Ennio. El maestro (Giuseppe Tornatore)

La eternidad de Ennio Morricone

La muerte de Ennio Morricone el 6 de julio de 2020 supuso la pérdida de uno de los mejores compositores del siglo XX. Esta semana llega a España el documental Ennio: El maestro, dirigido por Giuseppe Tornatore, quien colaboró con el músico italiano en buena parte de sus películas. Recorre la vida del maestro a través del testimonio del propio Morricone y el de otras personalidades ilustres: familiares, maestros y referentes musicales, cineastas con los que trabajó codo a codo y varios artistas que analizan la influencia de la obra del maestro en diferentes ámbitos de la cultura. Pese a su extensa duración (dos horas y media), el dinamismo de un montaje generalmente tradicional —aunque con interesantes ocurrencias pasajeras en las que profundizaremos más adelante— hace del documental una experiencia ligera y, en su mayor parte, muy agradecida por cualquier cinéfilo que esté mínimamente familiarizado con las melodías de Morricone.

El filme no escatima en detalles y anécdotas de la vida del compositor. No obstante, más que regodearse en aquellos aspectos íntimos, invadiendo morbosamente la privacidad de su persona, Tornatore explora el carácter de su colaborador centrándose en pormenores que, aunque, aparentemente, parezcan circunstanciales, en el fondo, son muy significativos. Así pues, surgen momentos realmente emotivos, no solo por lo que se cuenta, sino también por la entrega que muestra Morricone al narrarlos. Por ejemplo, cuando al compositor se le rompe la voz al relatar el apoyo que recibió de Goffredo Petrassi —referente, maestro y amigo— el día que se graduó en el conservatorio. También resulta revelador la vergüenza con la que tuvo que lidiar Morricone durante buena parte de su carrera porque consideraba, al igual que sus maestros y principales compositores de música contemporánea del momento, que realizar bandas sonoras no tenía suficiente valor artístico… hasta la llegada de Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984). Conmovidos, tanto Morricone como varios de esos compositores reconocen cómo el trabajo llevado a cabo en la película de Leone marcó un antes y un después en su concepción del valor de la música para cine.

Como avanzábamos anteriormente, en Ennio: El maestro, el montaje se desarrolla manteniendo una linealidad tradicional, intercalando entrevistas con imágenes de archivo y, obviamente, algunas de las secuencias más emblemáticas donde ha participado Morricone. En ese sentido, aunque hay un trabajo innegable de recopilación a tener en cuenta, en muchos tramos el filme se torna demasiado plano y repetitivo. Solo en breves instantes parecen aflorar digresiones que apuestan por una creatividad subrayable. Véanse los primeros minutos, donde el plano inicial, un detalle de un metrónomo, ya apunta a la idea central del documental, el carácter eterno de la obra de Morricone. Seguidamente, un plano subjetivo de las manos del compositor dirigiendo, en su despacho, frente a una montaña de apuntes y libretas, es enlazado con otro igual, pero en un auditorio y con una orquesta delante. Asimismo, también es interesante cómo la imagen de las torres gemelas en La leyenda del pianista en el océano (Giuseppe Tornatore, 1998) sirve de transición para abordar la tragedia del 11-S y la sinfonía que Morricone compuso al respecto.

Sin ser un documental excepcional, Ennio: El maestro transmite un amor por Ennio Morricone y su obra verdaderamente enternecedor y, en cualquier caso, como mínimo sirve para empaparnos de algunas de las melodías más extraordinarias de la historia del cine.

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