El abanico de Lady Windermere (Ernst Lubitsch)

Sofisticación, ingenio y perfección formal

Se cumplen 100 años del estreno de El abanico de Lady Windermere (Lady Windermere´s Fan), dirigida por Ernst Lubitsch. Adaptación de la obra teatral de Oscar Wilde, estrenada en 1892 (curiosamente el año de nacimiento del director) y desarrollada en el contexto de la alta sociedad londinense en época victoriana, nos cuenta la historia de las sospechas de Lady Windermere, sobre la posibilidad de que su marido le esté siendo infiel con una misteriosa mujer, Mrs. Erlynne.

Este drama, con un punto de sátira, que señala la doble moral de las clases altas de la época, queda sostenido sobre un equívoco y se desarrolla con agilidad y elegancia, sustentado en una perfecta planificación del director, un minucioso cuidado por los detalles y unas muy buenas interpretaciones, llenas de matices y alejadas de esa afectación gestual tan habitual en la época del cine mudo.

Este virtuosismo formal, su perfecta puesta en escena y el buen uso de los puntos de vista en la narración, provocan el milagro de que un film mudo, tan dialogado como este, apenas precise de rótulos. Está tan bien rodado, que los matices, las miradas, las reacciones y la sutileza de las interpretaciones son capaces de transmitirnos la narración sin necesidad de intermediario alguno, obviando incluso las frases de un autor tan brillante e incisivo como Oscar Wilde sin perder un ápice del sentido de la historia que creó.

También es relevante el hecho de que aunque el argumento tenga un punto mordaz y saque a relucir la doble moral de algunos personajes. Ninguno es maltratado, todos son presentados de forma positiva y sin maniqueísmo alguno en sus roles, lo que le da una mayor hondura y verosimilitud a una historia que se podría haber deslizado hacía un melodrama decimonónico más.

Por supuesto, la película a pesar de su elegancia y contención, y al tratarse sobre todo de un drama, también presenta alguna situación (que no figura en el texto de Wilde) que podríamos enmarcar en eso que se denomina el “toque Lubitsch”. Así, se nos muestra la forma de tocar el timbre de un hombre según el momento de la relación que tiene con la mujer a la que llama. O un final, casi epílogo, tan inesperado como lúdico y abierto a interpretación, muy del estilo del realizador. Son esos toques, los que distinguieron las comedias del Lubitsch de las del resto, y que solo han tenido un heredero digno en la figura de Billy Wilder.

Sí es cierto que hay una cuestión argumental que me sorprende de la película. La decisión de Lubitsch de desvelar de inicio el misterio que acompaña a Mrs. Erlynne, algo que en el texto teatral se desvela al final y que creo que hace flotar un adecuado aire de misterio sobre personaje y la trama que a priori enriquece la obra. En cualquier caso, aunque el realizador alemán opta por otra salida argumental, poniendo las cartas sobre la mesa de inicio, el film no parece resentirse en su interés.

En resumen, un film perfecto. Toda una clase de cine sustentada por una elegante puesta en escena, el hilvanado desarrollo de una trama que se explica con el exclusivo uso de la imagen, la magistral utilización del punto de vista, la precisa planificación de sus escenas y unas interpretaciones de los actores (donde señalaría muy especialmente a Irene Rich como Mrs. Erlynne) llenas de matices y miradas, excelentes vehículos transmisores de la historia. Para muchos, la mejor película de la época muda de Lubitsch y una obra cumbre que resiste perfectamente el paso del tiempo.

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