Reflection in a Dead Diamond (Hélène Cattet, Bruno Forzani)

No hay distancias que salvar cuando hablamos de Hélène Cattet y Bruno Forzani, dos realizadores anclados en el pasado y en la mitomanía que saben contagiar su euforia ante los géneros más ‹pulp› a otros tantos personajes aficionados a una época que apenas hemos sido capaces de vivir. El estímulo se apodera del relato y lo visual y sonoro acompasa una especie de homenaje retroalimentado que asociamos a un título y unos créditos donde los nombres de Cattet y Forzani aparecen en letras triunfales. Pueden repetir la fórmula tantas veces como quieran si sus excesos impiden que pueda apartar la mirada de la pantalla.

El ‹giallo› en Amer, el ‹western› en Dejad que los cadáveres se bronceen y el espionaje en Reflection in a Dead Diamond, todo se convierte en un posible paseo por el cine europeo de antaño que nos atrae, en esta última ocasión, como el brillo de esos diamantes que obsesionan al protagonista de esta historia. Para la ocasión, los realizadores belgas se envuelven en sábanas de satén y metareferencialidades para forzar la percepción que tenemos sobre ellos y resolver si la mitomanía es solo algo que les afecta a ellos o les absorbe en la espiral que provoca el espectador cada vez que decide si lo que ve se debe adorar o aborrecer sin contemplaciones. Una jugada arriesgada que surge de la autocomplacencia y de la búsqueda incesante del espectáculo. Pese a lo polarizadas que están las opiniones sobre este último trabajo, la partida está ganada de antemano.

Reflection in a Dead Diamond puede pasar como un homenaje al personaje principal de Danger: Diabolik, y tanto nos sirve lo cinematográfico creado por Mario Bava como lo gráfico de las hermanas Giussani, porque los directores van a por todo. Esta es la parte palpable y expresiva que centra el film, pero no es más que una obsesiva reflexión sobre el arte que nos lleva a muchas otras lecturas que nos transportan a una psicodélica concentración de “flashazos” desordenados y caóticos para ligarnos vez tras otra a ese viejo que vive en un hotel de la Costa Azul. Fabio Testi disfruta de una brillante interpretación de galán que irradia todo tipo de fantasías que van tomando forma en una mente enturbiada por el paso del tiempo. La primera película sobre la fractura del recuerdo que estaría dispuesta a repetir. De esa emancipación de la realidad se alimentan las exclusivas imágenes sin orden ni concierto que van conformando el pasado y presente de un experto espía, donde la fantasía y la realidad consumen el tiempo y nos ofrecen todo tipo de virguerías indómitas con explosivos colores y música festiva, buscando documentar un estilo concreto mientras los directores tratan de forzar la innovación recalibrando los roles femeninos y masculinos en este tipo de historias. Lo abstracto que siempre ha definido a Hélène Cattet y Bruno Forzani, algo que también podríamos llamar experimental si no fuese porque reproducen de un modo anárquico escenarios reconocibles, busca una lectura extrema y humana en esta fantasía de espías desquiciados, diablesas sin rostro definido, cócteles soleados y diamantes de plástico, sin olvidarse de lo extremo de la violencia, la repetición explicativa y las sinuosas curvas de la belleza como formas plausibles de relatar su historia, una algo más convencional a la hora de encontrarle un sentido concreto, pero que se sirve de todo tipo de artimañas visuales para defenderse y concentrar la esencia de este dúo que nos intenta llevar, una vez más, a un absorbente punto de “stendhalismo” o barbarie.

Fabio Testi escenifica a la perfección la libertad que una mente desordenada puede ofrecer a Cattet y Forzani para elaborar una intensa fiesta de traiciones, misterios, asesinatos y focos televisivos, elementos indispensables para el espionaje y sus protagonistas tanto en la ficción como en el imaginario colectivo. El film se convierte, de paso, en una celebración del cine y las artes gráficas al convertirlos en parte de la narración. El espía cambia de máscara tanto como de enemigo y el pasado retroalimentado por las lagunas del recuerdo nos permiten fantasear con una triste historia de perdedores y perdidos. Reflection in a Dead Diamond no da pie a medias tintas, puedes dejarte llevar por sus deslumbrantes imágenes o agonizar en su amor propio, pero sin duda hay que permitir que los belgas sigan buscando la imagen perfecta.

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