La diosa – Shen nu (Yonggang Wu)

La figura de la madre no se encuentra lo suficientemente reivindicada en estos tiempos de estrés, crisis económica y de valores, corrupciones y falta de escrúpulos que nos han tocado vivir. Como generadora de vida la madre se desvive por sus hijos y renuncia a sus propios intereses a cambio de la felicidad y progreso de sus vástagos. En una época en la que el egoísmo, la competitividad y el individualismo triunfan una figura que nos recuerda lo contrario no puede estar de moda.

El cine ha sabido mostrar las diferentes caras que puede adoptar una madre, desde la madre posesiva y psicópata de Carrie o Psicosis, las madres introvertidas de la reciente Tenemos que hablar de Kevin, las relaciones materno-filiales enfermizas mostradas en La Luna o El soplo al corazón o las madres sacrificadas que defienden la felicidad de sus hijos contra la suya propia de películas como Imitación a la vida, La mujer X o nuestra El crimen de la calle bordadores. Pero pocas veces una película ha exhibido de una forma tan emotiva, sencilla, magistral y conmovedora una relación de amor y sacrificio de madre e hijo como La Diosa (Shen nu), melodrama mudo chino rodado en 1934 en las postrimerías del cine silente donde únicamente ciertos maestros como Chaplin, Naruse u Ozu así como las cinematografías orilladas en el lejano oriente mantenían esta forma de hacer cine que fue arrollada por la irrupción del sonoro.

La película está narrada con un ritmo fluido, dinámico y magistral, a semejanza de un torrente desbordante de emociones, alejada pues de las interpretaciones histriónicas y teatrales que solían caracterizar al mudo de los años 20, predominando el uso de la cámara en movimiento que mezcla con soltura primeros planos con planos generales apoyándose en el uso de la técnica del plano/contraplano, lo que hace que su narración esté más cercana al cine sonoro de los años 30 que al cine mudo tradicional. Asimismo la narración se acompaña de una hermosa partitura de música tradicional china que nos transporta al Shangai de los años 30.

La Diosa (Shen Nu), nos cuenta la historia de una meretriz sin nombre que trabaja en solitario en la noche de Shangai, adornada por paisajes repletos de luces de neón, hombres con carritos e individuos deseosos de apagar su fuego interior. Tendrá que trabajar duro todos los días para llevar a casa el dinero necesario para que su hijo recién nacido pueda sobrevivir. Como madre abnegada, solo vive para cuidar y procurar un futuro a su hijo.

Una redada nocturna la obligará a esconderse en una casa donde se encuentra con un proxeneta que quedará perdidamente enamorado de su belleza y que le ofrecerá trabajar para él a cambio de seguridad y protección. Obligada por la necesidad aceptará la propuesta. Este trato la forzará a entregar al proxeneta el dinero que con tanto esfuerzo estaba ahorrando para el futuro de su hijo. Este hecho provocará que nuestra heroína huya para recuperar su libertad, sin embargo el proxeneta la acabará localizando y amenazará con vender a su hijo si vuelve a intentar huir de sus garras. Esta escena está montada con un magnífico plano a lo Sergio Leone en el que se muestra a madre e hijo arrodillados enfocados desde las piernas en forma de triángulo del proxeneta.

Pasa el tiempo y su hijo encuentra la intolerancia y prejuicios del resto de los niños de la calle debido al trabajo de su madre. Herida por la tristeza que ello produce en su pequeño, la prostituta (personaje que no tiene nombre en la película) hará salidas nocturnas clandestinas fuera del control del proxeneta para ahorrar dinero y gracias a ello le inscribirá en una de las mejores escuelas de Shanghái para que logre desarrollarse en un futuro lejos de los prejuicios y habladurías de la gente.

Encontramos en esta fase de la cinta unas maravillosas secuencias de amor materno-filial en la que el hijo mostrará a la madre las enseñanzas adquiridas en la escuela lo cual colma de orgullo e ilusión a ambos. Sin embargo la felicidad de ambos se volverá a truncar al averiguarse la verdadera identidad de la madre lo que instará de nuevo el rechazo y la discriminación de los alumnos y padres hacia el pequeño, amenazando al director del colegio con abandonar la escuela si no se expulsa al niño de estirpe “deshonesta”.

