como ya vimos en su reciente Tren de noche a Lisboa o la adaptación de Los miserables que realizó allá por 1998, sin olvidarnos por supuesto de la que ha supuesto su cima como cineasta: Las mejores intenciones, con la que ganó la Palma de Oro en Cannes. No es un hombre que se cuente entre los grandes del cine europeo contemporáneo, sobre todo después de que tras una brillante etapa inicial su carrera fuese poblándose de películas intrascendentes o muy por debajo de las expectativas.

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En esta ocasión, parte de un tema muy similar al de anteriores trabajos como los ya citados: la muerte, entendida en un ámbito personal como la aceptación del destino propio que cada ser humano debe realizar y, desde una perspectiva social, acerca de que asimismo tenemos que aceptar el destino de nuestros allegados. Esta es la cuestión que tienen que remediar Heidi y Sanne, las dos hijas de Esther: aceptar el deseo de su madre y dejarla marchar, con independencia de que médicamente pueda seguir en vida durante varios años.

Así, Corazón silencioso se convierte en un ejercicio casi psicológico sobre cómo el ser humano reacciona ante la proximidad de la muerte. La tensa espera que atraviesa al espectador hasta saber si a Esther le llega o no el momento de ejecutar o no su decisión, tiene su origen en el aumento progresivo en el nerviosismo de sus allegados, hasta tal punto de que entre ellos se comienzan a sacar los trapos sucios del pasado. Por tanto, la obra también se encamina a este terreno de análisis de las relaciones de familia, en especial las fraternales.

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Es interesante como August consigue narrar todo ello desde una perspectiva noble y exenta de morbo. Sabe transmitir la cuestión con credibilidad pero sin perder pasión, hace que nos preocupe lo que le pasa a los personajes. Maneja con habilidad su pasado, no suelta las cosas gratuitamente sino que va administrándolo en pequeñas dosis. Cuenta a favor con el siempre interesante tema (cinematográficamente hablando, claro) de cómo esperar a un suceso ya previsto y que es tan malo como irremediable, una cuestión en la que servidor siempre toma como referencia La última noche (25th Hour, Spike Lee), aunque lógicamente es muy diferente tanto en temática como ejecución de esta producción danesa.

Quizá a veces se pierde un poco en el exceso buenrollista, siendo el paradigma de ello la trama del hijo de Heidi, un personaje carente de relevancia. Tampoco August arriesga en demasía al darle otro enfoque a la trastornada Sanne, quizá por temor a alejarse del tema principal. Un aspecto que, en Corazón silencioso, el cineasta resuelve con bastante tino al tratarlo de una manera tan cercana, siendo amable con el espectador pero a la vez dejándole claro lo que le quiere transmitir.

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