El lobo detrás de la puerta (Fernando Coimbra)

Bajo el llamativo título de El lobo detrás de la puerta nos llega desde Brasil una especie de thriller con bastantes tintes dramáticos, en una obra dirigida y escrita por Fernando Coimbra. El punto de partida es sencillo: la hija de Bernardo y Sylvia ha sido secuestrada, éstos van a la comisaría a poner la respectiva denuncia y a declarar todo lo que saben sobre supuestas personas que podrían estar detrás del secuestro. Todos los indicios parecen apuntar a Rosa María, amante de Bernardo, que sin embargo acusa a una tercera persona de haber cometido el delito.

A partir de ahí, la narración deriva en un gigantesco flash-back que tendrá su punto y aparte más adelante, cuando la acción vuelva al tiempo real antes de dar paso al siguiente retorno al pasado. En definitiva, es una película construida en base a las declaraciones que sus protagonistas ofrecen al jefe de policía que les toma declaración e intenta averiguar qué ha sido de la niña. Curiosa a la par que atractiva propuesta, ya que refuerza la intriga que de seguir un montaje narrativo lineal no hubiera podido tener.

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Conforme avanza la película nos vamos dando cuenta de que el guión simplemente cumple. No hay grandes virtudes en lo que se refiere a los diálogos o a las motivaciones de los personajes, que más o menos discurren según lo que hemos visto en este género. Esto es, el lío de triángulos amorosos, mentiras y pequeñas dosis de agresividad que también recuerdan ligeramente al cine negro de los 40 y 50. Sí existe una escena con mucha fuerza, que impactará bastante en el espectador salvo que éste se adelante a los movimientos y adivine lo que va a pasar, cosa que, por otra parte, tampoco es excesivamente complicada. Algo parecido sucede con el final, tan asombroso como ligeramente atropellado en su construcción, pero que remata de manera decente la película.

Sin embargo, donde más destaca El lobo detrás de la puerta es en su factura técnica. La película es magnífica en el aspecto formal, cosa de la que quizá no es tan fácil darse cuenta al visionarla por primera vez, pero que tras el final y la consiguiente reinterpretación de ciertas escenas (recordemos que la película parte en tiempo real para después acometer el flash-back) comprobamos que el director ha jugado con el espectador desde el primer instante. Mediante la posición de la cámara para captar al protagonista, unido a ciertos retoques en la iluminación, Coimbra parece que da las suficientes pistas como para adivinar el desenlace de la historia sin que sea necesario ver más minutos de película, pero obviamente esto es algo de lo que prácticamente nadie se dará cuenta hasta que no lo vea por sí mismo. Es entonces cuando hay que echar la vista atrás y recordar el gran trabajo de dirección y fotografía de los primeros minutos, la mayor baza del filme sin ninguna duda.

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Pese a esta capacidad de ingenio en lo que se refiere a visual, sería un exceso catalogar a El lobo detrás de la puerta como un thriller atípico o desmitificador, de hecho por momentos resulta complicado catalogarlo más como thriller que como drama por la cantidad (abusiva, a veces) de tiempo que Coimbra dedica a profundizar en la relación entre los protagonistas y porque la propia atmósfera tampoco está cargada de una intriga demasiado desmesurada, en parte porque se trata de manera poco artificiosa. Hecha esta aclaración, sería erróneo tachar a la obra brasileña de tramposa, más bien al contrario: es una película honesta consigo misma y eso siempre lo agradece el espectador, que puede pasar 100 minutos de cine sin demasiados sobresaltos ni otras técnicas que abundan en películas de esta clase, pero sí con una historia correcta y, sobre todo, bastante bien contada.

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Un comentario en «El lobo detrás de la puerta (Fernando Coimbra)»

  1. Excelente película, muy bien interpretada. Sale de lo común, va más allá y atrapa. Muy lejos de lo que vemos a diario sobre la familia, las traiciones, los celos, las frustraciones. Sinceramente, solo he visto películas que están a la altura de ésta hechas en Francia y Europa del Este. En América del Sur no es frecuente.

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