Noah Baumbach… a examen (III)

Sobre Greenberg se podría hablar de un cambio de rumbo en el cine de Noah Baumbach, pero es necesario resaltar el dato absurdo que he conocido esta semana, al redescubrir la noticia en la que Ben Stiller decía estar en tratamiento psicológico para superar su adicción a los M&M’s. Un tema complejo el de la salud mental, pero esta noticia requiere que todos conozcamos la existencia de esta película en concreto, donde se insinúa el tratamiento, se sobreentiende el problema y se fantasea con mordacidad sobre la decadencia del primer mundo. Todos somos Ben Stiller.

El caso es que sí, este film implica una renovación de los estímulos vitales de Noah Baumbach, película que nace de una idea original compartida entre Baumbach y su entonces mujer, Jennifer Jason Leigh, donde aparece por primera vez como protagonista Greta Gerwig, su actual esposa, y en la que un hombre a punto de entrar en la mediana edad destruye el concepto del ‹mumblecore› arrojando todo tipo de improperios al indie USA. Unos primeros pasos que, si saltamos a la actualidad, implican a un Baumbach co-escribiendo el guion de Barbie. Todos miramos con otros ojos ahora al director.

Greenberg tiene un paneo inicial de las vistas de Los Ángeles que nos llevan a perseguir a una joven y atareada Gerwig, aquí Florence, acomodando la vida de otros. Una mirada fresca y animosa que contrasta con la del protagonista, que aparece por primera vez en pantalla escondido tras las cortinas, a oscuras, vigilando las anomalías de su alrededor y contactando directamente con ese ser de luz que se disponía a protagonizar las siguientes películas de Baumbach. Roger (Greenberg) es un hombre con un único objetivo, no hacer nada. Esta máxima que tantas aventuras pronosticaba a finales de los 90 en El gran Lebowski, plantea un nuevo universo para el cine del cineasta que hoy nos ocupa. Baumbach escapa de la comodidad visual de Nueva York y lleva un personaje neuróticamente neoyorkino a Los Ángeles para recrear a un hombre en avanzada crisis de los cuarenta (cuando eso quería decir algo, ahora a esa edad se tiene una especie de crisis post-adolescente), sin esconder sus esquivos problemas mentales y sus desquiciados vicios también conocidos como “personalidad”, para resaltar una comedia relajada sobre la supervivencia misma.

Tiene su punto ‹gossip› ver a Jennifer Jason Leigh en un papel que apenas es un brochazo en el que insinúa ser una mujer con hijos a punto de divorciarse, también contemplar cómo Greta Gerwig desarrollaba por primera vez el papel de novia de América del siglo XXI, una chica atrevida, natural e inteligente, un primer paso para su Frances HaMistress America, el papel hecho a medida para la actriz, a partir de entonces, fetiche para el director. Los espacios interpretativos de Ben Stiller también son una gozada, donde sus silencios remarcan la perdición absoluta y sus cartas de queja hacia el mundo general y los servicios públicos en particular son un simple espejo de la egolatría que caracteriza un personaje perdido alrededor de mucha gente que no necesariamente tienen claros sus objetivos. Cuando Roger no habla lo hacen las canciones que escucha y elige meticulosamente para cada ocasión, cuando la situación le supera estalla sin contemplaciones, cuando tiene miedo utiliza su cacao para los labios compulsivamente.

Baumbach nos vende un producto y es fácil cogerle cariño a ese tipo impertinente que convierte lo de socializar en un caos. No se conforma con sus protagonistas, tiene tiempo para insinuar que todos sabemos cuál es la mejor decisión que debimos tomar en el pasado, que los saltos generacionales dan vértigo, que alguien dañado solo hace daño y que la sinceridad está sobrevalorada. Ahí es nada, si te dejas convencer por su humor, la definición de aquellos que orbitan a su alrededor, la luminosa vida acomodada de los que están de paso y todos los bocados de realidad que influyen en recrear un mundo desconocido y a la vez atractivo, simplemente curioso, en el que un tipo con edad de tener un futuro predeterminado con miedo de su propia sombra ha decidido dedicarse a la nada. ¿Era el sentimiento momentáneo de Baumbach? ¿El punto de partida de su nueva vida? ¿Pura casualidad? Sin duda, una película impaciente y contemplativa del nihilismo de los nuevos ricos, necesaria para conocer un poco mejor a Noah Baumbach y sus siempre erráticos y encantadores protagonistas, y esa relación tan animosa como destructiva con el amor.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *