«y al que le duele su dolor
le dolerá sin descanso
y el que teme la muerte
la llevará sobre los hombros.»
Ciudad sin sueño, Enrique Morente y Lagartija Nick
Ciudad sin sueño (2025), dirigida por Guillermo Galoe, es una revelación dentro del cine social español reciente, trascendiendo la etiqueta de mero documental ficcionado para adentrarse en los códigos del western y la fábula de resistencia. La película nos sumerge en La Cañada Real Galiana, el asentamiento irregular más vasto de Europa, a través de los ojos de Toni, un adolescente de 15 años. Lo que comienza como el retrato orgulloso de una familia de chatarreros se transforma rápidamente en una tensa cuenta regresiva marcada por las inminentes demoliciones. Galoe logra humanizar y dignificar este espacio marginado, ofreciendo una visión compleja sobre el arraigo y la supervivencia.
La narrativa se centra en el conflicto generacional y territorial: mientras el abuelo de Toni se aferra con tozudez a su hogar, negándose al desalojo, el joven debe confrontar el futuro incierto que se cierne sobre su comunidad. La película se articula magistralmente en la tensión entre el realismo áspero de la Cañada y los elementos de fábula que la habitan. Cinematográficamente, Galoe y su equipo consiguen un ambiente opresivo y, a la vez, poético. La ausencia de electricidad por las noches transforma el paisaje, permitiendo que las leyendas y el folclore local se filtren en la realidad de Toni. La cámara capta la arquitectura improvisada y las vidas suspendidas con una luz naturalista que subraya la dureza del entorno, contrastándola con la calidez de las interacciones humanas. Los planos abiertos acentúan el aislamiento de este “no-lugar” a las afueras de Madrid, mientras que los ‹close-ups› se centran en los rostros de los protagonistas, permitiendo que la dignidad y el miedo de la Cañada se lean en sus expresiones. La dirección de arte, sin caer en el pintoresquismo, respeta la identidad cultural de las familias gitanas y árabes representadas, elevando su lucha a un terreno universal.
La gran fortaleza filosófica de Ciudad sin sueño reside en su lúcida exploración de la dignidad de lo invisible. El filme no solo denuncia la exclusión social, sino que interpela directamente al espectador sobre la cómoda evasión de la sociedad urbana que vive ajena a esta realidad. Galoe plantea una pregunta poderosa: ¿Qué significa realmente pertenecer a una comunidad y cuánto estamos dispuestos a sacrificar por el arraigo?
La película se convierte en un ‹rara avis› en el panorama español, tradicionalmente centrado en valores cosmopolitas, al obligarnos a mirar hacia los márgenes. Al final, el dilema de Toni (elegir entre un pasado que se desvanece y un futuro incierto) es un espejo de la elección moral que enfrenta la propia sociedad: dejar que un mundo se derrumbe o reconocer la resistencia y la humanidad que habita en él. Es un llamado a la empatía envuelto en un relato de madurez vibrante y profundamente honesto.









