Sesión doble: Las rebeldes del internado (1934) / Profesores de hoy (1984)

El verano está a punto de llegar a su fin y con ello llega la vuelta al colegio, ese momento deseado y odiado tanto por niños como adultos que parece resetear el año. Estas son emociones compartidas por el cine, que siempre nos ha ofrecido grandes títulos asociados a la enseñanza y sus complejidades, ya sea por parte de profesores o alumnos, y nos centramos en dos propuestas totalmente opuestas en nuestra sesión doble, con Las rebeldes del internado, dirigida en 1934 por George Nichols Jr. y Wanda Tuchock frente a Profesores de hoy, propuesta de Arthur Hiller rodada en 1984. Nos vemos en las aulas.

 

Las rebeldes del internado (George Nichols Jr., Wanda Tuchock)

Las rebeldes del internado

Chicas jóvenes que fuman, empinan el codo y en sus escapadas de fin de semana se alojan en hoteles para organizar guateques con hombres promiscuos de intenciones dudosas. Todo lo mencionado sucede solo en los primeros veinte minutos de Finishing School el título original que, en lugar de Terminando en la escuela o Al salir de clase, fue sustituido por una aproximación acertada y comercial con estas rebeldes. Podría parecer que un arranque así diera paso a una trama fuerte en su ascenso. Sin embargo aquel inicio fulgurante se contiene poco a poco, tanto por elementos internos acordes a la producción del film, como a factores externos según se rumorea, debido al temible código Hays que hizo estragos a una lista de películas perseguidas entre las que se hallaba esta.

El argumento es simple. Una chica de familia adinerada es admitida en un internado para jóvenes de clase alta, el prestigioso colegio Crocket Hall, lugar en el que se formó su madre años atrás. Ya matriculada, la protagonista compartirá vivencias con Pony, además de otras compañeras, hasta que comienza una relación intermitente con Ralph, un camarero de noche y médico interino de día. Pero las convenciones sociales, familiares y una directora docente tiránica, se opondrán al romance. En pocas líneas esto es lo que cuenta el largometraje dirigido por los olvidados George Nicholls Jr. y Wanda Tuchock. Ella trabajó como guionista y únicamente dirigió un cortometraje más, Roadrunners. Él debutó con este film y realizó otros trece hasta su muerte temprana, en el año 1939. Ambos trabajan juntos, sin sumar ni restar fuerzas, en la ejecución de un guión rutinario aunque contenga varios apuntes interesantes.

En pocos minutos y con varias secuencias cortas, más alguna más extensa como la de la presentación de otras alumnas en habitación de Virginia, la protagonista encarnada por Frances Dee y su compañera Pony, interpretada por Ginger Rogers, dan cuenta de la rigidez institucional del internado, así como de los métodos obsoletos en la educación clasista, más útil para ser una correcta dama de compañía que para desarrollarse como una mujer independiente. Un prólogo que, curiosamente, se asemeja en su temática y cadencia al de un largo mucho más conocido como es El club de los poetas muertos. Tal vez esta reseña haga parecer a Las rebeldes del internado como una obra aséptica porque en cierta manera lo es. La razón más clara es que se hizo durante la época floreciente de los grandes estudios en la década de lo treinta, dentro de la RKO Pictures. El resultado fue esta producción pulcra en la que todos los elementos funcionan correctamente, al mismo nivel, desde el equipo de cámara e iluminación que componían travellings, transparencias, encuadres y panorámicas elegantes. Un departamento de ambientación y producción que daban lustre al atrezzo, unido a la disposición de los decorados y exteriores naturales, escasos todavía. Por supuesto un equipo artístico encargado de sacar el mejor partido posible a la indudable fotogenia de las actrices y al galán de turno. Incluso un trabajo de registro sonoro algo primitivo pero bien engrasado. En resumen, todo el reparto y profesionales del film al servicio de un guión que desafortunadamente no estaba a la altura de ellos. Aunque no se tratara de un guión malo, sino más bien de un texto castigado por la creciente censura que se aplicaba en aquella época a las conductas inmorales en la pantalla. Porque en Hollywood, de la manera más hipócrita posible, se trató de dar ejemplo a todo el planeta, conscientes como eran de la atracción que ejercían sobre millones de espectadores. En este caso la película empieza con la irresponsabilidad propia de unas jóvenes cuya edad, suponemos, ronda la veintena. Plantea situaciones lógicas de esa época vital como son irse de fiesta, beber, alternar y conocer a otros jóvenes. Incluso sugiere la posibilidad de un embarazo seguido por un intento de aborto, tal vez los aspectos más dañados en su exposición por la aplicación del nefasto código Hays a la trama.

