Sesión doble: The Killer Snakes (1975) / La humanidad en peligro (1954)

Piensa en el bicho que te parezca más repulsivo. Piensa una invasión de bichos repelentes que intentan matarte, miles contra ti. Ahora busca un hueco para disfrutar de esta sesión doble donde se enfrentan en duelo serpientes (The Killer Snakes) y hormigas mutantes (La humanidad en peligro). Tus miedos te parecerán absurdos a partir de ahora.

 

The Killer Snakes (Kuei Chih-Hung)

Aunque mundialmente célebre por sus films de artes marciales, la productora Shaw Brothers cultivó prácticamente todos los géneros populares que llenaban los cines de barrio de la época en Hong Kong, del romance a la comedia pasando por el musical. Por supuesto, el terror también se cruzó en su camino en más de una ocasión, siendo las piezas dirigidas por Kuei Chih-Hung de las más atípicas y descarnadas de todas. Detengámonos en una en concreto: The Killer Snakes, una especie de cruce bastardo entre Willard y Carrie, pasado por el filtro del ‹pinku eiga› más sórdido y tronado que uno pueda echarse a la cara. La historia de un pobre diablo -traumatizado por la figura de una madre sadomasoquista- que desarrolla una rara empatía con los ofidios, le sirve a Chi-Hung para trazar una fábula retorcida y cruel sobre la marginación y la reafirmación personal por la vía de la venganza.

No estamos ante una película sutil, en absoluto. The Killer Snakes hace alarde de una ingenuidad casi entrañable, evidenciada en un psicologismo de manual y en una descripción de personajes esencialmente burda, por maniquea. No obstante, y de forma casi accidental, logra dibujar a un personaje principal cuya insania nos deja a menudo en fuera de juego, llevándonos de la simpatía a la repulsa en apenas un par de planos. Porque, si bien no cuesta empatizar con ese tipo enclenque que sufre constantemente las humillaciones de los que le rodean, también nos provoca cierta inquietud cuando el director saca a relucir sus fantasías de castigo y dominación, sus extraños arrebatos puritanos (el sacrificio de la amada, entre el candor y la demencia) o sus sufrientes alucinaciones de claros ribetes incestuosos.

El cuadro que nos acaba pintando es a menudo obsceno y perturbador, a medio camino (como toda la película, por otra parte) entre lo ridículo y lo genial, sensación que se acrecienta cuando la cinta (¿por cuestiones comerciales?) se deja caer por la pendiente del morbo sexual en clave casi “sadiana”: esas sesiones de tortura erótica en la que las víctimas pasan del dolor al placer parsimoniosamente, con algunos momentos impagables (la serpiente, fálico cuerpo reptante, introduciéndose en la vagina de la prostituta y llevándola al orgasmo) y otros que rompen en exceso la coherencia dramática de la película (la prostituta descubriendo su lado masoquista y suplicando al protagonista que la ponga bien firme).

El resultado final es una ‹extravaganza› delirante y deliciosa, quizás algo arrítmica (especialmente en su primera mitad), pero muy virulenta y divertida cuando entra definitivamente en materia y deja a las serpientes (y otros reptiles: ¡hay hasta pequeños dragones de Komodo!) jugar a sus anchas y llenar la pantalla de veneno y diversión. No tiene precio, en este sentido, el clímax final en la mansión, arrebatador ejemplo de psicotronía en el que, todo sea dicho de paso, sus responsables no dudaron en masacrar a cuantos sinuosos ofidios se cruzaran en su camino, sin atender a razones éticas y morales. Algo que, lógicamente, no ha hecho más que incrementar su (mala) fama al tiempo que la emparentaba, espiritualmente, con esos obscenos mondos italianos que hacían del morbo el principal atractivo de la función.

Escrito por Nacho Villalba

 

La humanidad en peligro (Gordon Douglas)

Bajo un sol de justicia en pleno desierto de Nuevo México, una niña de unos seis años que camina en evidente estado de shock, cubierta de suciedad y sujetando con fuerza lo que queda de su muñeca de trapo, es encontrada por una pareja de policías.

Este es el potente e inquietante arranque de La humanidad en peligro —cuyo título original es Them!—; cinta que puede considerarse uno de los grandes hitos dentro de las ‹monster movies› de serie B que tan en boga estuvieron en la década de los 50, y que revisitada diez lustros después de su estreno consigue dejar un gran sabor de boca por méritos propios y sin necesidad de apelar al factor nostalgia.

Empezando por su historia, escrita por George Worthing Yates —un habitual de la ciencia ficción cincuentera en general y de los bichos gigantes en particular—, y terminando por su impecable —para el tipo de producto que tenemos entre manos— factura, La humanidad en peligro cuenta con un gran número de bazas que hacen de ella una obra impagable.

El guión de La humanidad en peligro está inteligentemente construido en dos grandes bloques que atienden a dos tonos y ritmos bien distintos.

El primero de ellos se cimienta sobre la intriga —una intriga que resulta encantadora por la inocencia que transmite su gestión—; tomando como eje central la investigación de ciertos crímenes violentos, que conducirá al hallazgo de, como no podría ser de otro modo, unas hormigas gigantescas antropófagas que se están reproduciendo en el desierto. El segundo gran bloque comienza en el momento en el que, como era de esperar, los insectos acaban llegando a Los Ángeles y el ejército tiene que tomar cartas en el asunto, llevando al filme al terreno del cine de acción más clásico y aventurero.

Por si esta bicefalia sub-genérica fuera poco, también hay lugar para el terror —de nuevo, blanco e inocente en los tiempos que corren, pero a su vez encantador— y el humor más absurdo de la mano del científico excéntrico de turno. Esta variedad, sumada al asombroso ritmo de la cinta y a su ajustada duración, convierten a La humanidad en peligro en un entretenimiento dignísimo y muy recomendable.

Llegados a este punto, sincerémonos. Estamos hablando de una película con hormigas gigantes antropófagas; ¿a quién le importa la buena o mala estructura de su guión? Lo que importa en este caso son los bichos, y creedme cuando os digo que su nominación al Oscar a mejores efectos especiales estuvo más que justificada. El diseño de los formícidos es uno de los más espectaculares que he visto dentro de las cintas congéneres de Them!, y cumple con creces su función, que no es otra que dar repelús y conseguir que los bichos resulten imponentes frente a los minúsculos humanos. Si además tenemos en cuenta el buen hacer de Gordon Douglas dirigiendo unas escenas de acción repletas de fuego y explosiones, pocos ingredientes más hay que añadir para contentar a casi cualquier tipo de espectador, siempre que tenga la mente lo suficientemente abierta como para disfrutar un filme como La humanidad en peligro.

Escrito por Victor López G.

 

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