Chiara (Susanna Nicchiarelli)

La santa revolucionaria

La trayectoria de la directora italiana Susanna Nicchiarelli se ha ido decantando hacia el interés por los personajes históricos femeninos de marcada impronta pionera, innovadora e iconoclasta, siempre desde una mirada feminista, intimista y humanista. Si bien es cierto que en su debut Cosmonauta (2009), ensayaba una suerte de ‹coming of age› de profundo trasfondo político, enmarcado en los años sesenta del siglo pasado de su país, y que en su siguiente propuesta, La scoperta dell’alba (2012), se inclinó por la indagación en un episodio relevante de la memoria histórico-política italiana desde un plano familiar, a partir de su celebrada Nico, 1988 (2017), esta tendencia ha quedado asentada conformando un discurso cinematográfico cualitativamente coherente. Desde el retrato crudo, íntimo y realista de la icónica diva ‹undergorund› durante el último año de su vida, precisamente ese en el que la auténtica Christa Päffgen desarrolló por fin su carrera en solitario, hasta Miss Marx (2020), que analiza la intensa contradicción íntima de Eleanor “Tussy” Marx, entre su brillante activismo intelectual sobre la lucha de clases y el Feminismo, y la realidad abusiva de su relación amorosa con Edward Aveling, Nicchiarelli nos ha presentado ejercicios de estilo muy definidos que redimensionan el tan denostado ‹biopic›.

En su última propuesta, Chiara, que Filmin ofrece hasta el 24 de agosto en su Atlántida Film Festival, Nicchiarelli dirige su mirada hacia los posicionamientos vitales y morales de Santa Clara de Asís, la religiosa y santa italiana, seguidora del célebre San Francisco, con quien fundó la segunda orden franciscana o de las hermanas clarisas. La directora ha señalado que siempre le había fascinado la figura del santo mendicante por la radicalidad de su mensaje de pobreza. También conocía de la destacada participación de Clara. Sin embargo, en las películas sobre San Francisco de Roberto Rossellini o de Franco Zeffirelli apenas hay referencias a esta fascinante mujer —la única que ha redactado una regla de vida religiosa para mujeres—. Sí que adquiere una considerable relevancia en la versión de Liliana Cavani. Aquí, la Clara interpretada por la actriz británica Helena Bonham Carter, ejerce la función narradora de la vida de Francisco, compuesto en su línea expresiva habitual por Mickey Rourke. Partiendo de estas premisas, Nicchiarelli llegó a la investigación de la historiadora Chiara Frugoni, a la que está dedicada la película. Y se encontró con una historiografía completamente diferente a la versión oficial de la vida de Clara.

El film comienza en Asís en 1211 sobre un plano solitario y nocturno de dos mujeres jóvenes vestidas con suntuosos vestidos propios de la nobleza, que se dirigen a un encuentro decisivo en sus vidas. Chiara, de apenas 18 años, interpretada con intensa naturalidad por Margherita Mazzucco, y su amiga Pacífica, se enfundan en hábitos harapientos y prometen el voto de pobreza ante Francesco. El santo, en la piel de Andrea Carpenzano, ejecuta el ritual del corte de las largas melenas de las dos mujeres, de potente carga simbólica, y las conmina a refugiarse en un convento. Hasta allí acudirá su padre para obligarla a regresar a casa, pero Clara consigue resistir, y comienza su nueva vida guiada por la palabra de Dios junto a sus hermanas.

A partir de aquí, el relato de Nicchiarelli se esfuerza por reconstruir los sucesos y las señas de carácter que fueron cimentando la creciente fama y popularidad de una religiosa, cuya impronta vital y moral se alejó de las tradicionales reglas monásticas. Realiza inexplicables sanaciones, llamativos milagros, como el episodio en el que consigue hacer a su hermana pesada como una losa, para imposibilitar que nuevamente otros hombres de su familia se la puedan llevar de vuelta a la vida noble. Pero sobre todo, —para mí aquí está una de las claves que la realizadora desea destacar en su discurso—, Clara posee una mágica capacidad de atracción sobre unas cuantas mujeres que se unen a su misión con devoción, comparable con la de su maestro. Su comunidad de trabajo sigue aumentando exponencialmente con la incorporación constante de nuevas hermanas, y la cineasta nos lo cuenta por medio de la primera de una cuantas secuencias musicales, campestre y luminosa —casi “hippie”—, en la que todas bailan al son de la canción de Chiara.

