Adiós, idiotas (Albert Dupontel)

La gracia de ser un perdedor.

Una peluquera entregada que ve inminente el fin de su vida y quiere resolver una pérdida del pasado. Un informático entregado que ve inminente el fin de su vida porque no ha servido de nada su esfuerzo laboral. Un archivista que no ve y, de paso, no soporta la existencia de la policía abusiva.

De extrañas parejas siempre ha entendido Albert Dupontel, director y protagonista de sus películas que con los años ha afinado la soltura con la que tratar temas muy agrios y compaginarlos con total naturalidad con ‹la comédie française›. En esta ocasión va directo a por el maltrato, literal, de la instituciones públicas a los abnegados ciudadanos que, a base de vueltas que da la vida, se ven obligados a enfrentarse a las bravas con la burocracia. Una excusa como otra cualquiera para desatar una comedia de enredos que se mueve entre el chiste fácil y la lágrima enjuta al resultar sus personajes tan extremistas como humanos.

Así nos plantamos ante las radiografías de Suze Trappet, como si estuviéramos presenciando un capítulo de CSI París, para que estallen los desencadenantes de la película. Por una parte mostrar los paralelismos entre los dos protagonistas, Suze y JB, ambos con apellidos inabarcables para personas incapaces de prestar atención, con un hachazo en la espalda al ver desmoronadas sus vidas en un momento y con un objetivo claro con el que terminar su opaca realidad. Por otra, unir a los personajes para que, mezclados y de paso agitados, conviertan sus objetivos en una aventura imposible, entre mágica y ortopédica, para por pura cabezonería dar (darnos) la tranquilidad de un objetivo cumplido.

Adiós idiotas tiene ese perfil irreverente y absurdo de la comedia negra francesa, un punto burlesco en el que reírse de los males ajenos es totalmente plausible. Aquí se utiliza la palabra “perdedor” con todo el derecho, ya que construye la imagen de Virginie Efira y el propio Albert Dupontel como la pareja imposible e inapropiadamente empastada para llevar a cabo todos sus objetivos. Nos encontramos con los pequeños melodramas que afrontan sus vidas, para convertirlos en puntos críticos en los que divertirnos y empatizar con los personajes.

Lo que tendría que ser una simple búsqueda de archivo y un dramático despido laboral, acaba mezclando persecuciones policiales, escopetas y indagaciones delictivas en archivos personales vía pirateo informático volviendo un posible reencuentro maternal en una frenética historia de disparates animada y con un ácido sentido del humor bajo una capa de amabilidad que transforma Adiós idiotas en una película entretenida y sin complejos, que sabe mezclar el chiste recurrente y simplista con una estudiada estructura de desazón subjetiva, hasta convencernos de que las segundas oportunidades para aquellos nacidos con mala estrella no tienen por qué ser perfectas.

Aunque se va amansando a la fiera hacia el final hacia la comodidad del buenismo, Dupontel no pierde la oportunidad de demostrar su soltura como comediante sin sonrisa, y se adueña de la difícil conjugación de “triste oportunidad para ser feliz durante un instante” tras orientarnos por los escabrosos mundos de la muerte prematura, la pérdida, la enfermedad, la discapacidad y el desamor sin salirse de su propio tono.

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