Todo saldrá bien (Ray Yeung)

La premisa desde la que Ray Yeung encauza su nuevo largometraje podría ser conocida si no fuese por un detalle. Y es que en Todo saldrá bien no hay lugar desde el que asimilar la pérdida; más bien su llegada deviene en una serie de trámites burocráticos que cercenan cualquier posibilidad de dar forma al duelo. Lo que confronta en síntesis Angie, la protagonista, tras el deceso de Pat, que la había acompañado durante toda su vida, serán una serie de decisiones que debe tomar la familia de la segunda al no existir un enlace legal entre ambas. En definitiva, Angie quedará relegada a un plano accesorio (y doloroso) incluso en momentos de la trascendencia de una ceremonia, viendo cómo todo aquello que compartió en vida con Pat se puede desvanecer en cualquier momento.

El autor de Suk Suk opta por un tratamiento que, más allá de su sencillez, se siente un tanto naíf, casi de una candidez que rara vez tensa la cuerda. Un rasgo que ni mucho menos debe ser entendido como adverso al devenir del film, y es que con ello Yeung delimita un tono que incide, a través de pequeños matices, en lo humano. Por más que todo transcurra alrededor de esos pliegues por llegar al final de una situación incómoda, y que sus diálogos manejen una claridad expositiva que no da lugar a equívocos, el cineasta hongkonés es capaz de resultar cercano y huir de lo lacerante de un proceso fatigoso. Porque, no nos engañemos, el periplo de Angie resultará duro e ingrato, pero Yeung no es que suavice, sino que sabe otorgar un sentido diametralmente opuesto a su relato.

Puede que, en ese sentido, las imágenes que compone no posean una finura e intencionalidad que dotarían de un revestimiento más complejo y sugerente al film. No por ello resulta plana en esa faceta, pero se siente carente quizá de estímulos que puedan elevar la narración. Sin embargo, el cineasta compensa esas carencias haciendo gala de un pragmatismo que sobresale en especial a través de determinados recursos narrativos como la elipsis o el fundido. Es de ese modo como consigue sostener con mesura el tono de la obra, huyendo de una gravedad y amargura que sería demasiado fácil (y obvio) reflejar.

No es que con ello busque atenuar o quitar peso a un dramatismo que habla por sí solo desde la situación vivida por Angie, sino más bien poner el foco sobre aquello que atañe a lo familiar y, por ende, sentimental. Algo que logra sin necesidad de escudriñar los recovecos más íntimos de las distintas relaciones que sostiene la protagonista dentro de ese núcleo familiar, si bien siempre se suceden apuntes que otorgan el matiz adecuado. Comprende a la perfección Patra Au las interioridades de un personaje bien trazado y delimitado, que encuentra en el gesto y la entonación de la veterana actriz una réplica idónea. Cabe destacar, en ese aspecto, una escritura que refuerza con cada detalle uno de los ejes del film, otorgando la sobriedad necesaria a cada pasaje y aportando precisión a su dispositivo narrativo.

Buena muestra de ello está en la consecución de un tercer acto que refuerza toda la exposición anterior: si hablábamos de una humanidad patente en la mirada de Yeung, solapada en cierto modo por los entresijos propios de la burocracia, esta se desvela definitivamente en un gesto que confiere valor y significado al film. Modesta, pero no por ello apocada, Todo saldrá bien halla en la mesura bajo la que se construye uno de sus mayores atributos, que hacen de esta crónica un recorrido tan estimable como consecuente consigo mismo.

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