La alternativa | Ultraje (Ida Lupino)

Los abusos sexuales fue un tema tabú en el cine clásico. Si bien en la actualidad son muchas las películas que han tratado esta temática de un modo o de otro, unas con más profundidad de carga y otras someramente como plataforma para asegurarse cierto éxito comercial, en los orígenes del cine fue algo que ni tan siquiera se planteaba abordar. Fue precisamente una mujer, Ida Lupino con el apoyo de por el aquel entonces su marido Collier Young en las labores de producción y guion, la que se atrevió a abrir una grieta en un dique de contención al que pocos se atrevían a hacer frente.

La Lupino fue una de las principales referentes del incipiente cine independiente USA, sí un cine independiente USA que ya existía antes de que John Cassavetes lo convirtiera en una marca certificada, además de una pionera, siendo una de las pocas mujeres cineastas que se abrieron paso en el, copado por nombres masculinos, cine clásico hollywoodiense. Ultraje (Outrage, 1950) fue su tercer film detrás de las cámaras y en él se atisban algunas de las marcas de identidad de sus primeros trabajos: escasos medios presupuestarios, mucho talento narrativo y escénico, una excelente dirección de actores y una puesta en escena aguerrida marca de la casa de la serie B donde se apreciaba esa libertad creativa presente en las películas pequeñas ‹Out Hollywood› que cultivó la autora de El autoestopista en los primeros años de su carrera.

Ultraje encara la problemática de los abusos sexuales de un modo diferente. Evitando el morbo y cualquier contexto comercial. De hecho, el violador será presentado en la primera secuencia de la película y aparecerá después, en la secuencia de la persecución nocturna y la consiguiente violación de la protagonista de la historia, no volviendo a aparecer en ninguna secuencia del film posteriormente. Además la escena de la violación se construyó de un modo muy sutil, moldeándola como una escena de una película de terror de Val Lewton, no mostrando nada explícitamente, pero generando tensión y terror a través de imágenes inquietantes sin mostrar en ningún momento el acto en sí.

Porque lo que realmente le interesaba a Lupino es mostrarnos que la víctima de la agresión no solo sufrirá carnalmente un ultraje, sino que quizás más dolorosa para la víctima serán las consecuencias emocionales de sentirse señalada por la sociedad, siendo objeto de todo tipo de habladurías que estigmatizan el abuso en lo más profundo de la psique de la víctima. Una mártir a la que le hace más daño ver como sus amigos se alejan como si fuera una apestada, como sus padres se lamentan de que todos sus esfuerzos por educar a su hija parece que no han dado el fruto esperado solo por el hecho de haber sido elegida por un depredador sexual que se ha fijado en ella. Alguien que siente que se ha convertido en una leprosa y que ha sido marcada de por vida por un hecho que la bautiza en alguien sita en los márgenes de lo convencionalmente establecido.

Eso es lo que más me gusta de una película que es pura serie B. Rodada en blanco y negro, con muy buenos actores no muy conocidos a nivel popular, con un metraje de escasos 70 minutos, hecho éste que provocó que la Lupino tuviera que ir directamente al grano sin poder detenerse en divagaciones filosofales redundantes, mostrando la capacidad de síntesis de una autora contundente y que sabía lo que quería contar y los medios que disponía para ello.

La peli nos cuenta la historia de Ann Walton (Mala Powers), una contable que va a contraer matrimonio con su novio de toda la vida, puesto que éste ha decidido dar el paso de pedir su mano a sus protectores padres. Sin embargo, la noche después de la pedida de mano Ann será abordada por el dependiente de un puesto de comida cercano a su lugar de trabajo que está obsesionado con ella. La perseguirá por las callejuelas y la violará sin que Ann pueda conseguir ayuda ni zafarse de su perseguidor.

