
Los dueños de la moral también pueden arrastrarse por el fango. James Ashcroft sabe muy bien cómo moverse en la oscuridad más convencional y a la vez aterradora, y sin duda es un gran abanderado de la narrativa de Owen Marshall, de quien ya adaptó un relato corto en Atrapados en la oscuridad (2021) y ha vuelto a sus textos con La ley de Jenny Pen (2024). Mientras en la primera la intrusión en la tranquilidad de una familia por parte de unos desconocidos deriva en una escala de violencia alimentada por unos diálogos esclarecedores y a la vez descorazonadores.
Es en la dialéctica donde se alimenta la maldad humana de su nueva película, que busca los límites del decoro y la crueldad en la vejez. Ese diálogo emana de la boca de un juez que decide poner en valor los actos humanos de otros en un juicio de una forma brutal e inquisidora hasta perder el control de su cuerpo. Es así como cambia el escenario y la evolución de los personajes lidia con la decadencia de la salud como clave de su suerte. El juez Stefan Mortensen se convierte así en ese hombre altivo y solitario que da con su propia cárcel personal al acabar con medio cuerpo paralizado en una residencia de ancianos, punto de partida para una historia inesperada a través de las intrigas entre los residentes.
Ashcroft sabe focalizar un drama áspero para acostumbrarnos a ese hombre incómodo. Podríamos pensar que su enemistad con su compañero de cuarto y su único interés por salir de ese lugar serían la regla que conforma la historia hasta que aparece el hombre aferrado a una marioneta siniestra. Dave Crealy es el punto de inflexión para que la pesadilla del paso del tiempo tome otro camino. La violencia y la oscuridad cogen la vía de la psicopatía presente en la mente de Crealy, un personaje que no se define más allá de sus actos y que compite con la crueldad propia del paso del tiempo y del olvido.

Transforma así lo que podría ser un drama sobre la negación de la llegada del fin de los días en una historia de terror con matices muy concretos. No solo el hecho de reproducir una historia de ‹bullying› trasladada a un centro de ancianos, también existe el control por parte de un muñeco inanimado (bastante horripilante, por cierto), la vulnerabilidad de las víctimas, al tratarse de personas de avanzada edad que ya no dominan sus cuerpos ni sus mentes y la impunidad ante algo tan definitivo como la muerte cuando el motivo más plausible es que ya ha llegado su hora.
Solo esto podría bastar para desalentar al espectador, pero James Ashcroft se empeña en aderezarlo con laboriosas conversaciones atropelladas y farragosas para ensalzar esa figura asfixiante del juez, con la intención de torcer la retórica y devaluarla ante el primitivo instinto de supervivencia, mientras que el que ha creado su propia ley divulga en los términos más bajos y aberrantes para tratar de impactar. Su gran suerte es contar con dos veteranos actores como Geoffrey Rush y John Lithgow —estamos en la semana del “psycho-asmático”, Lithgow ha abierto la veda—, ambos capaces de mimetizarse con la soberbia y la crueldad de sus personajes, abrazando como el director desea una oscuridad fría y desalentadora.
Siendo historias muy diferentes las que James Aschcroft ha llevado al cine, sí son parejas en esa evolución del hombre frente a sus propios pecados, donde los límites son abruptos pero esconden una moralidad que intenta dejar huella. Esta es un arma de doble filo y parece que el realizador se pincha con ella porque sí es aterrador lo que vemos pero no tan efusivo como para medrar en nuestras mentes, cuyas insinuaciones en lo sobrenatural quedan como meros decorados y la frontalidad de la violencia sea más desagradable que auténtica, aunque sí fluyan buenas ideas como los lapsos temporales para visualizar los escasos hilos de cordura que quedan en su juez, jurado y verdugo.
La ley de Jenny Pen disfruta del suspense y su versatilidad, cambiando las reglas del juego al elevar la edad de los protagonistas, con una clara intención de dar un golpe en la mesa, de nuevo, con intención de aniquilar el olvido.







