La alternativa | Dos hombres contra el Oeste (Blake Edwards)

En una época de cambios, y sobre todo de decadencia, en el género del western tras la retirada o fallecimiento de los grandes maestros que lo hicieron grande, los finales de los 60 y principios de los años 70 del siglo pasado fueron un caldo de cultivo propicio para alumbrar un tipo de películas desmitificadoras y crepusculares, mirando al género con cierta distancia y evitando en todo momento insuflar esas gotas de épica y romanticismo tan presentes en las obras clásicas.

Uno de los westerns más insólitos y raros surgidos en esos años es sin duda esta Dos hombres contra el Oeste (Wild Rovers, 1971), única incursión en las trincheras del ‹far west› de un nombre más que curtido en los mimbres de la comedia como el gran Blake Edwards, quien no solo dirigió, sino que igualmente escribió y tuvo el total control de una obra muy alejada de los tópicos del género. Una película casi de autor, totalmente ‹out Hollywood›, que podría catalogarse, si no fuera por el hecho de que fue distribuida por un gran estudio como la MGM, como cine independiente norteamericano.

Y es que, pese a contar en el elenco con nombres muy populares en esos años, y también en los posteriores, como William Holden, Ryan O’Neal (el actor más taquillero de esos años), Karl Malden y unos jóvenes Tom Skerritt y Jon Don Baker, Edwards no buscó en absoluto el aplauso del púbico que le aseguraría un éxito de taquilla, sino que creo que pretendió dejar una huella imborrable en un género al que jamás volvería a retornar, con un ejercicio de rebeldía cuyo objetivo era alzar la voz para indicar que ahí estaba Blake Edwards para dejar su aportación a un género que olía a muerto, antes de que se produjese la total extinción del mismo.

Muchas críticas que he podido leer sobre la película indican que ésta se trata de un homenaje al cine de Sam Peckinpah, tanto por la presencia de un William Holden que retorna a ese papel de viejo vaquero escéptico y cansado de todo, como por esa influencia tan presente de una obra como Grupo salvaje, rodada solo dos años antes que la de Edwards.

En mi opinión Dos hombres contra el Oeste tiene su propia personalidad. Se trata de un western inclasificable, del que es muy difícil de señalar a ciencia cierta cuales han sido sus influencias. Ya su propio arranque, con una obertura ornamentada por la estupenda BSO de Jerry Goldsmith (una rareza en sí misma la presencia de Jerry en lugar de la del compositor habitual del autor de El guateque, Henry Mancini) que dará paso a unos estupendos planos generales filmados en Panavision de los parajes propios del Oeste mientras el amanecer refleja sus luces sobre las sombras de los dos protagonistas montados a caballo, deja entrever que estamos ante un producto diferente.

En este sentido, aunque en el argumento están presentes muchas de las convenciones habituales del género (guerra entre vaqueros y ovejeros, salones donde los cowboys se gastan el escaso jornal pagado por ambiciosos terratenientes, prostíbulos, partidas de póker, robos de bancos, persecuciones de los forajidos…), la película parte de estas premisas para ajustarlas a sus propios códigos y normas. Aquí las cosas pasan despacio, muy despacio. La acción no es lo importante, y sí el estudio psicológico y antropológico de ese Oeste tan mitificado por los John Ford, William A. Wellman, Howard Hawks o Delmer Daves.

El Oeste es un paraje que aplasta a sus moradores, un ecosistema inhóspito y trágico del que no puede salir nada bueno para quienes deciden abrazarlo. Y eso es de lo que va la película. El retrato de dos perdedores de fábrica. Un anticipo del Fat City de John Huston, cinta con la que comparte no solo pareja de amigos protagonistas, sino que igualmente ese halo de derrota. En ambas cintas no hacen falta pistas para saber que nuestros héroes no van a poder escapar a su destino fatal y mala suerte.

