Sesión doble: La montaña embrujada (1975) / Los ojos del bosque (1980)

John Hough tuvo un escarceo con la compañía Disney, y es que el autor de películas como Dracula y las mellizasLa leyenda de la casa del infierno supo adaptar su estilo a las aventuras infantiles, unas que pese a la potencia de quien se encontraba tras ellas pasaron desapercibidas para el gran público. Hoy homenajeamos esta extraña unión con un poco de fantasía para toda la familia: La montaña embrujada (1975) y Los ojos del bosque (1980).

 

La montaña embrujada (John Hough)

La montaña embrujada

Basada en la novela Escape to Witch Mountain de Alexander Key, La montaña embrujada es una simpática y sorprendentemente lograda cinta de Disney con actores reales que inspiró un remake y una secuela, e incluso un proyecto de serie que no llegó a realizarse. Su argumento narra la historia de dos huérfanos con habilidades paranormales que son perseguidos por un millonario que desea utilizarlos para su beneficio.

El argumento de base de este filme es, por tanto, bastante esquemático y predecible, con buenos y malos claramente delimitados que, por si acaso nos perdemos, no dejan de enfatizarlo con sus gestos y diálogos. Ciertamente, los villanos de esta cinta son dentro de lo que cabe amigables y ésta evita en todo momento alcanzar tonos demasiado oscuros a pesar de juguetear con ellos con frecuencia, pero desde el primer momento no sorprende su desarrollo. Sin embargo, el guión se reserva una carta que juega magistralmente a lo largo de todo el metraje, y es en el misterio referente al trasfondo de los niños, el cual se va desvelando sólo poco a poco, gestionando y proporcionando al espectador la información con la suficiente inteligencia como para mantener en todo momento una incertidumbre muy beneficiosa.

A nivel interpretativo tiene limitaciones bastante visibles, consecuencia por otro lado de su consideración hacia el público al que va dirigido. Ésta es una película en la que el énfasis es clave. Al fin y al cabo, los espectadores son niños y la caricaturización es hasta cierto punto necesaria para dejarles clara la línea que deben seguir. Que no lleve a engaño esto: la recreación de los personajes es decente y adecuada, con un trabajo actoral que tanto en los personajes adultos como en los niños se adapta perfectamente a su público, pero también es inevitablemente excesiva en gestos y de puro énfasis bastante exagerada. Es algo que funciona en su contexto, pero que con más frecuencia de la deseada puede resultar molesto para un adulto o directamente sacarle de la película.

Y dentro de este nivel de corrección general sin alardes excesivos también hay que añadir unos efectos visuales que en ningún momento llegan a ocultar su falta de recursos, pero que están insertados con naturalidad. En general, toda La montaña embrujada es así: una cinta que sorprende por la solidez que alcanza dentro de su modestia, que no llega a proporcionar nada realmente revolucionario ni fascinante pero que se alza como un entretenimiento infantil de una cierta calidad y empaque. Al menos, hasta aproximadamente los veinte minutos finales. En ese instante algo se cortocircuita dentro de la película. Los, hasta el momento, irreprochablemente funcionales efectos especiales pierden su armonía con el resto de las imágenes; el misterio se resuelve en un giro chapucero y precipitado; y los personajes se vuelven erráticos. Sin duda, el resultado final sigue siendo una historia entrañable y meritoria, pero también una que habría alcanzado una cota aún más elevada de no hacer las cosas tan inexplicablemente mal en su último tramo.

Escrito por Javier Abarca

 

Los ojos del bosque (John Hough)

Los ojos del bosque

Cuando los Curtis se trasladan a vivir a una mansión del campo, los escasos habitantes del lugar poco pueden sospechar que una fuerza maligna del bosque, sumada al espíritu de una niña desaparecida en la iglesia de allí, muchos años atrás, poseerán las vidas de Jan y Ellie, las dos hijas de la familia recién llegada.

