Somos expertos en hablar sin saber. Con ese sentido de dar por hecho lo que nos rodea, había asumido que Ángeles Huerta era una enamorada de sus raíces gallegas, pero lo de la directora, ahora lo sé con certeza, es un trasplante, una herencia adquirida con el tiempo, una mirada a su alrededor aprendida tras largos años de convivencia de una mujer que fue a vivir allí y supo extraer la magia de lo que le rodeaba. Vaya, no para experimentar ese torrente llamado ‹morriña› tienes que haber salido del huevo en sus tierras.
Sus dos ficciones experimentan con el entorno aprendido y hablan de un pasado que evidentemente conoce de la literatura o la narración ya muerta, O corpo aberto (2022) tiene tintes de terror y fantasía, algo de fantasmas y meigas, mientras Antes de nós (2025) intenta anclarse en la realidad mediante el biopic de un gallego nacido para cambiar algunas cosas. Aunque ambas dialogan en cierto modo entre ellas, apelando a un estilo propio de la gijonesa adoptada por Galicia, su cine nace (sí, como un río) en la crónica, pues fue Olvida Monelos (2016) quien la situó en el universo cinematográfico.
Este documental tiene parte de autoconsciencia y parte de aprendizaje sobre el entorno. Ángeles busca el nacimiento, cauce y desembocadura de Monelos para hablar de lo que ella misma entiende por secretos y por oscuridad a un tiempo. No es baladí la elección de este río que muere en A Coruña, pues con eso del progreso y la mutación de las ciudades, Monelos fue desviado y soterrado —maltratado y escondido— en favor de la creación de una ciudad no tan bella como podría esperarse de un lugar que conversa directamente con el mar, y esto es algo que he escuchado a sus habitantes, no una opinión personal.
El caso es que Monelos es la parte física del recuerdo, y la pérdida de memoria es la excusa para equiparar neuronas con cauces ya no tan caudalosos, porque si hay algo en lo que insiste la directora es en que la gracia de hablar de más reside en que probablemente acabes no contando nada. Ella misma lo expresa porque se presta a ser la voz en off que narra sus propias reflexiones y presta sus manos como voluntad humana que enlaza imágenes en un documental donde el montaje, obra de Sandra Sánchez, con quien coincidiría de nuevo en O corpo aberto, es un elemento esencial que da forma a estas idas y venidas a colación de un río, de un pasado, de una ciudad, de un sentimiento de tristeza por quien ya no puede recordar todo esto. Este montaje consigue que cohabiten entrevistas, imágenes de archivo, instantáneas vivas y grabaciones personales con la directora como protagonista (quien no enfrenta la cámara frontalmente hasta el final del metraje) para hablarnos tanto de la creación de una ciudad y al mismo tiempo del nacimiento de un secreto, que en este caso se convierte en un río escondido por los avances urbanísticos. Esto genera un cambio en la estructura visual y también el desarrollo del recuerdo colectivo donde encontramos mujeres hablando de su infancia, un patriarca gitano expulsado de lo que conocía como su hogar, vecinos que vieron mutar las aguas que corrían por sus pueblos y ex-alcaldes franquistas presumiendo de asentar las bases de lo que es ahora una ciudad industrializada. Todo ello genera un discurso colectivo que permite conocer ese secreto, en el que todos, pese a sus diferencias viven una misma intimidad, conocen lo que es el soterramiento en vida.
Ángeles Huerta bebe de muchas fuentes para construir su propio río, no todo es entidad propia, muchas imágenes son referencia de conocidos documentalistas —tiene un momento ‹sci-fi› semejante a 2001: una odisea en el espacio casi cercano a la ternura con el que experimentar sobre el vacío existencial— pero es difícil conocer el momento en el que una decide fagocitar el terreno con la historia personal, cuándo una historia sobre un río puede extrapolarse a la intimidad más descarnada sin que todos los participantes sepan que su propia visión de lo que sucedió con Monelos nos está mostrando su interior más protegido, quizá desconocido, naturalizado. En conjunto Olvida Monelos es inquietante, pues aunque se hable de un final, de ese momento en que el agua llega a terreno internacional pese a todos los impedimentos, nos remite al inicio del ‹affair› entre Galicia y Ángeles, entre terruño y creadora, que todavía tiene mucho que versar.

Larga vida a la nueva carne.