Singular (Alberto Gastesi)

El duelo no comprende de perfección. Alberto Gastesi ha fijado su mirada en el futuro y en esa obsesión por reparar todos y cada uno de los elementos erráticos que conforman la vida, más si cabe desde que la gente ha descubierto a nivel usuario el uso de la inteligencia artificial. Para algunos, la herramienta del futuro (que pueden utilizar ahora), para otros un primer paso para la suplantación de la mano de obra, y unos cuantos ya no se quitarán jamás el sombrero improvisado por papel de aluminio ni las gafas que compensan las radiaciones lumínicas por si acaso las máquinas deciden exprimir sus conocimientos en exceso. Es Singular entonces una forma de aferrarse a la actualidad y buscarle un nuevo fondo para alzar la voz y preguntar sobre la necesidad de lo impoluto, la sobreestimulación de lo idílico y la naturaleza de lo errático.

Singular es minimalista desde sus primeros pasos. Nos enfrentamos al rostro de Diana desde un principio en una conversación que nos es ajena, pero que nos permite por sus gestos introducirnos en su mundo y confiar en esas preguntas sin respuesta, sobre cómo vivir con dolor, cómo los estímulos de un pasado nos invitan a construir un futuro. Sabemos que la Inteligencia Artificial genera una motivación por la que Diana sigue adelante, pero el tema queda relegado a una nueva parte donde Diana se ve obligada a enfrentarse al significado del dolor.

Gastesi abre el espacio, nos distancia de los personajes para emplazarlos en un ambiente bucólico y solitario donde conocer los miedos y sentimientos de Diana y su expareja. Nos sumergimos así en un thriller calmo y a la vez tenso en el que la errática visión del mundo de Martín nos induce a la curiosidad y la extrañeza, una bella aproximación al conflicto del duelo cuando una tercera persona con un aspecto reconocible para ellos aparece en pantalla. El director confía en el silencio y en los cuerpos de los presentes para narrar visualmente los temores de los que se apodera el relato, creando un conflicto asfixiante pese a lo diáfano del espacio que les envuelve, sembrando el terreno para abarcar un desquiciado carrusel de repeticiones con pequeñas variantes, propias de un experimento de laboratorio, que viran en torno al dolor y sus consecuencias que ofrece una visión llena de inventiva por parte de Gastesi y la total entrega de Patricia López Arnaiz en este conflicto materno y existencialista que se recrea en favor de esa historia que desea ensalzar Singular.

Quizá sea su última parte, aquella que encierra el sentido definitivo del thriller (y del drama), la que se muestra como una aclaración innecesaria, pese a dar paso a la ciencia-ficción más pura. Aunque sea totalmente consecuente con el inicio del film y con el uso del bucle, la forma en que se nos presentan ilimitados procesos para conseguir unos resultados concretos, parece que necesite convencerse de conseguir que el mensaje llegue para todos, un raciocinio que respalde todo lo expresado hasta el momento y que asegure su sentido futurista y su apego por enfatizar lo humano y errático por encima de todo. No era del todo necesario, pero tampoco permite que la película pierda su frescura por subrayar sus objetivos.

Singular se convierte en una gran declaración de intenciones, tiene la solidez de una historia que se retroalimenta tanto de lo conocido como de lo sorprendente, y no necesita grandes alardes al confiar plenamente en la tensión generada entre sus protagonistas y sus posibilidades de escape de su propia realidad. Plantea cuestiones interesantes y nos seduce con una melancólica visión de la complejidad de la mente humana frente a lo que esta misma es capaz de recrear como artificio. Es intrigante y sabe soñar a lo grande, sin que se le escapen detalles que puedan chirriar ante tanta inventiva. Porque el duelo es oscuro y tormentoso, pero hay que vivirlo para comprenderlo.

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