The Days That Confused (Triin Ruumet)

Los desechos de la sociedad danzando su último verano

Desde el festival de Karlovy Vary, donde se alzó con el premio especial del jurado en la sección East of the West, nos llega The Days that Confused, primer trabajo de la joven cineasta estonia Triin Ruumet, que nos lleva a finales de los años 90 desde el punto de vista de Allar, un chico de 27 años cuya vida transcurre entre fiestas, música electrónica, perseguir chicas con los colegas, beber y vuelta a empezar.

En una de las primeras escenas, observamos a Allar y sus amigos incordiar a un grupo de chicas que juegan al volleyball. La escena sirve para poner sobre la mesa quienes son esos jóvenes. Descubrimos que provienen del mundo rural y su actitud, ropa e interacción entre ellos y las chicas —que proceden de la ciudad— nos lleva a situarlos en un estrato social bien determinado y encasillado por todos, el de unos jóvenes que ni trabajan ni terminaron la educación elemental, que se mueven como una tribu y queman sus años dorados entre cerveza barata y música electrónica.

Tras esta presentación, los chicos se montan en un coche y surcan las carreteras secundarias borrachos y a toda velocidad, entre risas, cigarros y ninguna preocupación por lo que pueda pasar mañana. De pronto, en una curva, el vehículo sufre un aparatoso accidente. Todos quedan malheridos pero, por suerte, no hay que lamentar nada grave. Entonces Allar, nuestro protagonista, comienza a correr. A huir. Lo que parecía otro chico más quemando sus años dorados con los amiguetes, se revela como un personaje consciente, de golpe, de la deriva a ninguna parte por la que transcurre su vida.

Tras mucho correr por el bosque, llega hasta un lago donde descubre a Juulius, un mafioso que ve en el joven la determinación y las ganas de salir del callejón sin salida en la que se ha convertido su vida.

Así pues, la cinta se articula entre la indecisión de Allar, que queda anclado y atado en un cruce de caminos donde no parece encajar en ninguna de las posibles vías que se le ofrece. Seducido por el dinero fácil y las fiestas, pronto descubrirá la otra cara de la vida criminal. La vuelta con los amiguetes de toda la vida le devuelve a una muerte lenta entre cervezas y bromas viendo pasar la vida. El mundo representado por una de las chicas que conoce, proveniente del universo urbano y acomodado de la universidad, le escupe en la cara su condición social, económica y cultural. Y el mundo laboral se le abre a Allar lleno de sinsabores, representado en un trabajo familiar que pronto queda descartado.

La película se detiene también en capturar el ambiente que rodea a la pandilla de Allar y sus amigos, y al mundo rural estonio entregado al mundo criminal. En ambos casos son retratados con una masculinidad bien irónica por parte de su responsable. Una masculinidad anclada en un ambiente de tribu, donde las mujeres parecen más trofeos que otra cosa, pero mostrado igualmente con atino por parte de su directora.

Así pues, tenemos un grupo de ya no tan jóvenes muchachos danzando en el último verano antes de sucumbir irremediablemente a una edad adulta que promete vengarse de ellos con saña. Y Allar huye. Y no encuentra su sitio. Y va dando tumbos, totalmente perdido, buscando una figura paterna, un ángel guardián, una musa o una señal de salvación en las letras de las canciones chumba-chumba o el calor de un cuerpo femenino al que complacer y venerar.

La película es como nuestro protagonista, parece que no va a ningún lado, pero se detiene en reflejar una época y a una determinada tribu urbana en la Estonia rural de finales de los 90, en la búsqueda, por parte de la directora Triin Ruumet, en mostrar una masculinidad determinada, primaria en ocasiones, pero también llena de camaradería.

Una obra visualmente con momentos brillantes, de ensoñación, salpicado durante todo el relato por la música electrónica de rigor, pero que alcanza sus cotas más poéticas precisamente con dos momentos musicales donde todos los personajes cantan.

Una obra con cierta admiración por los personajes que retratan sin esconder ciertas cadencias —el trato al mundo femenino es simplemente agresivo en todo momento—. Una película, en definitiva, en la que se nota tacto y cariño por esas personas que malviven entre fiestas hasta la derrota final.

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