Pretender llevarse una sorpresa viendo una película de Timo Tjahjanto es poco menos que pecar de una inocencia fuera de lo normal. Esto tiene, como no, su parte positiva y su parte negativa. Por un lado es reconfortante saber que vamos a asistir a un festival de violencia brutal, coreografías salvajes, movimientos de cámara en modo pirueta continua y gore y sangre para dar y regalar. Pero por otro está el tema de que te la sabes de memoria y, quizás como único aliciente, queda esperar si consigue superar a base de excesos sus películas anteriores.
Por tanto, enfrentar un producto como The Shadow Strays es poco menos que un acto de autoconvencimiento al respecto: esperar lo esperable y tratar de no indignarse si no encaja en lo que podríamos llamar una coherencia narrativa o un arco dramático más o menos decente. Dicho esto, y antes de analizarlo mínimamente podemos concluir que, en efecto, obtenemos exactamente lo esperado.
Y es que el término “mínimamente” no está utilizado de forma baladí ya que The Shadow Strays es una película claramente de mínimos. Puede que el envoltorio sea ampuloso, que haya un amago de trama central donde el dramatismo está presente, pero no nos engañemos, esto no es más que una excusa pergeñada para tratar de que no presenciemos una serie de ‹set-pieces› de acción ‹in crescendo›. De hecho las motivaciones usadas como hilo de continuidad no son más que eso, un hilo finísimo cuya estructura es simple y a la vez endeble. Todo lo que ocurre fuera del espectáculo al que queremos asistir es sencillamente inocuo y falto de interés. Da exactamente igual lo que pase, siendo intercambiable por cualquier otra excusa argumental que se le hubiera ocurrido al bueno de Timo. Meros interludios para respirar hasta la siguiente escena de ultra-violencia desatada.
Ahora bien, cuando llegamos a ellas no hay que engañarse, asistimos a un espectáculo tremebundo, fuera casi de categoría y que te hace plantearte hasta dónde podrá llegar en materia de brutalidades sanguinolentas y coreografías desatadas. Tenemos exactamente lo que buscamos: espadazos, cuchilladas, explosiones, patadas, decapitaciones, tiroteos interminables y más gritos de dolor que en una ‹snuff movie›. Y todo impecablemente dirigido. Puede que Timo Tjahjanto no sea un genio a nivel de escritura de historias, pero en lo que se refiere a la acción puede que sea el Béla Tarr, en cuanto a belleza y composición, del género.
¿Y es esto suficiente? Pues como siempre depende del paladar de el espectador. Obvio que si buscas subtextos, mensajes complejos y lecturas sociopolíticas esta no es tu película. Ahora bien, si se trata de poner el cerebro en blanco y sentarse a disfrutar de la belleza del dolor y una buena dosis de animaladas sin sentido The Shadow Strays cumplirá, a pesar de su quizás alargado metraje, con su cometido de sobras. Lo importante pues no es tanto la película en sí sino saber lo que quieres como espectador. En eso sí es cierto que no se puede negar que es un film honesto a carta cabal. Que no es poco.
