Una de las cuestiones centrales en el momento de abordar una secuela suele ser el enfoque: ¿es mejor maximizar los rasgos del original o, por otro lado, hacer virar su tono en busca de algo distintivo, que nos aleje de un más de lo mismo? Jalmari Helander ha demostrado durante su carrera que no es ni un cineasta que se ande con sutilezas, ni uno de esos que mida cada detalle con precisión; más bien al contrario, lo suyo es disparar y luego preguntar. Así que la decisión más elemental, la más práctica, era sin lugar a dudas aquella por la que se iba a decantar el finlandés, continuando con la espiral de violencia y venganza a la nórdica ya iniciada 3 años atrás.

Es por ello que Sisu: Camino a la venganza no sorprende para bien ni para mal. Es decir, todos aquellos que encontraron en la figura de Jorma Tommila el antihéroe ideal al que seguir la pista, probablemente disfruten de una nueva ración de barrabasadas destiladas en ‹pos› del cine de acción más directo y salvaje en apariencia. Y digo en apariencia porque, en el fondo, poco distan sus mecanismos narrativos y formales del más puro ‹mainstream› estadounidense. No hay diferencia, ni la más mínima intención de desviar el camino lejos de lo consabido: basta con que “el hombre que se niega a morir” inicie su particular cacería y aniquile cuantos más enemigos mejor.
Volvemos, así, sobre la arquetípica estructura dividida en segmentos como si de un videojuego se tratase, y sobre los pasos de un personaje cuya expresión parece minimizar a todo aquel que se cruza en su camino. Algo que ya sucedía en su antecesora, y que delimita de nuevo las posibilidades del conjunto. Ni la presencia de un Stephen Lang que emerge como villano final de la función posee demasiado peso: porque por más que Helander le proporcione un discurso propio, la sensación de que ni siquiera sea el mayor de los problemas del protagonista reduce a la más absoluta nada cualquier atisbo de conferirle una cierta aura.

No sólo los logros cosechados en Sisu ni siquiera se ven amplificados, deviniendo en auténtica rutina, sino que sus defectos se acrecientan en aras de un espectáculo arrítmico —no ayuda la mencionada narrativa episódica, ni que sus capítulos tengan el formato de una suerte de misión sin demasiada sustancia— donde la impresión es que no hay mucho más allá del imbatible personaje interpretado por Tommila. Falta imaginación, falta frescura, y ya ni siquiera su tono lúdico sirve para paliar los numerosos desaciertos de un film que transita sin pena ni gloria los (por suerte) escasos ochentaitantos minutos de su metraje.
El carácter prácticamente guiñolesco del film no logra que se desvanezca una sensación de apatía que se incrusta incluso en el modo en cómo Helander maneja cada elipsis. Deslavazada, acomodada en lo funcional y desprovista de cualquier atisbo de imprudencia que aleje al respetable del letargo, Sisu: Camino a la venganza se desprende de todo lo que pudiera otorgarle otro encaje, y ni siquiera sostiene la capacidad para construir un villano memorable —que en la primera parte del film la presencia del antagonista se limite a anodinos retales del actor soltando una frase pretendidamente palera, no dice mucho en favor de la escritura del mismo—. En definitiva, y por desgracia, una cinta inevitablemente adherida a su anodina zona de confort.


Larga vida a la nueva carne.





