arma
- f. Instrumento que sirve para atacar o defenderse.
- f. Medio natural de defensa o ataque de las personas o de los animales.
- f. Medio que se utiliza para conseguir algo.
No resulta difícil reconocer un arma, esos instrumentos que, poco a poco, se han transformado más en una forma de ataque que de defensa. Un objeto que, en los tiempos que corren, es relacionado directamente con aquello físico, tangible, capaz de herir, haciendo a un lado esa acepción en la que se deviene un medio, una vía.
Weapons se rige por esas armas. Un dedo señalando a quien cree culpable y alentando una masa uniforme contra esa figura; un relevo oportuno para alejar a una persona de su puesto de trabajo y no asumir consecuencias; un golpe certero por la frustración al no haber previsto una situación obvia. Acciones aisladas, pero al fin y al cabo un medio que el individuo maneja en ‹pos› de una cierta comodidad, de una posición donde lo obvio, lo fácil, puede y debe ser visto como solución.
Zach Cregger demostró en su ópera prima, Barbarian, que explorar nuestros monstruos es para él una respuesta, un modo de atisbar nuestro rol como individuos de una comunidad cada vez más polarizada; en la que aquello que se considera evidente, lo es, y no hay discusión posible. No sorprende, pues, que en su nuevo trabajo vuelva sobre sus pasos: basta con que un engranaje se mueva en el sentido opuesto a las agujas del reloj para que todo salte por los aires y lo primordial sea la búsqueda de culpables. Así funciona la sociedad actual tal y como la conocemos, y el cineasta norteamericano la describe con aplomo, sin vacilar, haciendo emerger un reflejo certero.
Resulta, de hecho, reveladora la voz en ‹off› con que abre su segundo largometraje, donde se nos emplaza a un escenario real, a una crónica negra oculta, y a una serie de circunstancias que harían devenir todo aquello en un silencio sepulcral e instantáneo.
El terreno dispuesto por Cregger, acerca así la realidad a un marco ilusorio en el que el horror surge como mecanismo central, en ningún caso como pretexto. Y es que una de las virtudes sobre las que articula Weapons es la asunción del cine de género como un todo. Su discursiva, aquello que reside en el fondo, no opaca pues la esencia de un thriller que recurre al terror para confrontar nuestros miedos e inquietudes, e incluso encuentra en el humor un nuevo contrapunto desde el que retratar un patetismo que no hace sino manifestar la debilidad a que nos expone cada contexto.
Es por ello que su narrativa fraccionada no hace sino funcionar como espejo: en ella encontramos las repeticiones habituales de este tipo de historias segmentadas, pero asimismo una forma de complementar y desarrollar cada retrato por separado. Así, el dispositivo al que se acoge el cineasta norteamericano no sirve únicamente como gestor de la intriga, a través de sus distintas y acertadas elipsis —un proceso que repite tras Barbarian con mayor precisión—, sino también a modo de proyector de distintas realidades que complementan el relato central, aquel que sirve como percutor de la acción de cada personaje, por insignificante que pueda parecer.
Cada crónica, cada nuevo paso en Weapons, otorga de esta manera incentivos más allá de la resolución del misterio inicial. No es baladí o caprichosa la estructura implementada por Cregger en tanto desarrolla las posibilidades de un film juguetón pero concienzudo. Lo que en Barbarian, pues, suponían titubeos, en Weapons devienen certezas. Las mismas que arroja un autor capaz de condensar atmósferas malrolleras, tejer secuencias de lo más funcionales sostenidas por algún que otro ‹jump scare›, dar cuerpo a un thriller que se desenvuelve entre la paranoia y la locura tan propias de nuestra sociedad, que se despoja de la rutina y conjeturas con una facilidad inusitada, y realizar una mixtura que, sin ser novedosa ni mucho menos, resulta refrescante, aguda y terroríficamente divertida.
Porque esta suerte de cuento macabro que se nos descubre con temple y sobriedad, pero sin aquella gravedad tan propia que despojaría de toda su fuerza un film que recoge la mejor herencia de ese terror macabro, imprudente e inesperado en su excentricidad, pero le otorga el cuerpo y dimensión de un thriller intenso aunque las veces arquetípico.
Weapons emerge al mismo tiempo como una brillante disección y como un ejercicio de género sin condición ni pauta, que explota sus virtudes como si cada minuto fuera el último, construye un microcosmos con una personalidad arrolladora y revela la capacidad del cine de terror por continuar explorando lugares inhóspitos, revelando una ductilidad que lo convierten en una de las mejores armas de nuestro presente para exponer los límites de una sociedad viciada que, sin lugar a dudas, son el mejor condensador de eso que llamamos miedo.

Larga vida a la nueva carne.