Adaptación de la novela homónima de Claire Keegan, Tim Mielants llega a los cines con una propuesta contenida que pretende desafiar la necesidad de los espectadores de encontrar respuestas y reflexionar. Ambientada en un pequeño pueblo irlandés en 1985, Small Things Like These narra la vida de Bill Furlong (Cillian Murphy), un comerciante de carbón aparentemente normal, que se encuentra de frente con el lado oscuro del convento del pueblo irlandés en el que vive y, con ello, ante un recuerdo de la infancia que le deja un poco en depresión. Las lavanderías de las Magdalenas eran, en aquella época, centros gestionados por la Iglesia católica, donde recluían a mujeres jóvenes embarazadas o consideradas caídas en desgracia, sometiéndolas a trabajos forzosos y a un trato inhumano a cambio de comida y habitación (con sus consecuentes castigos si no te sometías y mostrabas agradecimiento) y otras decisiones de su antojo tan cristiano y misericordioso como es quitar bebés para dárselos a ricos.
La película no muestra con crudeza los abusos cometidos en aquellas instituciones, pero deja que su presencia pese en cada plano, en cada silencio que ocupa casi toda la narración. El dilema de Furlong —entre mantener la tranquilidad de su vida familiar o acabar con la complicidad del silencio— se convierte en la columna vertebral de la narración mientras el peso de la pena lo mantiene casi sin vida. Más que un fresco histórico, lo que se muestra aquí es el estudio de un hombre corriente que descubre que su aparente neutralidad ya es, en sí misma, una forma de responsabilidad, acuciado por la posibilidad de la pobreza en un lugar en el que la iglesia decidía quién podía estudiar en sus instituciones y quién no, entre otras cosas.
En este sentido, Mielants opta claramente por un tono austero, casi aséptico, que no permite que entre ni una gota de optimismo hasta prácticamente su final, haciendo que ni yo pueda hacer bromas en la crítica. La fotografía, dominada por luces mortecinas y tonos fríos, refuerza la sensación de un invierno perpetuo que no solo se vive en el clima, sino en la moralidad de una comunidad atrapada entre la obediencia y el miedo, entre caras borrosas y conversaciones inaudibles. Un manto de tristeza constante que, pese a lo que se pueda imaginar, evita la tentación de lo sentimental apostando por un lamento contenido en manos de todos los actores y especialmente de Cillian Murphy.
Cillian Murphy es el corazón de Small Things Like These tanto dentro como fuera de la pantalla, ya que es el primer proyecto de su productora, Big Things Films. Su rostro dentro de la pantalla está cargado de sombras y matices y concentra toda la tensión que puede existir entre la resignación y la empatía. Con solo unas pocas miradas al vacío, leves gestos o conversaciones trascendentemente ligeras, transmite el peso de una conciencia marcada tanto por su presente como por el recuerdo de haber nacido él mismo fuera del matrimonio, en una sociedad que estigmatiza esa condición. Se nota que es un actor implicado más allá de su talento, pues es una interpretación de enorme sutileza que se convierte en el principal vehículo emocional de la historia.
Es verdad que la elección de poner todo el peso de la historia en el personaje Furlong es un poco arriesgada. Por un lado, da una intensidad hipnótica al relato: seguir su silencio y sus dudas puede resultar conmovedor, una forma de señalar tanto la magnitud del horror como la complicidad de quienes eligieron no verlo. Para otros, sin embargo, esta misma focalización puede resultar una limitación de los sentidos: el personaje avanza poco, la narración es tan contenida que las revelaciones exigen toda tu atención, prácticamente, y en ese sentido se puede echar de menos un acercamiento más directo a las víctimas de las lavanderías. Así, la película puede dar la impresión de ser más un relato sobre la pasividad que una obra más contundente y con denuncia histórica, que igualmente está ahí, como se muestra al inicio de los créditos.
En mi caso, diría que estas dos posibles lecturas conviven con bastante naturalidad. Donde algunos espectadores encontrarán en su ritmo pausado y su tono reservado una dignidad inquebrantable, una película que huye de lo sentimental y cuyo impacto aguantará tiempo después de los créditos, otros la percibirán como una obra demasiado vaga y lenta, más pendiente de recrearse en el rostro de su protagonista que de iluminar el alcance real de las atrocidades. Seguramente todos tengan razón.
Porque Small Things Like These está en un terreno intermedio entre el cine de denuncia y el intimista. No es una película que busque sacudir con imágenes explícitas, sino con el desasosiego que deja lo no dicho, lo apenas sugerido. Desde ese ángulo, es una obra que invita a reflexionar sobre la complicidad colectiva, sobre cómo la inacción —esas “pequeñas cosas” a las que alude el título— también sostienen estructuras de poder abusivas. Y aunque su aproximación pueda parecer demasiado estrecha, es muy fácil acordarse de lo que la Iglesia Católica hizo aquí y de lo que aún sigue haciendo.