Se acabó el negocio (Marco Ferreri)

Tras rodar en España tres películas históricas de nuestra cinematografía como Los chicos, El pisito y El cochecito, estas dos últimas co-escritas junto con el que sería su fiel compañero y colega Rafael Azcona, el italiano Marco Ferreri regresaría a su país natal para desarrollar una de las carreras más corrosivas, transgresoras y políticamente incorrectas de la historia del cine.

De su mordaz colaboración con Azcona, y con el mecenazgo de uno de los grandes magnates del cine italiano como fue Carlo Ponti, surgió Se acabó el negocio (traducción al español del original La Donna Scimmia), una película histórica y sin duda una de las grandes e inmortales obras del cine italiano de todos los tiempos, rodada justo en la época en que el cine italiano se encontraba en la vanguardia liderando, gracias a una generación de cineastas irrepetible, el arte cinematográfico a nivel mundial.

En mi opinión Se acabó el negocio es una especie de Freaks dirigido por Federico Fellini, siendo La Strada una obra que deja sentir su influencia en el ácido y cínico guion escrito a cuatro manos por Ferreri y Azcona. En un principio el papel femenino estaba reservado para la esposa del productor, la diva Sophia Loren. Sin embargo, finalmente éste fue a parar a la actriz francesa Annie Girardot, quien firmó una de sus interpretaciones más recordadas y memorables. La atmósfera grotesca y absolutamente patética que impregnaba el film provocó que éste sufriera la imposición de Ponti en cuanto a su desenlace. De hecho existen tres conclusiones diferentes, con diversos destinos para los protagonistas.

No obstante esa mala baba, con un gusto casi enfermizo por esos personajes desequilibrados, insolentes y egoístas de Ferreri y Azcona, se siente en cada fotograma del film. También exhibe ese humor negro, blasfemo y macabro marca de la casa de la pareja. Un humor difícil de tragar y muy sádico. Hincando el cuchillo en la herida para seguir haciendo sangre y daño sin poner vendas ni tiritas para amortiguar el impacto. Haciendo hincapié en su tono burlesco y cachondo, muchas veces incidiendo en sus aspectos más grotescos y extravagantes, pitorreándose de los convencionalismos y las instituciones más tradicionales como la familia o la propia iglesia. Incluso caricaturizando a esos científicos que en pro de la ciencia desean beneficiarse de sus conejillos de indias aprovechándose de sus necesidades.

Nadie queda bien parado del objetivo de Ferreri y Azcona. Todo es objeto de mofa y ridiculización. Pero finalmente la película deja una sensación inquietante. La de observar nuestra propia condición en esa deformación extrema de las situaciones narradas. Nuestras miserias y esencia quedan desnudas. Y eso es lo que verdaderamente da terror. Puesto que Se acabó el negocio funciona igualmente como una película de terror que desentraña nuestros entresijos más íntimos y trascendentes. Es por ello que los cómicos suelen ser catalogados como personas non gratas y peligrosas en casi todas las sociedades y épocas. Por su capacidad para pintar nuestras vergüenzas a través de la carcajada despiadada y cruel.

La película narra la historia de un caradura y vividor llamado Antonio (maravilloso como siempre Ugo Tognazzi, uno de los actores fetiches de Ferreri). Un hombre que se gana la vida como puede trabajando en todo tipo de labores. Una de ellas será la de proyeccionista de películas, conociendo por casualidad durante la proyección de una serie de fotografías, organizada por una congregación de monjas, a una huérfana acogida por las monjas afectada por una extraña patología que hace que su cara y cuerpo estén envueltos en una mata de pelo ajena a un rostro femenino. Una especie de mujer barbuda a lo bestia, recluida por la vergüenza de su aspecto en un encierro conscientemente asumido. La mujer simio, María (Annie Girardot).

El descubrimiento de este fenómeno despertará una serie de ideas de negocio en el avispado Antonio. De este manera, el truhán engatusará a María para integrarse en una compañía circense y explotar como feriantes nómadas la exposición de María como una especie de ‹freak› a cambio del dinero del público. Así, Antonio ideará la tragedia de la mujer simio, un simbionte nacido de la cópula de un explorador humano con una chimpancé y que fue rescatada en una exploración científica dirigida por él en las recónditas junglas africanas. Ambos recorrerán, con este espectáculo ambulante, los bajos fondos del Nápoles de mediados de siglo llamando la atención de la gente corriente, pero también de aristócratas y gente bien que sentirán una enfermiza atracción acerca de la procedencia de esa mujer cubierta de pelo.

