Este año 2025, se cumplen 100 años del estreno en Berlín de Bajo la máscara del placer (Die freudlose gasse) cuya traducción sería “La calle sin alegría”, título que se adoptará en el resto de países. Tercera película del director austriaco Georg Wilhelm Pabst (1885-1967) y su primera gran obra, adapta una novela del escritor Hugo Bettauer, que retrata la miseria y la degradación social en la Viena de los años 20.

Contextualizando el momento histórico, sabemos que la República de Weimar, en lo que al cine se refiere, abrazó el expresionismo, primando lo artístico y representando la realidad de la época de forma más simbólica o indirecta, por grandes maestros como Lang o Murnau. Pero no era el caso de Pabst, que se propuso contar, con toda la crudeza, lo que estaba pasando en la calle, la realidad social del momento.
Película de casi dos horas y media de duración, dividida en 9 actos, nos presenta toda la sordidez e inmoralidad, extractada en un callejón de Viena, donde se acentúan las diferencias de clase y los contrastes entre ricos y pobres. Un marco en el que la supervivencia supone una renuncia a los principios y donde las mujeres, presentadas como responsables del sustento familiar, son arrastradas como mercancía para complacer a los hombres de mejor posición. A esto se le une el fondo de la crisis económica y bursátil, especuladores sin escrúpulos e incluso un asesinato.
El film transita en torno a esta degradación sin esconder nada, mostrando la abyección de unos y los sacrificios y derrotas de otros, con un estilo que muestra una propensión por el realismo social, pero con algunos toques expresionistas en su estética y un fondo melodramático que ayuda a una mejor digestión de la obra en su conjunto.
Desde el punto de vista de la más estricta cinefilia, hay que destacar la superlativa presencia de una jovencísima Greta Garbo en el primer gran papel de su carrera. Se nos presenta muy guapa, con la interpretación matizada de una mujer sometida a todo tipo de presiones y tentaciones machistas, teniendo que afrontar el dilema entre sus principios y la posibilidad de aliviar la ruina familiar. Junto a ella, Asta Nielsen, una gran estrella de la época, olvidada como otras muchas, al retirarse con la llegada del cine sonoro por la dificultad de adaptarse a los nuevos tiempos interpretativos.

La película se ve con desasosiego, es incómoda, los malos son muy malos, desagradables, y carecen de cualquier tipo de escrúpulo. Frente a esto, el pueblo, tanto las clases medias como los pobres y sobre todo las mujeres, están siempre oprimidas y deben someterse si quieren sobrevivir en una sociedad que parece haber perdido todos las parámetros respecto a la moralidad, decencia y compasión.
Hay primeros planos impactantes, alguna cámara lenta e incluso cámara en mano, pero el estilo es en general oscuro, mostrando atención por la miseria y la desigualdad, que marcan una serie de historias entrecruzadas de personajes que habitan una misma calle, en una película que es germen del cine social.
Así, no extraña que el film fuera prohibido en algunos países y parcialmente censurado en otros. Quizás se entendía que era demasiado real para un público que se reconocería en muchas situaciones y que podría sentirse, o bien movido al desánimo o, por el contrario, inclinado hacia la acción, nada de ello deseable para el ‹establishment›.
Notable película, sobresaliente en su intención y arriesgado y pionero ejercicio cinematográfico que merece la pena revisar; de un director, Pabst, oculto y a la sombra de la genialidad de otros, fuera de campo por su apuesta más social frente al expresionismo imperante y de trayectoria singular y poco conocida en nuestros días.






