Mother’s Baby (Johanna Moder)

Estamos tan acostumbrados a que el cine de género transforme a infantes de toda índole en psicópatas que cuando la psicópata es una madre uno no puede más que arquear la ceja. Pero claro, algo muy desconcertante o fuera de lugar tiene que suceder para que esta subversión de roles se establezca de modo tan tajante. En este caso, concretamente, el Doctor Vilfort y su clínica son el símbolo que inquieta la seguridad de Julia tras someterse a un tratamiento experimental de embarazo. También hay que matizar, no obstante, esta condición de “psicópata”; no es que, de repente, la protagonista desarrolle un brote ni mucho menos, tiene que ver más bien con la llamada depresión post-parto y el hecho de afrontar algo que, si bien es síntoma de alegría, también conlleva enfrentarse a lo desconocido.

Una de las frases que entona al verlo por primera vez («No tiene pelo», exclama), unido a la extrañación de Julia por el tamaño del recién nacido son algunas de las preocupaciones que dan forma al recién adquirido estado (de alerta) de Julia. Y es que tampoco se antoja muy normal esa actitud envuelta en secretismo en torno a su bebé después de padecer un episodio de hipoxia. En consecuencia, la recepción de la madre al verlo por primera vez se antoja tibia, incluso un tanto reticente a reconocer en el neonato su genética. Todo esto, descrito con sobriedad pero a través de aquello que pudiera parecer un conato de humor con un filo de lo más peligroso —por el hecho de poder caer en el esperpento en más de una ocasión—, otorga a Mother’s Baby los alicientes adecuados para que no parezca que estamos ante un drama de hecho, pero tampoco que nos sumerjamos en un terreno demasiado incómodo o turbador.

Es en ese equilibrio donde Johanna Moder dota a su tercer largometraje del revestimiento adecuado: el film logra resultar mínimamente inquietante, abordando esa suerte de psicosis con ramalazos de una agudeza extraña de afrontar, pero asimismo aportando el relieve adecuado a una faceta dramática que sirve para equilibrar las conjeturas y sospechas de Julia. La inclusión, por otro lado, de elementos como ese ajolote que el Doctor Vilfort regalará a la pareja, o la figura de esa comadrona que invade con una violencia impropia el hogar de la pareja, amplifican si cabe la sensación de perplejidad que recorre el metraje, otorgando una potente ambigüedad al conjunto que consigue retratar un desconcierto a fin de cuentas no tan lejano a lo que podría ser la llegada de un nuevo miembro a la familia.

Pasado, claro está, por el tamiz de un cine de género que se filtra de soslayo en la ecuación, pero que afortunadamente la cineasta austriaca opta por no evadir o despreciar. A sabiendas de la poderosa herramienta que tiene entre manos, ejecuta un film narrado con elegancia, sin necesidad alguna de recurrir a escenarios angostos —de hecho, destaca una planificación que prioriza el plano abierto imbuido por la luminosidad de la gran mayoría de sus escenarios—, y modulando a la perfección sus derivas. Mother’s Baby adquiere con ello una fuerza que ni siquiera necesita recurrir al impacto, y que dirime sus secuencias más desconcertantes en la contención que requiere el tono establecido por Moder. La maternidad se advierte, en definitiva, desde la perspectiva de un film que despliega con perspicacia una extraña capacidad de sugerencia, perturbando y divirtiendo (a través del veneno de ese humor cruel) a partes iguales, pero ante todo permitiendo que el terror más terrenal sea el dispositivo perfecto para continuar ahondando en psiques (o quizá no tanto) quebradas por los avatares de la vida.

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