La alternativa | Bronx: Lucha final (Joe D’Amato)

Cuando a finales de los 70 se estrenó Mad Max. Salvajes de la autopista de George Miller, reimaginando un futuro post-apocalíptico que pocos habían llevado a esos extremos, surgió toda una generación de cineastas que replicarían (en mayor o menor medida) el imaginario del cineasta australiano para transformar su primer largometraje tras las cámaras en algo más que una pieza de culto que se iría troquelando con el paso del tiempo, también en una referencia indispensable que convergería en no pocas cinematografías: desde Filipinas, donde emergió la figura de Cirio H. Santiago con piezas como StrykerRuedas de fuego, a la Italia de los Castellari, D’Amato o incluso Martino, pasando por Nueva Zelanda con piezas como el Destructor de Harley Cokeliss, Max Max se convirtió en una forma de entender no solo el post-apocalipsis —fuera del tipo que fuera—, sino asimismo un cine de guerrilla que privilegiaba los escenarios y ambientes por encima de un presupuesto que no pocas veces resultaba exiguo, pero cuyas limitaciones eran sorteadas por cineastas con las suficientes tablas o talento como para evitar dichos obstáculos.

De entre todos esos realizadores, destaca en especial —estando los italianos muy versados en ello— la versatilidad de Joe D’Amato, responsable de films como DemenciaAtor el poderosoGomia, terror en el Mar Egeo, quizá los más representativos de su extensa carrera, quien iniciaría su periplo fogueándose en el terreno del ‹spaghetti western› para más tarde recorrer el cine de terror, el erótico, el de aventuras e incluso el que nos ocupa: la ‹sci-fi› post-apocalíptica que había encontrado ya en manos de todo un valor como Enzo G. Castellari títulos tan icónicos como 1990: Los Guerreros del Bronx o Los nuevos bárbaros, algunos de ellos con la presencia de actores internacionales tales como Fred Williamson o Henry Silva.

Lejos de esos nombres, D’Amato seguía los pasos que imitarían también coetáneos suyos dando forma a un híbrido que no enfocaba todos sus esfuerzos en la reproducción de mundos o estilemas “madmaxianos”, tomando también préstamos de otro éxito de los 80 como lo fuera 1997: Rescate en Nueva York de John Carpenter —algo que Martino llevó al extremo en su 2019, tras la caída de Nueva York, con un anti-héroe que bien podría ser primo hermano de ‘Serpiente’ Plissken, aunque alejado del carisma del personaje interpretado por Kurt Russell—, pero ante todo cristalizando en una obra, esta Bronx: Lucha final, lo suficientemente decidida como para no devenir un mero ‹déjà vu› de argumentos y formas ya tomados por otros compañeros de profesión.

Bronx: Lucha final arranca con un torneo controlado por la autoridad reinante donde una serie de personajes —que bien podrían rememorar a los gladiadores que salían a luchar en los coliseos de la antigua Roma; elemento que de hecho el propio Miller repescaría para su Mad Max 3. Más allá de la cúpula del trueno, que llegaría solo dos años más tarde— deberán luchar por su vida, y uno de ellos se verá abocado a una fuga liderada por una mutante telequinética. Una inverosímil mezcla que D’Amato ya dibuja en sus primeros minutos, y que bordeará todo tipo de referencias —de esa secta que bien podría ser fruto del cine de Amando de Ossorio a guerreros experimentados en el mundo de las artes marciales— sin perder nunca de vista la perspectiva, pues el italiano es capaz de ensamblar secuencias de acción pura y dura —como esos primeros enfrentamientos del protagonista con el resto de contendientes— con un fantástico más extravagante —a través de ese culto de mutantes que capturará a su compañera de viaje—, todo conectado en una pieza que ante todo se siente tan libérrima como personal. Un hecho que quizá no debería pasarse por algo al estar ante un film de carácter ‹exploit›, que lejos de exprimir sus referentes en un sentido unívoco, les confiere una personalidad propia que va más allá de una puesta en escena de aprovechamiento, una estética totalmente hija de su tiempo —y muy afianzada en el tronado reflejo de aquel cine italiano de género ‹low cost›—, e incluso personajes dotados de una mística manifiesta, deviniendo una de esas piezas que cualquier fan del género debería revisitar sí o sí.

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