Moliere en bicicleta (Phillipe Le Guay)

¿Son los actores unos ególatras? Ésa parece ser la principal pregunta que se hace el director y guionista Phillipe Le Guay en su última película, Moliere en bicicleta, que tiene como eje central la obra teatral El misántropo, del propio dramaturgo francés. El título de la película, por cierto, no coincide exactamente con el original, Alceste à bicyclette, el cual incide en el protagonista de la obra en lugar de su autor. Sin embargo, debido al escaso conocimiento que se tiene en nuestro país acerca de la mencionada obra teatral, daremos por bueno el cambio de título en este caso.

En cualquier caso, Moliere en bicicleta nos cuenta cómo Gauthier (caracterizado genialmente por Lambert Wilson), un actor muy reputado en Francia gracias a su papel en una famosa serie de televisión, quiere llevar a cabo una representación teatral de El misántropo. Con el objetivo de completar el reparto de la obra, Gauthier se dirige a la isla de Ré, donde vive desde hace tres años Serge (espléndido Lambert Wilson), un actor de categoría aunque ya retirado del mundo del espectáculo. El objetivo de Gauthier será convencer a Serge de que participe en su obra representando el papel de Filinto. Pero Serge no está nada convencido de participar en la obra y, de hacerlo, querría representar el papel protagonista de Alcestes.

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Desde estas primeras escenas ya podemos adivinar el sentido último de la película: criticar la excesiva vanidad de los actores ya no sólo respecto de su trabajo, sino de su vida en general. El dueto protagonista Gauthier-Serge absorbe todo el poder de la obra y sólo cuando su relación empieza a perder peso a favor de diversas tramas paralelas, la película pierde fuelle. Efectivamente, tras una primera media hora bastante buena empiezan a aparecer personajes secundarios que arrastran a los protagonistas a una serie de subtramas a todas luces innecesarias. Moliere en bicicleta va cayendo en un terreno claro de indefinición, y lo que podría haber sido una grata sátira del mundo actoral va cayendo en el pozo de la comedia a la francesa con tintes dramáticos.

Da la sensación de que como crítica puede funcionar, ya que al fin y al cabo ambos personajes evolucionan bien (aunque quizá sobraba la escena final por poco creíble), pero como película se queda a medio camino. Pese a que algunos gags son acertados y necesarios, al final se abusa tanto de ellos que terminan pervirtiendo el significado original de la película. Parece que se quería tratar el tema con humor, una decisión loable si desde el primer minuto fuese así, pero en este caso se nos intenta vender desde el principio una cosa muy diferente a la que finalmente nos acabaremos encontrando.

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Una cosa que es de agradecer en Moliere en bicicleta es la inexistencia de personajes buenos y malos. Todos tienen su lado bueno y su lado malo, incluso el engreído Gauthier logra transmitir empatía al espectador en algún momento de la película. Éste es un aspecto que no se suele tener en cuenta en el cine, pero que en muchas ocasiones resulta clave para identificarse con la obra y también para poder reflexionar sobre la misma después de su visionado.

Podemos decir que Moliere en bicicleta es otro buen intento de sacar los trapos sucios del gremio actoral en su propio territorio, pero que no tiene gancho ni da pie a ser recordada. Si a otras películas similares como Somewhere se las criticaba por resultar demasiado cargantes o tediosas, en este caso el defecto de la obra de Phillipe Le Guay es el contrario, ya que resulta demasiado distendida y poco justa consigo misma como para garantizar su pervivencia en la mente del espectador.

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