Dallas Buyers Club (Jean-Marc Vallée)

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A pesar de su condición de cine independiente, el nuevo film de Jean-Marc Vallée cumple prácticamente todas las premisas del manido producto de superación hollywoodiense, destinado a romper taquillas y a ser cargado de galardones en los premios de la academia. Hablamos de un estilo de película que vendría a seguir los pasos, por citar algunos ejemplos, de Mi pie izquierdo (Jim Sheridan), Philadelphia (Jonathan Dame) o Una mente maravillosa (Ron Howard): la historia de un personaje discapacitado que afronta con valentía su situación y demuestra poseer unas cualidades insospechadas. De hecho, podemos incluso decir que este tipo de film posee un sello que va más allá de la repetición de ciertos patrones narrativos: el de la idolatrada estrella de cine que debe interpretar a un personaje limitado por su discapacidad, interpretación a menudo potenciada por una llamativa mutación corporal del actor (adelgazamiento, ganancia de peso o simple degradación) casi siempre premiada por una estatuilla dorada.

Este conjunto de particularidades conforman un colectivo de piezas cinematográficas que comparten estilo e incluso ciertas limitaciones artísticas, pero nada que determine su calidad. Ahí están, por ejemplo, las agradables sorpresas que en su momento fueron Rain Man (Barry Levinson) o Shine (Scott Hicks), dos películas sin duda pertenecientes al tipo de film mencionado, pero al mismo tiempo poseedoras de determinados aspectos que en cierto modo rompieron las reglas de lo convencional. Algo muy parecido a lo que encontramos en Dallas Buyers Club, una película que, en efecto, trata de un personaje que debe superar las limitaciones de su discapacidad, pero que, a diferencia de lo habitual, lo hace anteponiendo sus propios intereses a todo tipo de actividad altruista. Es cierto que el personaje de Ron Woordroof (interpretado por un correcto Matthew McConawghey) encuentra en su propio camino de superación una posible salvación para ciertas vidas limitadas por tecnicismos legales, pero su motivación principal nunca deja de ser el imponer su propio monopolio farmacéutico.

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Del mismo modo, la (obligada) evolución que vivirá el mencionado protagonista, arrancándolo de su posición homófoba y conservadora para conducirlo hacia nuevos caminos de aceptación y tolerancia, está planteada de modo gradual y sin ningún tipo de transformación expiatoria. Es decir, Woordroof jamás acabará siendo el principal defensor de la causa que antaño despreciaba, como tampoco logrará deshacerse por completo de sus prejuicios. Se trata de un camino de aprendizaje creíble y necesario, dentro del cual no hay lugar para iluminaciones reveladoras ni actos angelicales que conviertan en santos a los pecadores. Pues el nuevo trabajo de Jean-Marc Vallée no pretende ser una película de buenos y malos, sino más bien la plasmación de ciertas injusticias sociales (fuertemente vinculadas con el apartado legislativo) dentro de un campo de batalla en donde los actos humanitarios y las actividades especulativas resultan casi indistinguibles; un terreno en el cual, en definitiva, cada uno lucha por su propia causa y con sus propios motivos.

Aun así, Dallas Buyers Club no logra salvarse de sus limitaciones estilísticas, propias del colectivo de films al que pertenece, anteriormente mencionado. La película que nos ocupa desprende con frecuencia un fuerte olor a propuesta no desarrollada, a intención más apuntada que disparada. Es decir, nos encontramos ante un producto competente y bien perfilado que nos garantiza un par de horas de buen entretenimiento, pero que constantemente transmite cierta sensación de no llegar hasta donde pretende. Algo que deriva en una progresiva pérdida de interés por parte del espectador cuando se llega al tramo final de la película, convirtiendo al producto en una experiencia que se olvida rápidamente al abandonar la sala. A pesar de todo cabe decir, si pretendemos ser justos, que este nuevo trabajo de Jean-Marc Vallée contiene suficientes aspectos positivos como para considerar su visionado un ejercicio nada molesto; así como también cabe desear que ojalá este sea el nivel mínimo de los estrenos que se avecinan.

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