Por supuesto este no es motivo suficiente para entronizar una obra que, a simple vista, pudo ser mejor. Porque con guiones como este, otros autores contemporáneos como fueron Mitchell Leisen o George Cukor hacían milagros a partir de sus acartonados párrafos. Tal vez sea en el trabajo de dirección contenido, sin pasión salvo en algún momento poético dibujado con esas pisadas en la nieve que sirven de elipsis a un encuentro amoroso. Sumado a las secuencias de lucimiento para una emergente Ginger Rogers que por su simpatía y gestualidad ya pedía sus futuros papeles protagonistas. Rematado con dos buenas interpretaciones, llenas de matices, para dos papeles que revisaban el rol de madrastra malvada en los cuentos populares. Los de los personajes de la madre, Helen Crawford, resuelta con dignidad por Billie Burke. Además de la institutriz, la señora Van Alstyne, a la que prestaba su piel Beulah Bondi con entereza y presencia inquietante. Ellas otorgaban más profundidad a dos caracteres realmente antipáticos frente a la planitud de la pareja protagonista. Ahí es donde se ve el detalle, en la capacidad de otorgar libertad a dos buenas actrices. Lástima que no hicieran lo mismo con la banda sonora compuesta por Max Steiner, que apenas se escucha durante el metraje.

De todas formas, puntualizaciones aparte, la película supone una buena muestra de la era dorada del sistema de estudios, un largometraje de duración breve, propicia para acompañar un programa de sesión continua en el inicio del nuevo curso académico.

Escrito por Pablo Vázquez Pérez

 

Profesores de hoy (Arthur Hiller)

Teachers

Con la llegada de septiembre se marca la vuelta a las aulas de muchos jóvenes, pero también de sus profesores. En estas fechas da comienzo una «lucha» diaria entre el alumno que busca aprobar sin esforzarse demasiado y el profesor que busca captar su atención para poder enseñarles algo. La obra de Arthur Hiller Teachers realizada en 1984 busca reflejar el conflictos internos que se produce de la enseñanza básica desde un drama con tintes de humor. El film centra su atención en el profesorado alejándose un poco la cámara del estudiante, que suele copar el papel protagonista en este tipo de obras. Una película propia de su época, en cuanto a temática y recursos utilizados, perfecta para despertar a los nostálgicos de los años 80.

A pocos minutos del inicio ya se puede observar el caos que reina en la escuela: el constante tugurio, un alumno al que le han dado una puñalada y un enfrentamiento entre dos profesores por el uso de la máquina de copias. En este contexto aparece el conflicto principal de la película: la demanda por parte de un ex-alumno al colegio por haberse graduado sin saber leer, ni escribir. Un recorrido por las diferentes clases basta para mostrar las diferentes formas de «educar» que tiene cada profesor. Observamos cómo hay un profesor que pese a su buena voluntad no consigue captar la atención de los alumnos, por otro lado el profesor veterano que se dedica a dormir a la espera de su jubilación pero que a pesar de todo consigue mantener a la clase en silencio, también tenemos al protagonista un profesor que se implica con los alumnos, se preocupa por ellos y consigue ganarse su confianza y por último encontramos al nuevo «profesor de historia» que se ha escapa de un centro de salud mental y que sorprendentemente consigue captar la atención de los alumnos disfrazándose para representar el mismo los acontecimientos históricos. En la enseñanza a veces se tiende al individualismo, algo que a priori es difícil de comprender. El hecho de que cada profesor tenga formas distintas de dar sus clases, convierten la enseñanza en una carrera de obstáculos donde si tienes la mala suerte de toparte con una piedra te quedan dos opciones: consigues saltarla o abandonas.

Todos podremos ver reflejados momentos de nuestra etapa estudiantil en esta película, una parte profesorado en pasar los días sin muchas complicaciones que por conseguir enseñar a los jóvenes. Una mayoría de profesores sin vocación, mientras que los que realmente se preocupan por sus alumnos son tachados de idealistas, porque el trabajo de estos profesores pone en evidencia los errores del resto. Profesores que viven con el criterio de quitarse problemas de en medio da igual que aprueben o no, graduar alumnos teniendo el mínimo de problemas posibles «¿Que no sabe leer? ¿y a mí que mas me da? No es mi problema». Cada uno por su camino sin complicarse demasiado, así es posible que de cada 300 alumnos, 100 se queden en el camino por no encontrar un profesor que fuera capaz de captar su atención y sacar su verdadero talento. Finalmente la enseñanza es cosa de vocación, da igual que tengas un titulo o acabes de salir del psiquiátrico. Si sientes lo que cuentas, conseguirás transmitir pasión al resto.

Escrito por Alejandro García

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