La alternativa | Gemidos en la oscuridad (Danny Steinmann)

El nombre de Danny Steinmann es de sobra conocido dentro de la comunidad del cine de terror y del subterfugio del género dentro de los años 80; con Calles salvajes, oda al ‹rape and revenge› frenético para mayor gloria de una heroica Linda Blair, ejecutó una de las cintas de acción urbana más recordadas de los videoclubs; y en su participación en una de las franquicias más icónicas del terror, Viernes 13, creó en su quinta parte una excesiva muestra de terror y erotismo masacrada en la sala de montaje, en una entrega empañada de polémica desde su sorpresivo desenlace. De filmografía escasa y errática, y con unos orígenes ubicados en el cine pornográfico, Steinmann abandonó demasiado pronto la profesión, quedando como uno de esos cineastas que arropándose de la vorágine contracultural de los años 80 supo imprimir la dinamita de excesos que definió el ‹grindhouse› norteamericano del decenio anterior. Ya en su ópera prima dentro del cine convencional, Gemidos en la oscuridad, quedó proyectada una vocación autoral definida por ir más allá de las fronteras de la fórmula, en este caso, y en el año 1980 (dos años después del estreno de La noche de Halloween de John Carpenter), utilizando el eje argumental del ‹slasher› para crear una historia en la que encontramos tres chicas jóvenes en apuros, una cadena de asesinatos provenientes de una figura anónima, y ciertos clichés de familias disfuncionales en hogares apartados de la gran urbe; además, por si fuera poco, con la sombra del aborto y sus consecuentes dilemas morales como telón de fondo. Una adhesión al ‹slasher› con cierta estructura poliédrica en su tejido, muy lejos de la estandarización simplista a la que el movimiento nos tiene acostumbrados.

Firmada con pseudónimo debido a las polémicas con las que Steinmann tuvo que lidiar durante la producción (su duro carácter, una constante en sus rodajes, no facilitó las cosas), Gemidos en la oscuridad es uno de esos productos que gozaron de cierto ostracismo en su momento, pero que desde tierras estadounidenses viene siendo reivindicado como uno de esos ‹slashers› ocultos que conviene rescatar. La historia se centra en Jennifer, una reportera ‹freelance› que, junto a dos amigas, se traslada a cubrir un importante desfile navideño de una pequeña localidad; ante la imposibilidad de alojarse en ningún hotel de la zona, las tres jóvenes aceptan la invitación de pernoctar en una granja aislada, habitada por el dueño de un museo y su peculiar y extraña esposa. Poco tardará en aparecer una figura enigmática que parece vivir en el sótano, y que se cobrará la vida de algunas de las chicas, al mismo tiempo que Jennifer tiene que poner solución a su crisis de pareja, ya que su novio también hará acto de presencia en la zona. Protagonizada por Barbara Bach (ya entonces chica Bond, pero mucho más conocida por ser la mujer de Ringo Starr), Gemidos en la oscuridad es una película tiene unas extrañezas intrínsecas que le otorgan ciertas particularidades. Su abordaje a la fórmula del ‹slasher›, que se adereza con un tempo narrativo quizá demasiado sosegado, encuentra un espacio poliédrico en el que se añaden, al más puro estilo Steinmann, muchos de los tropos del horror proveniente del rural de los 70: desde el cliché del hogar en tierra de nadie en una especie de cubículo iconográfico de la recurrida América profunda (el germen del proyecto proviene de la firma de Kim Henkel, guionista de La matanza de Texas), la siniestra fábula del “monstruo en el sótano”, además de la perturbación mental atribuida en su contextual prototipo del ‹redneck› norteamericano (los homicidios orbitan sobre una familia de evidentes carencias intelectuales), confieren a la película el estigma de ‹slasher› urdido en la hibridación, proveniente de un vórtex conceptual anclado en un plazo concreto, 1980, que justifica los vientos de reivindicación que viene sufriendo hoy. Como un ejemplo claro de esos estigmas creativos que lamentablemente sólo pudimos disfrutar en tres películas, el énfasis creativo de Steinmann catapultó aquí uno de los ‹slashers› más extraños que se crearon en plena emulsión de la corriente.

Dentro de su espíritu extraño y desconcertante, Gemidos en la oscuridad es una cinta que en sus intenciones narrativas se adelanta a muchos de ‹slashers› coetáneos con los que es innegable emparejarla. Aquí, la historia se permite jugar con un mórbido misticismo cuando desgrana el ‹whodunit›, momento en el que Steinmann converge la evolución lógica del género bajo una pátina de extraños elementos formales; una evolución de conceptos que explotan en su tercio final, un último acto anárquico y demente, en el que Barbara Bach brilla en su condición de una ‹final girl› atrapada en una espiral de demencia y anarquía audiovisual. Puede que esta oculta pieza del terror de los 80 no sea rescatada como un ‹slasher› de muertes excelsas y numerosas, pero su justa reivindicación lo devuelven al día de hoy como un ‹American gothic› tan enajenado como tardío, que supo invadir un territorio monopolizado por los Michael Myers y Jason Voorhees de turno.

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