Aquí seguiremos a una pareja de vaqueros aparentemente incompatibles. Uno maduro, resignado, cansado y conformista (William Holden), y otro joven, inmaduro y soñador (O’Neal), que aunque parece no tienen nada en común, sí que les une su deseo de huir de su mísera existencia como empleados del terrateniente de la comarca (Malden) y de sus caprichosos y malcriados vástagos (Skerritt y Don Baker). El fallecimiento accidental de un compañero de labor a manos de un caballo desbocado, les hace recapacitar que ya está bien de maltratos laborales y de vida de perros. Que ellos también merecen la oportunidad de empezar de nuevo, de poseer un pequeño rancho y trabajarlo para ellos mismos, punto imposible de lograr con los escasos ahorros que les deja su trabajo de jornaleros mal pagados.

Para ello planearán secuestrar al director del banco de la ciudad para robar 36.000 dólares y huir a México. Después de dar el golpe, sin un solo tiro ni violencia visible, los dos vaqueros emprenderán una huida en la que serán perseguidos, por orden del dueño del rancho que les dio empleo el cual se siente traicionado en su confianza y avergonzado de haber empleado a dos supuestos malhechores, por sus dos hijos y por el vago ‹sheriff› que ha sido puesto a dedo por la dictatorial influencia de ese ranchero que ansía dejar a sus retoños la vida solucionada aplastando a cualquier rival que pretenda entrar en sus tierras.

En su huida nuestra pareja protagonista encontrará la ayuda de viejos compañeros de fatigas, conversará sobre temas existenciales, solucionarán sus pequeños problemas de la forma más ingeniosa y, finalmente, se darán de bruces con la mala suerte que acompaña a las malas decisiones (una partida de póker que el personaje de O’Neal nunca debería haber jugado), puntos que finalmente complicarán su objetivo final.

La trama se apoya en la típica historia, mil veces vista en otras obras del género, para trazar el viaje de descubrimiento, redención y derrota de una pareja de perdedores a la que el destino nada bueno parece puede deparar. Para ello la película prefiere ser cocinada a fuego lento, a través de conversaciones de alta carga de profundidad entre ese veterano harto de todo y ese joven ilusionado con poder vivir aquellas cosas que su colega no pudo en su momento. El guion de Edwards es prodigioso, está escrito como los ángeles, siendo el western el contexto propicio para derretir una historia de derrota, de los perdedores del sistema. Un western crepuscular con mayúsculas, repleto de decrepitud, patetismo, melancolía y un aura deprimente. Una obra que habla de esos hombres perdidos ante la inmensidad del horizonte.

La acción es casi inexistente, tan solo un par de tiroteos resueltos de un modo realista, sin ornamentos ni espectacularidad, sino que mostrando la fealdad que la muerte desprende. La segunda parte del filme, la de la huida tras el robo del banco (perfectamente delimitada por una parada musical al viejo estilo de las películas río, pues esta casi dura dos horas y media) podría catalogarse como una ‹road movie› existencialista, prefiriendo hacer reposar la trama alrededor de las conversaciones, dudas y anhelos de los protagonistas, en lugar de las propias peripecias que la aventura acarrea. Edwards introduce ciertos tics modernistas, como escenas rodadas a cámara superlenta y algunos fundidos bellamente fotografiados, haciendo descansar la mayor parte del relato por senderos de clasicismo decadente gracias a una espectacular fotografía paisajista que embellece el viaje a través de los sentidos del espectador.

Todo ello convierte Dos hombres contra el Oeste en una pieza más que interesante del género. Una obra clave del western crepuscular, o más bien revisionista, pues aquí aún no han aparecido ni el ferrocarril ni la modernidad que auguraba el final de la vida del viejo Oeste. Un producto casi ausente de acción y pirotecnia. Un viaje existencialista que refleja los duros atardeceres que contiene una vida que aplasta cualquier conato de felicidad y bienestar. Una obra que deja un poso deprimente y triste, pero… ¿acaso no es esa, resignarnos a que esto es lo que hay, una de las cosas que tenemos que aceptar si queremos ser un poco, solo un poco, felices a lo largo de nuestra existencia?

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