
Utilizar el dispositivo de género, en este caso el fantástico con trazas de terror, siempre es a priori una idea estimulante. Al fin y al cabo, como en el film que nos ocupa, el duelo por una pérdida es terreno abonado para dramas convencionales que, más allá de interpretaciones más o menos emocionantes, suelen recaer una y otra vez en clichés formales y de desarrollo. O sea, el trauma, la afectación y luego todo un arco narrativo de sanación hasta una epifanía final que, variando de intensidad, suele arrojar algo de luz. Pues bien, Esa cosa con alas, es el ejemplo palmario de que esa asunción no siempre es correcta, consiguiendo justamente todo lo contrario de lo que buscaba a priori: ser una película inane que cae irremediablemente en todo lo que se pretendía evitar.
El fantástico aquí parece ser algo irrelevante, que no cumple si quiera con esa funcionalidad de crear algo mínimamente inquietante. Y aunque el diseño de producción del “monstruo” no deja de estar acertado acaba por convertirse por momentos en algo tan irritante como proclive a la comedia involuntaria. Y es que no es tanto que la idea no funcione, sino el uso que se hace de ella. El film se focaliza tanto en la interpretación de Cumberbatch (buena, aunque no tan brillante como pretende) que pierde de vista cosas tan obvias como desarrollar un discurso que se sostenga en coherencia y que dote de sentido la funcionalidad del elemento de género.

La sensación es que la película, sin ser nada del otro jueves, podría funcionar mejor incluso prescindiendo de todo artificio y centrándolo en algo mas desnudo, más íntimo. En su lugar, todo parece orbitar en mostrar atmósferas oscuras, colores apagados y unas relaciones entre los personajes que se sienten forzadas, repetitivas y que avanzan a saltos en función de lo que le convenga a un guión más bien endeble. Hasta el punto de que realmente no solo no llegamos a empatizar del todo con la situación, sino que se desarrolla un cierto hastío incrédulo. ¿Todo lo que ocurre es un constructo mental del protagonista o bien es real? La respuesta es que no nos puede importar menos, y eso es en realidad lo peor que se puede decir de la película.
Al final todo es un sota, caballo, rey pobremente desarrollado, manido hasta la saciedad e incapaz de generar ni la más mínima ansiedad o inquietud. Por si fuera poco hay una voluntad de alargar ese arco de redención final en un desenlace que cumple con una paradoja extraña: necesita explicarse desde muchos puntos de vista, cerrando situaciones de forma tan caótica, desordenada y subrayada que acaba negando su principal función. En lugar de sentir alivio por ver una resolución de los problemas emocionales de su protagonista, acabamos por sentir alivio ante algo que parecía no tener fin.

Con todo ello casi que lo mejor que se puede decir de Esa cosa con alas es que puede ser vista sin demasiado esfuerzo. Lo peor es que eso mismo es lo que parece que han invertido sus creadores en hacerla. Salvar los muebles y fiarlo todo a un actor de prestigio. Poco, muy poco para lo que podría haber sacado de ella.






