Enemigos íntimos (David Oelhoffen)

Lo mejor y lo peor que se puede decir del film de David Oelhoffen es que cumple con su cometido. Es decir, Frères ennemis se presenta como un thriller sólido, con buena dirección de actores, una trama coherente y un subtexto que aprovecha adecuadamente el género policial para hablar de los problemas de adaptación de la inmigración, los lazos que van más allá de lo sanguíneo y la problemática de la gestión de los ghettos.

El problema subyace en que todo esto, aunque como decíamos está bien plasmado, no ofrece absolutamente nada que no deje la sensación de estar visto en otras ocasiones. Y ya no se trata tan solo de la temática y desarrollo sino también en la falta de riesgo en lo visual, con una factura de “qualité”, pero lineal y plana.

Es innegable que en cuestiones de ritmo y entramado el film consigue generar un cierto interés pero que resulta más cercano al desarrollo de pequeños intraclimax que a la elaboración de una incógnita que apetezca resolver o de articular un discurso lo suficientemente potente para resultar atractivo per se.

El ‹déjà vu› pues está presente en cada uno de los fotogramas a través de escenarios y personajes que, aunque bien construidos, no dejan de ser clichés dibujados con buen pulso aunque a trazos simples. En cierto modo podríamos estar hablando de un film de “acompañamiento” en tanto que es capaz de capturar la atención, esencialmente en su vigoroso primer tramo, para después dejarse caer en una cierta inercia y en un atoramiento de guion que acaba por encontrar su salida en los lugares comunes del género.

Por todo esto es difícil entrar en consideraciones que se alejen de la superficialidad cinematográfica ya que en fondo, quedarse ahí es justamente lo que la película pretende. Como si la definición de cine de tres estrellas estuviera pensada exclusivamente para ella. O dicho de otro modo, poca cosa, aparte de lo anteriormente citado, se le puede reprochar pero tampoco elogiar. Quizás, como “pero” más grande que se le pueda poner al film, es su falta de profundidad en su intento de abordar las problemáticas subtextuales, lo que le resta impacto dramático y verosimilitud en algunas de las decisiones tomadas por sus protagonistas.

A pesar de ello podríamos hablar de cine honesto ya que, más allá de un ligero discurso social, su pretensión artística es prácticamente nula, limitándose a ser un producto bien empaquetado, un pasatiempo tan (moderadamente) disfrutable en su visionado como olvidable después.

Como consecuencia de todo ello no deja de resultar una pequeña decepción que Oelhoffen no aproveche el material a su disposición para crear algo más ambicioso, limitándose prácticamente a realizar un film que resulta más parecido a un encargo (competente) que se apoya en una buena factura y buenas interpretaciones que a un proyecto personal que vaya más allá de las convenciones. ¿Tietisme de género? No exactamente, pero probablemente esté bordeando dicha calificación. Al fin y al cabo que un polar no invite a tomarse unos whiskys al calor de un bar mugriento nunca es buena señal.

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