Kazik Radwanski… a examen

Ya desde su ópera prima, Tower, un film tan difícil a la par que incómodo, el cine de Kazik Radwanski ha optado por revolverse sobre los recovecos de una psique quebrada, conducida por un inconstante tránsito y reducida a un universo que copan sus personajes centrales en aras de una áspera introspección. En definitiva, los films entallados por el cineasta canadiense huyen de lo acomodaticio, asentándose en una veta del drama psicológico que no incide en lo alienante desde una perspectiva genérica que a menudo se siente la opción más adecuada pero al mismo tiempo obvia, accesible.

No obstante, y aunque el autor de la recién estrenada Matt y Mara no se sumerja en aspectos más cercanos a lo terrorífico de situaciones perfectamente asumibles, sus films no dejan de resultar tan o más inquietantes como lo pudiera ser una pieza de género, suscitando incluso un mal rollo que no es forzado, y que se sostiene en la hoja de ruta de personajes que avanzan en un trayecto inestable, en el que el desequilibrio bien pudiera ser una máxima.

Es, de hecho, la forma en cómo introduce al protagonista de su segundo largometraje hasta la fecha, How Heavy This Hammer, un modo de acentuar dicho carácter. A partir de un plano donde la imagen digital se contrapone con la realidad, Radwanski nos presenta a Erwin, un personaje cuya abstracción a través del videojuego en el que está inmerso —una idea que es reforzada mediante la banda sonora, con una pieza operística de fondo— queda patente en esa estampa inicial.

Pero nada parece llevar a pensar que Erwin sea un individuo fuera de sí o alienado en cierto modo de la sociedad. De hecho, los partidos en un equipo de rugby en el que juega junto a algunos amigos, y una vida familiar aparentemente corriente refuerzan la sensación de normalidad. Pero dicha imagen se rompe, de repente, con actos aleatorios de violencia, tanto física como verbal, cuando su mujer le advierte que debería reposar en un lugar adecuado mientras se duerme viendo un film y genera un estallido en él, o cuando de repente, en uno de los partidos, golpea a un rival sin que apenas nadie lo perciba. Pero, lejos de buscar confrontación, evita cualquier controversia que pueda sacudir su particular equilibrio, en especial ante su mujer, a quien dice no tener ganas de discutir. Como ese momento en el cine, cuando huya de la sala tras ser apercibido por sus ronquidos.

Radwanski describe así un personaje las veces apático, que incluso se muestra arisco, prefiriendo huir de ciertas situaciones —la escena en la escuela, donde la profesora le recomiende buscar las botas de su hijo en objetos perdidos, consejo que Erwin rehuirá con desgana—, pero que a su vez sabe darle la vuelta a situaciones desfavorables. Para él, sumido en ese mundo digital en el que abstraerse, ganar se antoja más un mecanismo que una forma de acceder a lo que desearía.

How Heavy This Hammer relata así una crisis existencial donde la asunción de una nueva etapa no parece traer nada bueno para su protagonista, inmerso en una situación que le resulta incómoda y fastidiosa, y cuya reacción suele ser desmesurada. No por ello estamos ante un individuo violento o impulsivo, y es que esos arrebatos desaparecen en situaciones cotidianas donde no se siente frustrado ni empequeñecido por el cansancio que le atenaza a todas horas, hasta el punto de no saber ni en que día vive.

En esa pulsión psicológica, el film se expresa empleando planos cerrados que persiguen a Erwin con constancia, alentando un realismo en ocasiones agrio, pero que sin embargo no nos aleja de ese hombre también comprensivo y capaz de aceptar algunos de sus errores, adoptando incluso una temerosa perrita en la que volcarse.

El film que nos ocupa, y que hallaría más tarde reflejo en Anne at 13,000 Ft. y, en menor medida, en Matt y Mara —siendo quizá su obra, sin apartar esa aridez presente en su cine, menos abrasiva en ese aspecto, aunque continúe poniendo foco sobre personajes tan terrenales en la superficie como desconcertantes en el fondo—, perfila a Radwanski como uno de los autores más consecuentes del presente, sea su cine más o menos, por decirlo de alguna manera, “apetecible”. Y es que hay en su mirada insobornable, en ese modo de forjar a fuego retratos inusuales e incluso en cierto modo turbadores, una constante que le aleja de terreno conocido, sumergiéndose en la psique de sus personajes con una autenticidad, ni que sea por su imperfección, que muy pocos saben encontrar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *