El reencuentro entre dos hermanas, Varvara, profesora, y Angelina, cirujana, supone el punto de partida de The Alienated, segundo largometraje tras las cámaras de Anja Kreis, que describe la relación entre ambas haciendo hincapié en una cierta distancia, una frialdad que se traslada también a alguna de las relaciones laborales que sostienen. Se advierte, además, en el vínculo entre ambas, una tensión latente que terminará estallando en momentos puntuales.
La cineasta rusa traza así una ruta que las veces se asemeja incluso a una deriva. Sin un hilo argumental definido, con un vaivén de secuencias que nos mueven en el ambiente de ambos personajes y dando forma a una multitud de escenarios desde los que se teje la naturaleza de un film con una cierta propensión hacia el desvío genérico. The Alienated orbita a través de los logros de su puesta en escena —teñida en ocasiones de colores pálidos bordeados por una oscuridad que se va filtrando— y de determinados recursos —el uso del fuera de campo; como en esa secuencia en la cual Varvara come mientras sus compañeros debaten diversas cuestiones—, logrando resultar desapacible e incómoda. Una particularidad que se traslada tanto en el modo de sostener el plano como mediante el uso de esa ‹steady› que envuelve a sus personajes, recorriendo pasillos, estancias e incluso calles en las que late el horror de un universo áspero.
The Alienated va tomando la forma de un film más decadente y lúgubre a cada minuto que pasa, matizando incluso esa cualidad en secuencias como la del aborto que asistirá Angelina, filmado en un largo y perturbador plano que terminará con la cirujana en la calle reclamando el pago por la operación a la par que se encuentra con una tétrica carcajada por parte de su paciente. Todo ello en un ambiente deshumanizado que alcanza su cumbre en una de sus últimas escenas; teñida por colores más fulgentes, estimulada por un tono de enajenación patente, e imbuida por una abyección que se palpa en la atmósfera más que en lo que se presencia en ella, que no deja de ser el corolario de una fiesta nocturna pasada de rosca. Pero Kreis consigue, invocando un cine ajeno —no resulta difícil conectar esos minutos con la obra de Gaspar Noé—, trasladar la frivolidad de un mundo donde todo se mueve por intereses (propios o ajenos) y donde todo deviene en una cruel concatenación donde la humanidad es cada vez menos perceptible.
Puede que estemos ante una de esas propuestas difíciles de afrontar, en especial por esa sensación de confusión que arroja su dispositivo narrativo, tan extraño como desnortado, pero ante todo por una base discursiva que termina resultando ciertamente fútil. La cineasta carga las tintas, pero todo lo que se desliza de su estructura resulta tan frontal como frío, incapaz de trasladar conclusiones que, unidas a sus mecanismos formales, podrían dar con una cinta todavía más contundente.
Pese a ello, The Alienated encuentra la horma de su zapato precisamente en el modo en cómo configura todos esos espacios que van concretando una superficie fascinante, de un magnetismo casi aturdidor. Sí, puede que banal en más de una ocasión, pero capaz de constatar con aquello en apariencia externo las bases de una obra que se abre en canal con una fiereza ante la que uno sólo puede quedar atrapado y, en efecto, seguir observando. Por malsano que pueda parecer.

Larga vida a la nueva carne.