The Spiral (María Silvia Esteve)

Ya en el anterior trabajo de María Silvia Esteve, Criatura (2021), se podía observar una línea clara en cuanto a sus intereses temáticos en relación al trauma y la naturaleza subjetiva de la memoria, de cómo estas mediatizan la identidad. También el despliegue visual basado en la generación de imágenes sintéticas hacía reconsiderar —más allá de la apariencia de montaje de archivo— la experimentación de la directora con la imagen y su percepción como sustrato fundamental de su largometraje documental Silvia (2018), que trasciende su conexión personal con el material con el que construía su discurso. Ahora con su nuevo corto The Spiral (2022) se confirma esta evolución con un filme que tiene su origen en una discusión con una amiga y sus audios de WhatsApp. Un suceso personal que actuaría de fuente de inspiración de profundas resonancias para la autora. Esteve busca en su propio interior para recrear un estado emocional y psicológico oscuro y opresivo, que se transmite al espectador a través del tratamiento agresivo del color, del juego con la estructura con abundancia de elementos simbólicos, superposiciones, animaciones, voces y las piezas musicales que se integran en una obra conceptual cerrada y circular, que abandona por completo la representación figurativa y lineal de la realidad para ser más fiel a ella.

En el interior de una casa se proyecta antiguo metraje de una niña hablando con su reflejo en un espejo, que ha dejado de seguir sus movimientos para desafiarla. Lo primero que cuestiona The Spiral así es la autenticidad de la percepción de nosotros mismos y en relación a nuestro entorno. ¿Qué sucede cuando se produce una ruptura, una disociación entre la subjetividad del individuo y lo que ocurre a su alrededor? La hipocondría y la ansiedad generan una indescriptible alteración de la conciencia, que el corte de la continuidad marca como inicio de la narrativa interna de la cinta. Una narrativa basada únicamente en aspectos audiovisuales, que acopla las reflexiones de distintas voces poniendo palabras y silencios a su relato. Sobre un recuerdo fragmentado se definen imágenes distorsionadas, focalizadas con el viñeteado en negro del plano a su alrededor como si estuvieran al final de un túnel que expresa la dificultad de su acceso. La espiral del título se desarrolla con la calculada reaparición de motivos recurrentes como los ojos, un ciervo, la niña de la proyección inicial y de la canción Legend of the Snake de The Bollock Brothers apuntando al hogar de su infancia como el origen de todo. También con la melodía del vals de la suite sinfónica Masquerade del compositor Aram Khachaturian, que evoca los movimientos de rotación de un baile cuyo origen etimológico del nombre proviene precisamente del alemán “Walzer” (girar).

La cineasta argentina establece con precisión el dispositivo formal a partir de un minucioso montaje. Esa precisión es sobre la que se muestra su habilidad para generar imágenes repletas de ambivalencias de carácter onírico con sus superposiciones y transparencias. Un corazón es la pupila de un ojo y la escala de este órgano humano se trastoca al mostrar ampliada cómo la sangre corre por nuestro sistema circulatorio. Las elaboradas composiciones son objeto ideal de la mirada del método paranoico crítico del estilo de Salvador Dalí, de quien es imposible eludir la referencia en uno de los planos que recuerda de manera muy directa a la escena clave del sueño del personaje de Gregory Peck en Spellbound (Alfred Hitchcock, 1945), en cuya creación participó el artista catalán. Fusionando y vinculando elementos simbólicos aparentemente inconexos, la directora crea imágenes que parecen salidas de ejercicios surrealistas, que permiten la interpretación y resignificación cuanto más detalle se perciba —tanto dentro de la misma imagen como en relación con las demás—. La depuración estética de María Silvia Esteve es aquí absoluta, marcada por unas circunstancias de creación en solitario que han liberado por completo su capacidad de abstracción de lo íntimo en términos estrictamente cinematográficos. De este modo aborda la dimensión política de la película, desde su experiencia personal filtrada a través de recursos fílmicos vanguardistas.

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