Desde mediados de los años setenta hasta primeros de los ochenta, la compañía Disney buscó un público más adulto en su división de imagen real. Fruto de esta motivación, produjo una serie de películas que no renunciaran al público menor de edad, pero con la ambición de atraer espectadores que quizás estaban perdiendo, a causa del cambio de exhibición cinematográfica comercial, en la que habían aterrizado los taquilleros Spielberg, Lucas y compañeros más serios de generación como eran De Palma, Carpenter o el mismo Coppola. En esa búsqueda de un público juvenil y mayor de edad, más allá de los padres y familiares que podían acompañar a los pequeños a las salas. Espectadores jóvenes que preferían Tiburón, las sagas galácticas o La noche de Halloween, antes que la socorrida línea de producciones amables, a veces cursis, de humor colorido y aventuras domésticas, que proliferaban en films protagonizados por ángeles, genios, escarabajos de la Volkswagen, perros, ponys y otros animales inteligentes, frente a los adultos malvados e incompetentes de turno. Incluso John Hough, reverenciado director de Cine maldito, todo un artesano del género fantástico, del terror y la ciencia ficción, que dirigió un par de ejemplos como fueron La montaña embrujada y su continuación, Los pequeños extraterrestres. De la segunda repite con Bette Davis en el reparto de Los ojos del bosque, para dar vida a un ama de llaves moderna, con la apariencia de bruja y la psicología de un hada, en uno de esos papeles con varias capas que bordaba la insuperable actriz. Cualquier gesto o primer plano amenazador de la intérprete, dan más miedo que la filmografía completa de directores de horror contemporáneos.

El largometraje es uno de los mejores fantásticos de los años ochenta, al mismo tiempo que uno de los más castigados por sus productores, al acumular estrenos y varias versiones del montaje final, para suavizar el terror y tono lúgubre del metraje, tal y como informa con acierto Orlando Daniel en el blog Tómbola. Por esa razón hubo que volver a rodar un puñado de secuencias, seguramente por el no acreditado Vincent McEveety, otro director mercenario en nómina de la productora Disney. Sin embargo, por contradictorio que pueda parecer, el montaje final gana por el contraste de tensión que crea una fotografía en colores luminosos muy expresiva. Escenarios exteriores amplios, soleados, en ocasiones más sombríos como los del bosque, pero llenos de tonos verdes, ocres, dorados, gamas cromáticas que explotan la frondosidad de la vegetación forestal y la calidez de las dependencias de la casa, unos interiores similares a los de una casa de muñecas antigua, con su decoración elegante y detalles delicados. Con el uso de la cámara subjetiva mediante travellings veloces por el bosque, con el punto de vista de los ojos de ese misterioso vigilante que deambula como una centella entre trochas, raíces y estanques. O esas panorámicas circulares de la mansión del campo y su entorno. Rematadas con zooms fulgurantes desde planos medios hasta los rostros de los personajes, una herencia directa de la década cinematográfica de los setenta. El dinamismo, una puesta en escena justificada y esa planificación meditada, otorgan una riqueza visual ausente de casi todo el cine comercial de aquella época, mucho más en el caso del menospreciado cine infantil por entonces.

El interés audiovisual de Los ojos del bosque es un aspecto que lo emparenta a otras producciones contemporáneas del género en 1980, tanto anteriores y posteriores como fueron Al final de la escalera, El resplandor y Lobos humanos en cine, además de las series de televisión Los chicos de Stone (1977) o Dentro del laberinto (1981). También se asemeja en el temático a esas fuerzas mágicas y telúricas que toman prestados elementos narrativos del mismo H.P. Lovecraft, con sus criaturas salvajes que habitan en dimensiones paralelas, monstruos que son atraídos a través de ritos colectivos, sacrificios humanos y hechizos. Y de manera curiosa, el largo es un referente directo y poco reconocido, para Jumanji, ese gran éxito de los años noventa.

Los ojos del bosque es pura carne de programa doble, triple y maratones de cine fantástico. Pero también se disfruta sola porque es toda una sorpresa, tan maldita que ni siquiera llegó a estrenarse en España. Una obra que ofrece imágenes inolvidables como las de Karen, la chica cuyo espíritu pide ayuda a las hermanas, reflejada en cristales y espejos. La campana a punto de caer desde lo alto de la iglesia entre llamas. Y el rostro amenazador de la señora Aylwood que ve Jan, la joven protagonista, cuando está a punto de ahogarse bajo el agua.

Escrito por Pablo Vázquez Pérez

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