El poder de la propaganda
En palabras de Herbert Marcuse desde las páginas de su relevante El hombre unidimensional, la sociedad industrial avanzada había creado falsas necesidades en los individuos integrados en el sistema actual de producción y consumo. El pensador alemán llegaba a estas conclusiones desde el análisis de las sociedades industriales más desarrolladas del mundo occidental, en las que ubicaba los nuevos rasgos totalitarios de la sociedad capitalista bajo la falsa apariencia democrática y liberal de la época. Este sentido programático desde una perspectiva social y manipulador desde el punto de vista mercantilista de la omnipresente publicidad, se complementa con el reverso equivalente y aun más tenebroso de su función reflectora de los valores socio-culturales que las manifestaciones propagandísticas de un tiempo y un lugar aglutinan.
Podríamos pensar que estas reflexiones andaban por los pensamientos del desafiante director rumano Radu Jude a la hora de enfrentar su última producción que presentamos con motivo de su participación en el festival de cine Atlántida de Filmin. El artífice de títulos ya emblemáticos de la cinematografía autoral europea más estimulante de las últimas décadas como No esperes demasiado del fin del mundo (2024) o Sexo desafortunado o porno loco (2021), en celebrada asociación con el filósofo Christian Ferencz-Flatz, ejecuta en esta ocasión una exploración fascinante de la Rumanía post-socialista a través del prisma de la publicidad. Haciendo uso exclusivamente de anuncios publicitarios encontrados en internet, compone un retrato multidimensional de una sociedad en transición, en la el consumismo desenfrenado se erige en el nuevo símbolo de libertad tras décadas de represión política bajo el régimen de Nicolae Ceaușescu.
La película se estructura en ocho “postales”, cada una enfocada en una suerte de temática de índole socio-cultural diferente, que permite una perspectiva diversa de los valores y los deseos que han moldeado la cultura rumana contemporánea. Este enfoque temático subraya cómo ciertos patrones de consumo y pensamiento persisten o se modifican a lo largo del tiempo. Y en esencia las principales tensiones y conflictos de la sociedad rumana se mantienen en este nuevo contexto de compulsión capitalista como antes lo hicieron en la opresiva y corrupta dictadura socialista. En su recorrido, comienza con un capitulo dedicado a la “Historia de los rumanos” plagado de tópicos esencialistas nacionales y específicamente testosterónicos, y prosigue con unas postales muy ilustrativas de la nueva etapa mercantilista como “El dinero habla”, “La revolución tecnológica”, o “Espejismo mágico”. Resulta también muy elocuente el segmento titulado “Las edades del hombre”, en el que se examinan las distintas etapas de la vida humana a través de productos tan variados como la leche para bebés, los medicamentos para el corazón o la telefonía móvil, y destaca por su retrato estereotipado de un hombre blanco heteronormativo, obsesionado con la calidad y el precio de los productos cotidianos como vehículos de ascensión social, así como el episodio “Masculino y femenino”, que resulta en un potente alegato sobre la sexualización impenitente de las mujeres y sus cuerpos. Para terminar, el epílogo “El apocalipsis verde” se revela como un viaje de retorno a la naturaleza y sus indefensos animales, con esa ídilica estampa final de una cascada en forma de corazón.
Es fundamental destacar el vertiginoso ejercicio del montaje, obra del editor Cătălin Cristuțiu, que consigue emular a la perfección ese desbocado frenesí del consumo post-socialista. La velocidad de los cortes genera un ritmo acelerado que, más allá de reflejar la urgencia del consumismo, actúa también como una crítica poderosa a la superficialidad inherente de los mensajes publicitarios. Esta celeridad también pone de relieve la fugacidad y la falta de profundidad en la construcción de deseos y aspiraciones en una sociedad ansiosa por adoptar los valores capitalistas. Por otro lado, la ausencia de una estructura narrativa en el film permite que las imágenes y los sonidos se expresen con autónomamente con contundencia, generando un ‹collage› que requiere una participación activa por parte de la audiencia. Asimismo, esta elección formal invita a una reflexión crítica sobre la influencia de la publicidad en la construcción de la identidad nacional y en la cultura.
Por supuesto, el ingenio idiosincrático de Radu Jude, con su característico sentido del humor tan negro y tan cáustico, transforma las prosaicas vicisitudes cotidianas que emanan de los anuncios analizados en oportunidades de reflexión sobre las grandes cuestiones existenciales, explorando la vida, el amor, la muerte, las tensiones entre la tradición y la modernidad, o la desigualdad de género, entre otras. De esta forma, la película de Radu Jude no se limita a documentar los claroscuros de un periodo crucial de la Historia contemporánea de Rumania, sino que también es capaz de ofrecer una mirada profunda y analítica sobre los conflictos inherentes de una sociedad que ansía redefinirse en un mundo en constante transformación.

«El Cine es más hermoso que la vida.»