Pero, poco a poco, a medida que los meses pasan y la aparente cercanía y cariño de Antonio va apareciendo, María empezará a sentir algo más que un simple acuerdo comercial por su socio. Se enamorará de esa picardía y tierno sentido de la supervivencia de su compañero. Antonio, en cambio, verá en este acercamiento amoroso de María una doble triquiñuela. Por un lado, sentirá un desprecio y asco innato hacia una mujer que no le despierta nada de apetito sexual. Por otro, sentirá el miedo que su desprecio pueda provocar que se le acabe el chollo de vivir del cuento. Así, se verá obligado a contraer matrimonio con María cuando ésta amenaza con retornar al convento tras ser rechazada por Antonio.

Sin embargo, la conexión y la obligada cercanía que impone el sacramento matrimonial, implicará que Antonio tome cierto cariño a su peluda cónyuge, quizás por lástima, pero también quizás por interés pecuniario.

El dúo será contratado por un empresario franco-italiano para hacer una gira por París, explotando las connotaciones eróticas del relato inventado por Antonio, siendo protagonistas de la temporada cabaretera de la capital Francesa. Pero un suceso trastocará todo. Y es que los deseos de María de consumar el matrimonio provocará que ésta quede embarazada, debiendo ambos regresar a Nápoles. Y así, los anhelos de formar una familia de María se verán trastocados por un embarazo complicado y peligroso que podría implicar el fallecimiento de la mujer.

Se acabó el negocio es una farsa modélica. Una ópera bufa amasada con genio y talento por un Ferreri que se muestra como un fino estilista y un narrador de primera categoría. La cinta no solo es súper entretenida, no decayendo en ningún momento y mostrándose siempre efectiva e inteligente en su arranque, nudo y desenlace, sino que igualmente se trata de una película cosechada con un humor muy irreverente y descarado, ofreciendo un retrato desolador y funesto de la condición humana. Destructora de convencionalismos y protocolos aceptados. Conscientemente sarcástica y corrosiva. Echando bilis contra todos. Incluso riéndose de la propia farándula y el mundo del espectáculo, rociando de un patetismo desgarrador esas recreaciones chic tan del gusto de la intelectualidad y que, despojada de su disfraz, se muestra como una función plena de decadencia y sentido crepuscular.

El retrato de Antonio es desconcertante y muy turbio. Aparentemente un vividor al que no le gusta pegar un palo al agua, malviviendo y aprovechándose de cualquier oportunidad que se le presente. Un hombre que tratará a María como un objeto material. Como una fuente de hacer dinero. Como un bien monetario, carente de sentimientos y de emoción humana. Humillándola hasta decir basta. Pero también un hombre con cierta dignidad. Que muestra piedad por su compañera. Al que le afecta su posible pérdida. Puede que un hombre que se haya redimido y adecentado con el descubrimiento de que María no es un engendro, sino una persona que siente amor y emociones. Aunque finalmente descubriremos que todo ha sido un espejismo. Que Antonio es un ser ruin e indecoroso que temía la pérdida de la gallina de los huevos de oro y que para tratar de mantener vivo su influjo, decidió prostituirse y rebajarse hasta caer al barro cenagoso.

Y es que el final de Se acabó el negocio es uno de los más despiadados y pesimistas que recuerdo. Un auténtico misil directo a nuestra conciencia adoctrinada y buenista. Un retrato maléfico y sanguinario que nos recuerda que somos viles, interesados, codiciosos e inhumanos por naturaleza. El ser humano no se siente a gusto con la solidaridad y la compasión. Sí con la atrocidad y el desprecio de la vida humana. El dinero es nuestra religión. Y la ambición y la codicia nuestra razón de ser.

Se acabó el negocio se eleva pues como una obra maestra incontestable. Una película desgarradora, dolorosa e inolvidable. Una película que merece un pedestal entre las mejores sátiras caústicas de la historia del cine. Una fábula inteligente, afilada y muy agria que deja un poso absolutamente pesimista y muy trágico. Y encima, sacándonos una sonrisa hilarante, y muchas veces delirante, de situaciones despreciables y políticamente incorrectas. Pues Azcona y Ferreri sabían que al espectador había que darle carnaza de la buena y situaciones indecentes para hacer explotar la sonrisa más maléfica y difícil de asumir.

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