Mejor otro día (Pascal Chaumeil)

El suicidio siempre ha sido un tema recurrente en el arte. Bien sea debido al propio carácter del artista, a menudo reflejado como un tipo solitario, asocial e incluso hastiado del ser humano, o bien a que históricamente se ha considerado a este acto como uno de los peores que puede cometer el hombre (sobre todo en el contexto religioso, por aquello de que la vida es sagrada y sólo Dios es capaz de decidir su final), en el cine se ha tratado de diversas maneras, pero casi siempre desde un punto de vista serio y sumamente trascendental.

Pero he aquí que llega un señor francés llamado Pascal Chaumeil y decide darle una vuelta de tuerca al asunto adaptando una novela del popular escritor Nick Hornby. ¿Por qué no representar el suicidio como algo absurdo, fruto de una decisión casi espontánea y que dista bastante de la racionalidad? Así empieza Mejor otro día, con cuatro individuos de muy variada índole en el tejado de un edificio londinense cualquiera y dispuestos a quitarse la vida en plena Nochevieja. Ellos son Martin (Pierce Brosnan) un ex presentador desempleado tras un escándalo sexual; Jess (Imogen Poots), una joven que lleva una vida aburrida y que reniega de su padre, un importante político;  Maureen (Toni Collette), una mujer adulta que tiene a su cargo un hijo discapacitado; y J. J. (el ya mítico Aaron Paul), que asegura tener cáncer de cerebro. Muy pronto, los cuatro se harán amigos y formarán una pequeña familia que suplirá el escaso trato que sus respectivos parientes les daban. Todo ello bajo el paraguas de un pacto ineludible: seis semanas después, justo el Día de San Valentín, los cuatro se volverán a reunir para suicidarse definitivamente.

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Un digno (aunque poco creíble) punto de partida a lo que parece ser una disparatada comedia con toques de negrura e incluso aderezada con sátira. Pero pronto se desvanece esta impresión. Lo que en principio parecía una película arriesgada se torna poco a poco en una comedia dramática con tintes románticos muy al uso. Las escenas supuestamente emotivas no conmueven en absoluto y las escenas cómicas se van dejando cada vez más de lado, hasta tal punto que a mitad de la película resulta complicado acordarse del supuesto tema principal, ya que la idea del suicidio queda aparcada y sólo se menciona en muy contadas ocasiones.

Ni siquiera el genial reparto, combinando actores veteranos con otros más jóvenes, ni su más que notable actuación, tanto de los principales (Aaron Paul no acaba de convencer, más debido al papel que a la interpretación en sí) como de los secundarios, logra dar a la película ese punto de distinción para representar algo más que un entretenimiento de algo más de hora y media. Porque sí, la película divertirá a muchos, pero quizá más por la implicación del propio espectador que por el esfuerzo hecho tras las cámaras.

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Al final, Mejor otro día acaba siendo poco más que un cóctel de ideas, aunque es cierto que alguna de ellas es bastante buena. Resulta todo un acierto el ir presentando a los personajes conforme avanza la película para así reforzar su empatía con el espectador. Los personajes de Martin y Jess, en cualquier caso, tienen bastante más gancho que los de J. J. y Maureen. No se puede negar que la idea en sí está bien planteada y que de haberse desarrollado bien seguramente estaríamos hablando de una notable película. Pero hay situaciones demasiado forzadas que rompen el ritmo y la obra de Chaumeil pasa de una comedia desenfrenada a una comedia que echa el freno en repetidas ocasiones.

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