Guan Hu… a examen

Acostumbrados al eurocentrismo bélico —bastante asumible desde esta posición en realidad—, la Segunda Guerra Mundial vista desde la perspectiva asiática siempre resulta como mínimo llamativa. Con conclusiones generalmente muy similares, los hechos acontecidos en el lejano oriente tuvieron también sus particularidades, que van desde los mismos eventos a la concepción cultural de las sociedades o a su posterior visión de lo vivido con sus dimes y diretes de bondad y de maldad que para el cine suelen funcionar bastante bien. En el caso de Cow, por ejemplo, el director Guan Hu se centra en lo absurdo de la guerra desde el propio tono elegido para la película y con sus dos grandes protagonistas, un hombre “simple” y una vaca mucho más sensata e inteligente que él, luchando por sobrevivir por una gran misión: proteger a la vaca lechera del pueblo, de origen internacional, durante la invasión japonesa en 1940.

Aunque pensar en la Segunda Guerra Mundial en Asia nos suele llevar principalmente a Japón (Hollywood mediante), la verdad es que tenemos bastante menos información sobre la conocida como Segunda Guerra Sino-japonesa —que empezó en 1937— y todo lo que siguió tras ella —entroncando con la Mundial—. En este sentido, Guan Hu, a quien se asocia tardíamente con el cine de “La sexta generación” (que desde las protestas de la Plaza de Tiananmen de 1989 documentaba la realidad social de la China contemporánea fuera del discurso dominante con un estilo cinematográfico ‹underground›), ofrece una visión bastante aislada de la guerra en este territorio. Lejos en muchos sentidos de otros discursos antibélicos como el de Banderas de nuestros padres o La condición humana, su planteamiento visual y narrativo está mucho más cerca de películas como Welcome to Dongmakgol (2005), centrada en la Guerra de Corea. En ambas, el humor, a menudo negro, envuelve prácticamente todos los acontecimientos.

Recordando en cierto modo a Samuel Beckett, el surrealismo y el absurdo —de la guerra y del ya mencionado tono elegido— explota cada poco con el drama de la realidad nunca asimilada del todo por su protagonista. Este terco campesino, encarnado por Huang Bo con una humanidad entre la ingenuidad y la obstinación, se convierte sin pretenderlo en un héroe tragicómico, mientras intenta huir de la devastación junto a una vaca que representa, de algún modo, la fragilidad de la esperanza frente a la brutalidad militar.

El viaje de ambos es tan episódico como errático, algo que en ocasiones puede dar la impresión de dispersión narrativa, pero que funciona aquí como reflejo del caos de la guerra. La historia avanza de manera casi fragmentada, sumando encuentros tan absurdos como cargados de simbolismo, mientras el protagonista se enfrenta no solo a soldados japoneses, sino también a sus propios compatriotas, el hambre, la traición y la incomprensión. En ese paseo entre enormes barrancos, el vínculo que establece con la vaca se vuelve cada vez más emotivo y revelador, sin cuestionamientos más allá de la resistencia, la colaboración, el miedo, el egoísmo y la violencia.

En el fondo, Cow es una historia sobre la dignidad humana en medio del derrumbe moral colectivo, como tantas otras películas sobre la guerra. La diferencia respecto a aquellas, por poner solo una, es la importancia que se le da al animal, tanto simbólicamente como terrenalmente, confirmando al director como un gran amante de los animales (al menos para el cine)… En fin: lo que podría parecer en argumento como un simple chiste sobre un hombre que huye con una vaca se transforma, gracias a la mezcla de humor negro y patetismo, en una reflexión sobre la fidelidad a principios casi absurdos en tiempos de destrucción absoluta. Guan Hu convierte así un episodio mínimo y ridículo en una parábola sobre la resistencia del individuo frente a la irracionalidad de la historia.

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