El director visitará a la madre para comunicarle la decisión de expulsar al niño de la escuela, pero encuentra en ella una persona honesta e íntegra cuyos actos se basan en la búsqueda del bienestar y futuro de su pequeño por lo que renunciará a su decisión. El descubrimiento por el proxeneta del lugar donde la meretriz esconde el dinero ahorrado para los estudios de su hijo le impulsará a cometer un último acto de sacrificio y dignidad para que su hijo pueda vivir un futuro lejos de la miseria y tristeza que marcó la vida de nuestra protagonista.

Película extremadamente bella en sus imágenes, montaje y puesta en escena, resulta fascinante su forma de transmitir emoción y sentimiento desde la sencillez, sin necesidad de emplear diálogos sonoros y en tan solo 70 minutos de duración, simplemente con el mero recurso del talento narrativo innato de Yonggang Wu para contar historias al más puro estilo tradicional del lejano oriente. Los planos interiores compartidos por madre e hijo segregan ternura y agitarán el corazón al más duro cinéfilo, por lo que quedan avisados que posiblemente alguna lágrima despistada asomará de entre los párpados de más de un espectador.

Tratándose de un melodrama de los años 30 la película es tremendamente dura, melancólica y triste, pero a la vez preciosa y sensible, no en vano la cinta es una de las películas favoritas del cineasta chino Chen Kaige. La diosa que aparece en el título podría evocar a la mujer que vende su cuerpo al mejor postor, pero para mí tiene una acepción más terrenal, la de una madre que se desvive y que no duda en ofrendar su vida por la felicidad de su hijo. Con un contenido poético de cine pequeño pero a la vez grande similar a las primeras películas de Zhang Yimou la escena final en la que madre e hijo vuelven a compartir plano de forma onírica, irreal y alejada hundirá su aguja en el corazón del espectador, avivando la melancolía y el abatimiento, pero a la vez la esperanza que desprende el final de la película.

Nos encontramos por tanto ante una maravillosa joya del cine, una obra de arte no muy conocida, de una enorme fuerza visual y argumental, que no puede faltar en la filmoteca de los amantes del cine mudo, sin duda uno de los más bellos cantos a favor del amor y expiación de una madre . A destacar la belleza de los primeros planos y la interpretación de la actriz principal Lingyu Ruan que con su mirada y su cuerpo ornamentado con unos bellos kimonos logra transmitir la angustia, desazón y anhelos que desencadena su personaje, actriz que fue la gran estrella del cine mudo chino, y que luchó enérgicamente por cimentar una carrera alejada del cine más populista y almibarado. Su ajetreada y escandalosa (para la época) vida sentimental desgraciadamente afectó a la frágil estabilidad emocional de Lingyu Ruan, la cual puso fin a su vida pocos años después de alcanzar el reconocimiento unánime de crítica y público con La diosa, hecho éste que quedó reflejado en la película homenaje que el cineasta de Hong-Kong Stanley Kwan llevó a cabo en 1991 en el experimental ‹biopic› Center Stage.

Me van a permitir hacer una reflexión personal que me provocó la visión de esta película. Existen momentos en la vida en que la figura de la madre alcanza toda su dimensión. Esos puntos de inflexión en el que su imagen deja de ser el de la persona que te enseñó el despertar a la vida y procuró tu felicidad sin pedir nada a cambio, cosa que nunca valoramos en su justa medida. Esos instantes que hacen que tu madre se convierta en la representación de la lucha, el amor desinteresado y el sacrificio que tuvo que hacer para procurar un futuro feliz a sus hijos. En estas circunstancias que obligan a reflexionar y a echar la vista atrás es cuando realmente te das cuenta de la importancia que tuvo y tendrá la figura de la madre en nuestras vidas. En el mundo hay muchas Diosas que ofrecen su sacrificio día tras día en un mundo egoísta y basado en el corto plazo. Películas como La Diosa son necesarias para recordarnos esto.

3 comentarios en «La diosa – Shen nu (Yonggang Wu)»

  1. Esta película sí que es una joya del cine silente. Como mencionas, es muy moderna en su realización y puesta en escena ,sumado a la presencia de Ruan Ling-Yu (la actriz más famosa en China durante la época) la eleva a ser una obra magistral.

    1. La actriz es una belleza exótica y magnética. Leí que se suicidó, muy joven, poco tiempo después hacer la peli. Es una obra maestra del mudo y una bellísima historia de amor. Tu gusto cinéfilo impecable! :)

Responder a Rubén Redondo Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *