El germen del documental Riefenstahl (2024), de Andres Veiel, se remonta al año 2018, cuando la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano recibe una donación de valor inestimable: toda la herencia documental —desde escritos propios hasta archivo fílmico, sonoro y fotográfico— de Leni Riefenstahl, quizás la única figura femenina célebre dentro del régimen nazi. Es la periodista (y futura productora) Sandra Maischberger quien escarba inicialmente entre los retazos de historia que dejó la germana tras su deceso a los 101 años: una historia colmada de cicatrices, provocación y muchas contradicciones. El material es tanto y tan fascinante que Maischberger contacta con Veiel para ordenar y dar sentido a las turbulencias de un siglo plagado de sombras: el resultado es Riefenstahl, un documental de investigación riguroso y provocador cuyo gran acierto descansa en su trabajo con el montaje —ocurre igualmente en la no menos interesante Eight Postcards from Utopia, del no menos provocador Radu Jude, que confluye en esta misma edición del AFF— y en dejar que sea el propio material de archivo y las imágenes quienes dialoguen con la historia.
Y es que la figura de Riefenstahl nunca ha sido fácil de abordar. Si bien su no-afiliación oficial al partido nazi la salvó de ser considerada criminal de guerra, haber sido la cineasta abanderada del engranaje propagandístico nazi (con El triunfo de la voluntad como objeto de estudio por excelencia) era una sombra demasiado alargada como para escapar de ella. Así, los 60 años de vida que le faltaban después del holocausto los dedicó a defender a ultranza su posición como artista frente al genocidio, así como su poca capacidad de maniobra y decisión a la hora de trabajar para la causa nazi. Quizás la idea más interesante que se desprende del documental de Veiel sea su concepción del montaje y del material de archivo como generadores de un discurso propio, noción prácticamente idéntica a la que usó la propia Riefenstahl en esa película de terror que filmó en el congreso de Nuremberg de 1934. La obstinación de Riefenstahl en erigirse como figura apolítica en numerosas entrevistas y programas televisivos (algunos inéditos hasta la proyección de este documental) revela muchas discordancias en su discurso personal, que cada espectador/a juzgará con la severidad que considere necesaria, pero ver a Riefenstahl defender las lagunas ideológicas de El triunfo de la voluntad para posteriormente cuestionar irónicamente si debería haber formado parte de la resistencia resulta ciertamente elocuente. La cinta recupera (en un orden casi estrictamente cronológico) otros eventos canónicos de la cineasta, desde su trato con Goebbels hasta el uso de gitanos de un campo de exterminio como extras para la película Tierra baja (estrenada a mediados de los años 50 pero filmada a principios de los 40), pasando por su conmoción en los campos de concentración de Polonia que la alejaron para siempre del aparato de propaganda nazi.
Entre el material inédito del que se nutre Riefenstahl (2024), no sorprende el hallazgo de cintas de casete registradas y clasificadas meticulosamente por la propia cineasta de llamadas telefónicas de fans asegurando que ellos/as también ignoraban la barbarie genocida del régimen nazi. Para una mujer que trabajó con mucho rigor (casi el mismo que ha puesto Veiel en este documental) la contra-narrativa de su personaje y que deformó la realidad hasta límites solo conocidos por ella misma —la contradicción en el propio discurso hace casi imposible validar la veracidad de muchos sucesos—, estos documentos radiofónicos debieron acudir periódicamente en su auxilio. Una puesta en escena, la de Riefenstahl persona, que nunca dejó de trabajar, siempre en los terrenos pantanosos de la ambigüedad y la contradicción, y que, sin embargo, no terminó de dar sus frutos: aún con el valor histórico, estético y cinematográfico de su obra (en especial El triunfo de la voluntad y el apabullante documental en dos partes Olympia) su figura será siempre perseguida por los fantasmas del nazismo.
