Tras su experiencia como director y más especialmente guionista en la televisión de su Alemania natal, Frédéric Hambalek presenta su segundo largometraje con What Marielle Knows, una cinta que nos sumerge en los tambaleantes cimientos de un matrimonio que descubre cómo su hija es capaz de conocer sus más íntimos secretos, con su sorprendente capacidad de ver y escuchar todo aquello que sus padres hacen debido a una agresión sufrida en el colegio. Esta premisa, más digna de una especie de capítulo televisivo distópico, sirve de tejido argumental para mostrar el lado menos amable de una relación conyugal que parece perfecta; sale a relucir una aventura extramatrimonial de la madre en su entorno de trabajo, además de la experiencia traumática que a nivel profesional vive el padre. Ante esto, es inevitable que la pareja entre en una deriva que detona inseguridad, coacción emocional y un creciente estado de incertidumbre.

A pesar de lo estrambótico de la premisa, a la cual adelantemos que no hay esfuerzo por dar cierta cordura, sorprende la facilidad de Hambalek por demostrar cierta normalidad conceptual en la misma, dejando pista abierta para que el drama familiar sea el tono dominante durante toda la narración. Un film que siguiendo la tradición centroeuropea retrata la cotidianidad con una estética cristalina, un enfoque de realidad en el que pivotan las brechas que paulatinamente se generan en la relación conyugal, todo ello tratado bajo una cercanía emocional que añade más realismo a una realidad que se antoja como mucho más habitual de lo que podamos esperar. Se pueden extraer dos lecturas interesantes tanto del loco precepto que detona el argumento del film, como del desarrollo que Hambalek hace de este relato decadente de las relaciones conyugales; por una parte, ese delicado examen que podemos comprender de esos núcleos familiares perfectos de cara al exterior, pero en cuyo día a día parecen existir cotidianidades que manifiestan las relaciones en silencio. Por otra, se llega a descifrar un símil entre la dolencia de la niña, cuya habilidad le ha otorgado unos inexplicables poderes telepáticos, con ese espionaje cibernético continuo al cual estamos sometidos día a día a través de redes sociales y nuestros teléfonos móviles. La facultad de fantasía del superpoder de la niña, unido al tono de cruel fábula con el que es tratado, facilitan esta vía de comprensión del film en su subtexto.

Varias son las facultades que hacen de What Marielle Knows una película muy intensa, subrayando a este respecto el delicado trabajo actoral (fantásticos Julia Jentsch, Felix Kramer y en especial Laeni Geiseler, quien interpreta a la niña Marielle) y más especialmente el enfoque con el que la película es desarrollada, que esquiva con habilidad esa tentación de circular su progreso a través de las ramificaciones productivas del telefilme, hábitat de origen de su director. El drama familiar y el contraste emocional que de se deriva de él, en el que la habilidad de Marielle es un campo de minas que el matrimonio debe esquivar para mantener estabilidad, está fusionado con el innegable toque ‹fantastique› de su punto de partida, una especie de punto de eclosión para que el espectador se sumerja a través de las costuras de un matrimonio modélico, propio de una clase social normalizada y fácilmente identificable. Es por ello que la primera impresión que nos pudiera dar el punto de partida, que como se ha dicho antes, parece más propio de una distopía cercana, nos permite detectar unas claras pretensiones sarcásticas en su retrato social bajo una incisión que acaba dominando los diferentes actos bajo los que evoluciona esta montaña rusa de baches que el matrimonio deberá esquivar.
Estrenada en la pasada Berlinale, en la que recibió una más que notable acogida, es digno de mención la valentía con la que la película muestra ese reverso oscuro de lo cotidiano, lo que permite superar esa barrera de lo extravagante de su punto de partida. A este respecto, es inevitable pensar el cómo habría fluido la película si en su premisa se hubieran concatenado algunas ramificaciones del cine de género, aunque probablemente fuese algo incompatible con las pretensiones discursivas del director. La introspección reflexiva acerca de esas realidades hipócritas que sostienen la imagen pública de una familia de clase media acomodada se sienten exploradas desde un prisma un tanto incómodo, principal objetivo de una cinta donde el disparate de su idea primigenia esconde las realidades irritantes del día a día.