Una vez consumado el acto, Ann declarará a la policía que ha olvidado la cara de su agresor, solo recordará una marca de una cuchillada que el violador tenía marcada en su pescuezo. De vuelta a su rutina habitual Ann percibirá que sus vecinos y compañeros la observan raro, que cuchichean a sus espaldas, que la han marcado como un objeto de cotilleos y murmullos recalcitrantes.

Ann se traumatizará por este hecho, casi más que por la propia violación, lo que la inducirá a huir de su pueblo con dirección a Los Ángeles para poder esconder su vergüenza y culpa entre la muchedumbre de la gran ciudad. En el camino se encontrará con la ayuda de un joven reverendo llamado Bruce, un veterano de la II Guerra Mundial que ha abrazado la fe de Cristo para expiar sus pecados. Pero, cuando todo parecía que volvía a su cauce normal, Ann volverá a sufrir el acoso sexual de otro lugareño que provocará que todo su pasado retorne de forma súbita y violenta.

Ida Lupino ofreció una clase magistral de como edificar una película diferente, tan entretenida como rebosante de carga de profundidad y denuncia social. A través de un enfoque vinculado con un thriller de cine negro de serie B, tan de moda en la década de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado, la cinta aborda la temática de los abusos sexuales denunciando los traumas que sufre una víctima, no solo damnificada por una agresión física, sino que igualmente herida de muerte socialmente por las injurias y miradas de una sociedad que parece culpar a la pobre desdichada de haber sufrido tal vejación, en lugar de tratar de sanarla mostrando comprensión y solidaridad.

En este sentido, Ultraje se eleva como una película pionera que sabe tratar con sensibilidad y objetividad un asunto tan complejo como las secuelas psicológicas que sufre una víctima de violación ubicada en la machista y puritana sociedad estadounidense de posguerra. Exponiendo de forma minuciosa el sentimiento de culpabilidad de una víctima que se siente incomprendida, estigmatizada, señalada y poco acompañada en un viaje que debía ser de sanación en lugar de cuchicheo. Esta sensación de soledad e incomprensión es lo que llevará a la Ann protagonista del film a interpelar una huida a ninguna parte como única solución posible para sanar su mente y poder restablecer una vida normal lejos de las miradas inquisidoras de sus vecinos.

La cinta, aunque enmarcada en el thriller negro de los cincuenta, evita en todo momento aplicar gotas de suspense y morbo, no pivotando en ningún momento en torno a la investigación para localizar al violador, sino que preferirá seguir los pasos de la víctima, su fuga del entorno familiar y su posterior cobijo en una granja californiana donde encontrará la fuerza de la fe (sí, la película en cierto modo plantea que a través de la fe y el apoyo religioso es posible regenerarse y desbaratar todos los traumas que llevamos apilados en nuestra mochila vital) predicada por un joven sacerdote que, como si fuera una especie de mesías que sigue los pasos de Jesucristo, propiciará a nuestra protagonista el apoyo emocional necesario para superar sus desasosiegos y miedos pretéritos.

Podemos dividir la cinta en dos partes diferenciadas. La primera, de mayor intensidad y fuerza, en la que observaremos a la Ann previa a sufrir el acto que da título al film, y una segunda, un poco más ligera y convencional, en la que la seguiremos en su huida y reconversión gracias a la ayuda del reverendo Bruce y los dueños de la granja de naranjas que la darán cobijo y confianza. Es cierto que esta dualidad puede hacer que la película parezca algo dispersa o descompensada. Para mí esto no es un problema. En mi opinión, Ultraje es una obra cumbre del cine independiente USA de principios de los cincuenta. Una obra aguerrida, valiente y alejada de cualquier sentido convencional. Una obra que dejó huella, legando a una nueva generación de realizadores un producto moderno, audaz y con sentido de eternidad. Una película adorada por Martin Scorsese (sin duda uno de los nombres clave en su recuperación del olvido), y por muchos de esos cinéfagos de cine vintage deseosos de localizar gemas a redescubrir.

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