Coherence (James Ward Byrkit)

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Sitges 2013: cierta película grabada con cierto teléfono móvil se presenta en la sección oficial. Me parece bazofia, pero a la salida del pase escucho que la gente repite el mantra que recitó el joven director: la película ha costado 14.200€. Y yo me pregunto ¿Por qué todo realizador novel que no tiene un duro se mete en semejantes embrollos? ¿Por qué siempre terror a la vieja usanza (en lugar de emplear el psicológico), zombies, pistolas,…? ¿Por qué hacen cine sobre el cine que han visto?

Y es que me afectaba mucho el haber visto, sólo unos pases atrás, la cinta que nos ocupa: Coherence. No tengo ni idea de qué presupuesto tuvo, pero desde luego no requería unos medios espectaculares y la podríamos haber filmado cuatro colegas (vale, no nos habría quedado tan bonita, pero la idea seguiría brillando). La grandiosidad de esta película reside en que sencillamente te cuenta cosas y “te las crees”. Y no sale ningún monstruo de CGI. Es ciencia ficción en la que acabas teniendo miedo a unas luces de colores de esas que se cuelgan al cuello. Porque tiene una premisa casi “verbal”. Lo que sucede nos lo creemos porque nos lo cuentan y con eso es suficiente. Espero que hayáis visto el cortometraje Agustín del futuro: la película juega en esa liga. Y eso es lo que la hace admirable: No porque haya intentando llegar donde llegan las películas de Hollywood (productos que dentro del género muchas veces parecen no tener nada que decir) con un presupuesto reducido: su premisa es su arma; no la compasión del espectador que se muestra condescendiente ante un bajo presupuesto. Los fans de películas como Primer (aunque creo que ésta tendrá mejor acogida), la pequeña gran obra que es Pontypool y, por qué no, hasta de las incursiones de Vigalondo en K. Dick están de enhorabuena.

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Porque esta película funciona y funciona por todos los lados. En palabras de los directores, que nos la presentaron, es una «película hecha con gran respeto por el público», «… un puzzle… el título es irónico».

La premisa es ya de por sí prometedoramente inquietante: en Finlandia, en 1923, el paso de un cometa provocó algunas reacciones extrañas en la población: desorientaciones, desvanecimientos, estados de confusión… una mujer confiesa a la policía el asesinato de su marido… su marido, vivo, se encuentra presente mientras ella declara. En la actualidad, unos amigos se reúnen para cenar, celebrando en pequeña reunión el paso de un nuevo cometa. Cosas extrañas empezarán (claro) a suceder. A medida que la confusión aumente, la de la dirección también, los planos parecerán encajar peor, habrá desenfoques y se dará paso a una excelente banda sonora de terror minimalista. Y, por vuestro propio disfrute, no revelaré más de la trama, porque sería contraproducente.

Esta película representa el poder de una idea potente, que se acompaña de unas interpretaciones que están a la altura. Representa el triunfo de la originalidad sobre el presupuesto. La película altera, sorprende y nos hace decir «¡Oh, ¿Es eso lo que está pasando?!». Hace con nosotros lo que le da la gana, mientras buscamos esa coherencia. Todo, y esto es cierto, con respeto.

Que la estrenen donde sea porque no puedo esperar para volver a verla. Sitges fue justo esta vez y le dio el premio al mejor guión. Recuerdo leer la noticia y asentir levemente a nadie en particular. Era coherente.

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