El árbol magnético (Isabel de Ayguavives)

Cuenta la leyenda que en la zona de Jahuel, relativamente cerca de Santiago de Chile, se puede contemplar un árbol con propiedades magnéticas, de tal manera que si dejas aparcado el coche cerca de él, inmediatamente comenzará a acercarse a dicho árbol de manera bastante sospechosa. Un fenómeno natural que da mucho de que hablar por la zona y que es toda una bendición para aquellos que tienen un complejo turístico a su alrededor (está situado en propiedad privada), ya que pueden hacerse su agosto particular.

Qué mejor excusa que tal fenómeno paranormal para contar una historia de reencuentros, de personajes desarraigados, de costumbres ganadas y costumbres perdidas. Tal obra nos la presenta la española Isabel de Ayguavives, que tras su paso por el cortometraje debuta con El árbol magnético en el plano del largometraje. Cuenta cómo Bruno vuelve después de mucho tiempo a Chile, concretamente a esa región de Jahuel en la que él se crió, después de haber emigrado a España para labrarse una carrera. Allí se encontrará con multitud de caras conocidas, resaltando entre ellas la de Nela (o Nelita), una prima con la que mantendrá una tensión amorosa bastante peculiar.

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El denominador común en toda la película de Ayguavives es la interacción entre familiares en medio de un entorno natural. En apenas una hora y veinte minutos de película desfilan por la pantalla tantísimos personajes que es imposible controlarlos a todos, así que bien hace la directora en centrarse únicamente en los dos protagonistas, muy bien caracterizados por Andrés Gertrúdix y Manuela Martelli, ofreciendo sólo unos pocos retazos de los secundarios. De vez en cuando, se nos ofrece un plano del entorno natural en medio de una acción llevada a cabo por los protagonistas, tales como la caza y la pesca. Pero no son planos que provoquen modorra ni estén puestos porque sí, sino que realmente ayudan a conectar bastante bien las escenas.

Pero pronto se hace obvio que la máxima pretensión de la película no se encuentra en sus imágenes, sino entre sus diálogos. Ayguavives teje en El árbol magnético la psique de un hombre que vuelve a su tierra, pero que lo hace ya despojado de cualquier signo probatorio de que efectivamente pudiera ser originario de allí, cosa que no se demuestra ni en sus costumbres ni por supuesto en su madrileño acento. Bruno por tanto es una persona que vive bastante del pasado (así parece echárselo en cara otro de los personajes), ya que cada vez que alguien le pregunta por lo que está haciendo en la actualidad responde con evasivas y no arroja la más mínima intención sobre sus planes futuros.

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Ayguavives arriesga bastante metiendo entre medias de este relato la trama entre Bruno y su prima Nela, en la que se nota con claridad que ambos se desean mutuamente, algo que por motivos obvios no está bien considerado en el plano moral o social. Por tanto, era imperativo conducir de manera correcta esta vía para que no empañase el producto final, ya fuera por resultar por resultar polémico o estorbar en el aspecto dramático. La cineasta consigue evitar ambas cosas y al final la sensación que se queda es satisfactoria, ya que en cierta manera (y sin destripar nada) se deja al espectador que juzgue lo que ha pasado y lo que pasará entre ellos.

El árbol magnético es una película bastante agradable en su envoltorio y amarga en su contenido, dicho esto último en el buen sentido porque el trabajo realizado por Ayguavives en su faceta de guionista es superior al conseguido detrás de las cámaras, ya que logra crear la historia de un hombre que tristemente ya nunca volverá a ser el que un día fue. Cierto es que el poso final que deja pudiera no ser el de haber asistido a una gran película, pero sí es lo suficientemente interesante como para seguir la pista de quien la ha llevado a cabo de cara a futuros proyectos.

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