Pero esta existencia casi idílica, se dará de bruces con la realidad cuando en 1216 Chiara solicite fundar una congregación de mujeres, una cuestión que nunca antes se había planteado. En la respuesta concluyente del santo padre se va a volcar la directora, mostrándonos una dialéctica de negación sobre la posibilidad de las mujeres de vivir en la pobreza, de viajar como sus hermanos, o de salir a enseñar la vida según el Evangelio, que culminará sin concesiones: «Sois mujeres, ninguna mujer puede dar ejemplo. Las mujeres son el origen del pecado. Todos morimos por su culpa». La confrontación con las consignas igualitarias de Chiara, «Soy una hermana de mis hermanas. Aquí ninguna es sirvienta», diametralmente opuestas a las normas jerarquizadas de los conventos de la época, no requiere de mayor valoración. Años después, en 1221, la desesperación de Chiara alcanzará un cenit cuando se reencuentre con Francesco, recién regresado de un viaje a tierra santa que a ella no se le permite, y se dicte el edicto papal que prohíbe el contacto de los monjes con las mujeres que no ingresen en conventos de monjas, a propuesta precisamente del monje que la acogió en su misión mucho tiempo atrás.

En sus compases finales, el film nos ofrece la emocionante despedida de un Francesco ciego y enfermo, que quería reunirse con Chiara por última vez “entero” —cuando muera «despedazarán mi cuerpo y lo venderán como reliquias a los feligreses»—, en un nuevo inserto musical al son de “Aleluya”. También la decisiva visita de Urdiolo, antiguo cardenal opuesto a las ideas de Chiara, convertido ahora en Papa, durante la cual queda perfectamente explicitado el discurso machista imperante frente a la propuesta de redacción de una regla para su congregación de nuestra heroína. Además, la directora se vuelca en subrayar la opulencia y la gula del mandatario en la mesa de las que no tienen nada —cuando se marche, apenas quedará pan para unas pocas, pero Chiara volverá a obrar el milagro—, y también su maledicencia, al lamentar que cada vez hay más congregaciones de hermanas como la de Chiara —incluso la de la hija del Emperador, Agnès de Bohemia—, y demandarle prudencia con estas mujeres “importantes”. Para terminar, Chiara se queda sola frente a la puerta del edificio de la congregación, muchas palomas simbólicas vuelan al unísono a su alrededor, y en un largo ‹travelling› acompañada de la canción Le cose più rare del cantautor italiano Cosmo, en un recurso musical especialmente sugestivo, llega hasta la mesa en medio del campo donde sus compañeras están repartiendo el pan, y efectivamente, contra todo sentido de la lógica, Balvina, la hermana más mayor que Chiara ya había salvado de la muerte, consigue cortar una rebanada para cada una de ellas. Y en el plano final, la Santa se come con gusto el pan, y nos mira sonriendo.

En el plano estético, Nicchiarelli ha vuelto a recurrir a Crystel Fournier para entregar una fotografía marcada por las coloraciones cálidas, que potencian la expresividad de los rostros, los espacios naturales que los rodean, y la belleza austera de los edificios religiosos, sobre una puesta en escena potenciada por simetrías que evocan primorosamente la iconografía histórica medieval. Y desde luego, ha vuelto a entregar una película intrínsecamente política, que en su recreación de la figura de Chiara consigue conectar con todo un universo sociológico y cultural de absoluta actualidad.

3 comentarios en «Chiara (Susanna Nicchiarelli)»

  1. Por fin he podido ver la película. Me ha gustado esa lucha de la protagonista por conseguir el espacio prohibido a la mujer durante tantos siglos, en este como en cualquier otro territorio, celebrado con ese mordisco a un pan que ya no se ha de acabar.

    1. Me alegro de que la hayas visto y de que te haya gustado. Desde luego el tema, el personaje y el relato de una lucha genuina por al igualdad en el siglo XIII y en el seno de la Iglesia católica, a mi me parece muy interesante y revelador en perspectiva histórica. Sin duda, el material historiográfico de la otra Chiara fue determinante del sentido del film. Esta directora tiene otras obras interesantes..Como el bio-pic muy sui generis y especial de la mujer tras el personaje Nico. Gracias por el comentario y un abrazo.

      1. También vi Miss Marx. Un cine el de la directora muy comprometido con su sexo. Supongo que conoces La sal de la tierra, de Biberman. También en Filmin y también reivindicando el papel de la mujer en un mundo de hombres. Un abrazo.

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